Odelín Alfonso Torna (PD)
LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - Más de trescientos 
delegados, entre cubanos y extranjeros, cerraron hace unos días el VI 
Coloquio Internacional por la Libertad de los Cinco y contra el 
Terrorismo, en el municipio oriental de Banes, provincia de Holguín.
No me sorprende que para este evento, las autoridades del gobierno hayan 
facilitado el mismo escenario donde Reina Luisa Tamayo, en compañía de 
otras Damas de Blanco, es reprimida o arrestada por hecho de visitar 
cada domingo la tumba de su hijo, el prisionero de conciencia Orlando 
Zapata Tamayo, fallecido en huelga de hambre y sed el pasado 23 de febrero.
Sucede que Banes, poblado del que sólo me llegaban rumores de niños 
descalzos y con bajo peso, de obreros que recibían sus salarios cada 
tres meses, del café en tetera y los tres huevos por la canasta básica, 
se convirtió a partir del 25 de febrero, día en que se velaron los 
restos de Orlando Zapata Tamayo, en otro foco de violación de los 
derechos humanos y la libertad de expresión en Cuba. Banes es hoy reseña 
permitida en los principales diarios del mundo y esto, para que no se 
equivoquen los "imperialistas", merece una oportuna respuesta.
No tengo que reiterar la manera en que el régimen suele trapear –por 
arribita y con agua turbia- cada uno de sus escenarios de disensión. Si 
vamos a debatir sobre terrorismo, ya sea el que se ejecuta con plomo o 
con tonfa, con campaña mediática o convocando a las brigadas de 
respuesta rápida, condenemos en estos coloquios a todos por igual.
Si sobre el tapete del VI Coloquio se ventiló el caso de los pescadores 
atacados por terroristas de la otra orilla, en octubre de 1971, en el 
poblado costero de Boca de Sama, ¿por qué no se dijo también que el 
Gobierno desestimó las demandas del prisionero Orlando Zapata Tamayo, 
acción que lo condujo a la muerte después de 82 días de huelga de hambre?
Resulta sencillo para las organizaciones políticas y de masas tuteladas 
por el Estado, improvisar simposios, ferias de libros, conciertos o 
comparsas estudiantiles, más si por esos espacios de "reafirmación 
revolucionaria", antes pasaron por la guillotina a quienes se oponen a 
la dictadura del proletariado.
Desde luego que a estos "invitados de honor" al VI Coloquio por la 
libertad de los espías y el cese del terrorismo de Estado, no les 
interesa saber por qué murió Zapata Tamayo. Sencillo de explicar: el ex 
prisionero de conciencia exigía para los reos las mismas condiciones que 
tuvieron Fidel, Raúl Castro y demás involucrados en el asalto al Cuartel 
Moncada el 26 de julio de 1953, en su estancia por el presidio Modelo de 
Isla de Pino. ¡Demasiado pedir!
¿Acaso no se considera terrorismo la partida armada que atacó a los 
cuarteles de Santiago de Cuba y Bayamo, en 1953? ¿Alguno de los 
atacantes fue tratado en prisión como se trata hoy en Cuba a los 
adversarios políticos?
Si vamos a computar muertos, mutilados o prisioneros políticos, no 
hagamos sólo una la lista a costa del enemigo histórico. Si pretendemos 
creer que la voladura del Maine tuvo un costo político, el hundimiento 
del remolcador 13 de Marzo, en el que murieron 39 cubanos, incluido 
niños, cargó con un costo adicional: el que las órdenes salieron de 
dentro y sabemos de quién.
Quizá mañana en las calles de Santa Clara, en los senderos de Mayarí 
Arriba o en cualquiera de las prisiones del país, a alguien se le ocurra 
protestar o ayunar por el derecho perdido. Sobre e
éste caerá, y no necesito reiterarlo, ese terrorismo que como adversario 
político conozco.
Como todo episodio de disensión en Cuba tiene un peso mediático, se 
impone pasarle el trapeador con coloquios o talleres de solidaridad. 
Zapata Tamayo eligió morir por el derecho de muchos y a consecuencia de 
la soberbia de unos pocos. Haber permitido su muerte también es terrorismo.
 
 
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