28 de abril de 2015

Indocumentados en su propio país

Indocumentados en su propio país
La mayoría vienen a la capital de las provincias orientales, no tiene
licencia, ni posibilidades de obtenerla, ya que forman parte de las 500
mil personas que en el último Censo de Población y Viviendas fueron
clasificados como "población flotante"
lunes, abril 27, 2015 | Gladys Linares

LA HABANA, Cuba. — Desde hace días nos llama la atención la ausencia de
ciertos vendedores en las calles de nuestro barrio. Unos y otros nos
preguntamos qué pasará con ellos, porque se extraña su constante ir y
venir, y sus malabares para esquivar a inspectores y policías, pues la
mayoría no tiene licencia, ni posibilidades de obtenerla, ya que forman
parte de las 500 000 personas que en el último Censo de Población y
Viviendas fueron clasificados como "población flotante".

Estos cubanos, procedentes en su mayoría de las provincias orientales,
han emigrado apostando por mejores oportunidades. Para vencer la pobreza
y el desempleo se lanzan a la conquista de la capital. Venden sus
posesiones, o se enrolan en contingentes de la construcción, o como
policías o trabajadores sociales, y aquí se encuentran con leyes que les
impiden legalizar su situación, y se convierten en indocumentados en su
propio país.

Como no tienen domicilio registrado en la capital, no pueden trabajar, y
aunque a veces familiares o amigos quieren ayudarlos, las leyes
arbitrarias se lo dificultan, por lo que, al verse enredados en
vericuetos legales, no les queda otra opción que refugiarse en (o
incluso fundar) barrios marginales, donde habitan al margen de la ley.

Hoy escuché pregonar a un vendedor de toallas. Traía a la espalda su
abultada mochila, y en un brazo unas toallitas pequeñas. Venía desde San
Miguel del Padrón. Recorre las calles de Lawton hasta la Calzada de Diez
de Octubre, y de ahí regresa a su hogar en el barrio marginal Las Piedras.

Le compré una toalla y le pregunté su nombre. Me contó otras cosas de su
vida, pero me dijo: "Si le digo mi nombre, me mandan para Santiago de
Cuba". Me contó que se hizo operador textil en Bulgaria, y comenzó a
trabajar en la textilera Celia Sánchez Manduley, en Santiago. Cuando el
período especial, la fábrica cerró por falta de materia prima y él quedó
excedente (como llama el gobierno cubano a quienes quedan desempleados).

Entonces se enroló en un contingente de la construcción y vino a
trabajar para La Habana. Me dijo que sigue ahí, que por lo menos le
sirve para el salario –que no le alcanza para comer- y el retiro, y si
algo le pasa está "respaldado" (se refiere a que así puede justificar su
presencia en la capital)

"En Las Piedras hice mi casa de placa y mampostería, pero no la he
podido legalizar. Traje a mi mujer y dos hijos de Santiago de Cuba. En
estos días están poniendo los postes de la luz para independizarla,
porque hasta ahora lo que hay es un poste con un solo contador al que
han enganchado varias casas, y cada una paga el promedio".

"El agua la cogíamos clandestinamente, pero hace un tiempo tiraron las
instalaciones y nos la cobran. Y como en el otro barrio Las Piedras (el
legal) hay una fosa grandísima que desagua a un riachuelo, nosotros lo
que hemos hecho es perforar el tubo, que es gordísimo, y nos
enganchamos, y así resolvimos lo de las aguas albañales".

"Hace años que nos están prometiendo que nos van a legalizar, pero hasta
ahora, nada. Eso sí, nos vuelven locos para que votemos en las
elecciones. ¡Para eso sí estamos censados!"

Cuando le pregunté por qué hacía días que no pasaba por aquí, me
respondió: "Porque en estos días están esa gente recorriendo el barrio,
también el jefe de sector, y hay que recogerse porque yo no tengo
fábrica de toallas. Fui a votar por el que fuera, total, si en todos
estos años nadie se ha preocupado por resolver nuestra situación, el que
salga ahora tampoco lo va a hacer".

En cambio, el vendedor de escobas, jarros y cacharros de cocina, no
votó. Dice que su problema no se lo va a resolver un delegado. Aprovechó
para ir a Santiago de Cuba a inscribir a su pequeño, pues como ni él ni
su esposa tienen dirección de La Habana en el carnet de identidad, no
pudieron inscribirlo aquí. En el Registro Civil le dijeron que el
artículo 44 de la ley 51 especifica que la inscripción de nacimiento se
practica en la oficina municipal del Registro del Estado Civil
correspondiente exclusivamente a la dirección del domicilio de la madre.

"¿Y para comprar la canastilla y los mandados?" Le pregunto. "Pa' lo que
venden", me dice, "eso lo compramos en bolsa negra, como to' lo demás".
Le pedí que me dejara hacerle una foto, pero aceptó solo con la
condición de que fuera de lejos, "no vaya a ser que me manden pa'
Santiago de cabeza".

Por otro lado, Flora, que lleva casi 20 años en La Habana, compra y
vende ropa a domicilio. Se compró una casita en La Cuevita y un censo
con registro de dirección, y así legalizó su permanencia en la capital,
aunque no precisamente en su vivienda, de la cual no tiene propiedad.

En el periódico Granma del 25 de abril aparecen los resultados de la
primera vuelta de las elecciones de delegados a las Asambleas
Municipales del Poder Popular (que por cierto, es la única ocasión en
que votan los cubanos), y aparece La Habana con 1 672 062 electores.
Muchos de ellos son, seguramente, parte del medio millón de excluidos
que fueron a votar no para elegir al más capaz, sino por miedo a perder
su mísera condición de gitanos en su propia patria.

Source: Indocumentados en su propio país | Cubanet -
http://www.cubanet.org/actualidad-destacados/indocumentados-en-su-propio-pais/

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