No más invisibles
La Perestroika terminó propiciando el rescate de su presencia social,
entrada ya la segunda mitad de los 80
lunes, mayo 5, 2014 | José Hugo Fernández y Ernesto Santana
LA HABANA, Cuba.- Los rockeros cubanos fueron parias totales durante más
de un cuarto de siglo. Y todavía son asumidos como parias, pero es obvio
que su estatus ha experimentado cambios (digamos para mejor) a partir de
la segunda mitad de los 80. Cuando los historiadores se animen por fin a
escarbar entre las huellas que dejó la Perestroika en Cuba, quizá sea
posible precisar el momento y las circunstancias que impulsaron el
inicio de tales cambios.
Y valdrá la pena que lo hagan, puesto que la trascendencia del tema
excede con creces el ámbito musical. La movida de conceptos y actitudes
existenciales que generó el rock entre los cubanos, sobre todo en las
primeras décadas del gobierno revolucionario, así como la reacción de
este gobierno ante el particular, deberán ser asuntos de inevitable
análisis para sociólogos e historiadores del mañana (que ya casi es
hoy), a menos que prefieran seguir ignorando la necesidad de buscar en
el pasado reciente lecciones para el porvenir.
La viciada atmósfera política que había saturado al país desde inicios
de los años 60, condenó a la desdicha de por vida a los cubanos cultores
del rock, dando lugar a una situación de segregacionismo social muy
grave. Es algo que aún espera por el examen de los estudiosos, no desde
la musicología, que es como suele ensayarse, sino como fenómeno
sociológico de dimensiones dramáticas.
Cualquiera (lejano a nuestra realidad) podría alegar que el cubano no ha
sido el único medio hostil a los rockeros, quienes, por su naturaleza
liberal e iconoclasta, tienden a ser cuestionados o ninguneados por la
"gente bien" de casi todo el mundo. Cierto. Pero el drama de los de aquí
es sui géneris justo por el tratamiento discriminatorio que durante
decenios se les prodigó a nivel institucional.
Por aberración ideológica del dictador y su régimen, preferir la música
y el estilo de vida rock fue considerado en Cuba como señal de simpatía
y hasta de complicidad con el "enemigo de la patria". Y de este modo los
rockeros no sólo fueron marginados y reprimidos por el poder. También
eran rechazados o tratados con recelo por gran parte de la sociedad,
incluidos sus propios familiares.
Con la gran ascendencia que le otorgara, primero, la simpatía popular, y
luego, la fuerza dictatorial, el régimen logró inocular sus propios
prejuicios entre la mayoría de la población, involucrándola en la
abusiva actitud ante los cultores activos del rock. Así otorgaba al
fenómeno categoría política y acreditaba de paso su actitud
segregacionista con un falso discurso patriótico, lo cual convirtió el
drama de este grupo social en un caso posiblemente único en todo el
mundo. Era el país casi entero contra un segmento de población más bien
minoritario y desvalido. Por lo menos fue así durante las dos primeras
décadas del gobierno revolucionario. Devenidos entes invisibles bajo
esta fuerza demoledora, los rockeros fueron anulados como grupo social,
sin más derechos que el de resignarse a soportar callados la repulsa o,
de lo contrario, emigrar hacia el extranjero.
No resulta casual entonces que la influencia (aunque fragmentada y
pasajera) de un acontecimiento político de tanto alcance como la
Perestroika terminase propiciando el rescate de su visibilidad social,
entrada ya la segunda mitad de los ochenta.
Radio Ciudad de La Habana, imprescindible en esta historia
Los vehículos fueron, esencialmente, Radio Ciudad de La Habana, una
emisora capitalina cuya importancia para la cultura cubana también está
pendiente de estudio; y El Patio de María, con una historia
afortunadamente mucho más conocida, y con una estela de nostálgicos que
mantienen viva su memoria.
Hubo otros conductos (tímidos, conservadores y sin mayor trascendencia),
pero fueron estos dos escenarios los que, por vez primera en la etapa
revolucionaria, intentaron en serio dar visibilidad a los rockeros de La
Habana, propiciándoles un marco donde al fin pudieron escuchar y
compartir libremente la música que preferían, sociabilizando, además,
bajo un relativo amparo institucional.
Por más que dentro y fuera de Cuba los medios de información se hayan
referido al Patio de María, aún reclama ser examinada con la debida
profundidad su valiosa función social en tanto canalizador de las
inquietudes no sólo musicales, sino existenciales de los rockeros. Radio
Ciudad de La Habana no sólo les brindó la posibilidad de escuchar
aquella música a la que malamente podían acceder sólo a través de
emisoras de onda corta, lo que es decir, prohibidas. También fue un
sitio dentro y desde el cual pudieron identificarse e intercambiar
información en un lenguaje común para todo el grupo, sintiéndose menos
solos y reconociéndose, al fin, visibles como entes sociales.
Tampoco es gratuito el hecho de que la decisiva labor de estos dos
sitios haya terminado "como la fiesta del Guatao". Primero, en Radio
Ciudad, donde la aplanadora del régimen dejó apenas en pie sombras
caricaturescas de lo que había sido. Y luego en El Patio de María, que
duró un poco más, entre agonías y sobresaltos, pero que también iba a
resultar aniquilado por el cilindro de los comisarios y la policía
política, dejando igualmente una sombra caricaturesca que hoy responde
al nombre de Agencia Cubana del Rock, caso irrepetible a nivel mundial
donde un gobierno controla a los rockeros manteniéndolos agrupados en
una organización que es como el partido comunista, con una sola
dirección y con estatutos de obligado cumplimiento que se dictan desde
arriba.
Es el alto precio que deben pagar los rockeros cubanos con tal de no
volver a la invisibilidad.
Source: No más invisibles | Cubanet -
http://www.cubanet.org/destacados/no-mas-invisibles/
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