21 de abril de 2015

Somos 1,7 millones

Somos 1,7 millones
YOANI SÁNCHEZ, La Habana | Abril 21, 2015

Tantos años de máscaras, susurros y temores han hecho que los cubanos
seamos tan difíciles de sondear en temas políticos como un abismo
enigmático y oscuro. Las pocas encuestas y escrutinios que se realizaron
de manera independiente en las últimas décadas han tropezado con una
suspicacia que nos lleva a cuestionar: ¿Y por qué me preguntas eso? ¿Qué
vas a hacer con la información?

Sin embargo, hay momentos en los que nuestros actos son la más
concluyente y directa de las respuestas. Como en las elecciones del
domingo pasado para las Asambleas Municipales del Poder Popular, cuando
más de 1,7 millones de personas no fueron a votar, anularon la boleta o
la dejaron en blanco o, incluso, votaron por los dos únicos candidatos
opositores.

Con un 88,30% de participación, cualquier observador extranjero pensaría
que nos tomamos muy en serio los comicios zonales. En medio de la apatía
electoral que muestran tanto países democráticos, la asistencia de los
votantes cubanos podría malinterpretarse como una muestra de civismo,
aunque en realidad evidencia los férreos controles bajo los que hemos
vivido por más de medio siglo. Ir no es señal de asentir, ni de apoyar.

No votar o abstenerse ha significado por demasiado tiempo un acto que
nos marca como desafectos o contrarrevolucionarios, en un país donde la
fidelidad ideológica abre puertas, garantiza futuros y redunda en
privilegios. Por otro lado, el automatismo se ha apoderado del acto de
seleccionar nuestros representantes, conscientes de su escaso poder para
influir en la solución de los problemas locales y nacionales.

El delegado de circunscripción viene a ser una suerte de chivo
expiatorio sobre el que caen las quejas y las demandas, pero cuya
capacidad de gestión es limitada y carente de autonomía. ¿Cuántos años
no le hemos planteado, en sucesivas reuniones de rendición de cuenta, a
ese representante popular la mala calidad del pan y el deterioro de las
calles? Sin que en las más de tres décadas de existencia de su figura
haya podido lograr mejorar una cosa ni la otra.

De ahí que la frase "total, si nada va a cambiar" sea tan repetida por
los millones de votantes, quienes también aconsejan a sus amigos: "Tú ve
a votar para que no te señales". Una combinación de descreimiento y
simulación, escepticismo y temor, que ha sido la fuerza principal para
"cumplir con el trámite" de marcar la boleta, doblarla e introducirla en
una urna tan vigilada como ineficaz. Un gesto irreflexivo, un papeleo
ineludible por el que muchos tratan de pasar lo más rápido posible, sin
esperanzas ni confianza.

A los más de 1,7 millones de cubanos que este fin de semana mostraron su
desinterés o desacuerdo con las elecciones, bien podría sumárseles la
misma cantidad o el doble de individuos que piensa igual, pero teme
hacerse notar. Por cada persona que no entró en un colegio electoral,
garabateó la papeleta o simplemente no escribió nada sobre ella, debe
agregársele muchos más que quieren pero no se atreven a realizar tamaña
osadía. El cubículo de votación quizás tenga cámaras ocultas –piensan
con temor– o la boleta estará marcada para detectar al desobediente, se
dicen a sí mismos.

La presidenta de la Comisión Electoral Nacional, Alina Balseiro, aseguró
que la caída de la asistencia en casi seis puntos porcentuales con
relación a las últimas elecciones municipales se debía a la ausencia de
los "cientos de miles de cubanos" que están de viaje al exterior. La
funcionaria tiene que saber que esa explosión de viajes es también una
forma de votar contra un sistema que les lastra su desarrollo personal y
profesional dentro de las fronteras nacionales.

Vale la pena subrayar que los valientes que optaron por no ceder ante
los temores son más del doble de los que militan en el Partido
Comunista. El coraje que se necesita para lo primero supera con creces
al esfuerzo de pagar la cotización anual de una organización que ha
secuestrado el nombre del país y se jacta de representar el sentir de
todos sus ciudadanos. En las filas de quienes se negaron a validar su
voto hay, por tanto, mayor fuerza de voluntad y honestidad.

Este domingo, enviamos un mensaje claro y alto. Sin ponernos de acuerdo,
carentes de espacios en los medios masivos y aún temerosos de los
posibles castigos, hemos sido 1,7 millones de cubanos los que dimos un
paso desde las sombras de la simulación al inclemente sol de asumir
nuestras posturas públicamente. Una fuerza de cambio a la que el
Gobierno teme y que la disidencia debería canalizar.

Source: Somos 1,7 millones -
http://www.14ymedio.com/opinion/millones_0_1765023491.html

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