29 de agosto de 2012

En Cuba sí hay racismo!

¡En Cuba sí hay racismo!
Miércoles, 29 de Agosto de 2012 00:34
Escrito por Luis Tornés Aguililla

Cuba actualidad, París, Francia, (PD) La República de los Generales y
Doctores se fundó también sobre esa base, aupando un «blanqueo» en la
sociedad republicana auspiciado por los interventores americanos
primero, aliados a muchos autonomistas que fueron la punta de lanza de
los intereses foráneos y a ex partidarios de la España derrotada, y
luego, por antiguos mambises que llegaron al poder al producirse un
vacío en el liderazgo de las filas insurrectas, por la desaparición
física de la mayoría de los líderes naturales independentistas.

En los primeros años republicanos se propició la llegada masiva de
españoles, cuyo número superó incluso al de los llegados a Cuba durante
la Colonia. Muchos mambises negros --que constituían casi la mayoría de
los alzados en armas en la última Guerra de Independencia-- no vieron
satisfechas sus ansias económicas, por artimañas culturales aduciendo su
ignorancia académica mientras otros --muy pocos-- sí llegaban a altas
posiciones.

De los primeros, viene a la mente el general Quintín Banderas, que sólo
obtuvo un mísero puesto en una dependencia oficial del que más tarde fue
cesanteado. Finalmente, en la Guerrita de Agosto en 1905, fue macheteado
bestialmente por las fuerzas gubernamentales. ¬¬

De los últimos, un ejemplo es Martín Morúa Delgado quien fue electo
presidente del Senado republicano aunque sufrió, en ocasiones,
desprecios encubiertos, como cuando fue invitado a una recepción oficial
pero no su esposa.

Otro fue el general Generoso Campos Marquetti, que había sido elegido
miembro de la Cámara de Representantes, seguido por su hermano
Francisco, en 1905. El general Campos Marquetti dijo un día: «Me apena y
me duele ver a mi país disfrutando con trabajo la libertad conquistada
con tanta sangre y con tantos heroísmos. El término medio de las masas
de nuestra población, ve claro el camino recto por donde Cuba no
tardaría en merecer la admiración y los aplausos del mundo. Pero la
nociva influencia de los revoltosos de otros países, enmarañan nuestra
política hasta hacernos caer en un campo de abrojos.....».

El Partido de Los Independientes de Color fue fundado en 1908 en La
Habana por Evaristo Estenoz, Pedro Ivonet, el periodista Gregorio Surín
y un grupo de partidarios, muchos de los cuales habían sido veteranos
del Ejército Libertador. El propio Estenoz había sido ayudante del
general Quintín Banderas.

El ejército cubano masacró a más de 5 000 cubanos negros -–cifra no
oficial-- sólo en Oriente y algunos blancos en 1912 en la guerra
conocida como la «Guerrita de los Negros», tras el alzamiento de Estenoz
y de sus compañeros al éstos creer cerrados los accesos a las posiciones
que pensaban se merecían y prohibírseles -–mediante la «Ley Morúa»
formar el Partido Independiente de Color.

El Gral. José Monteagudo, jefe del Ejército, los combatió ferozmente
provocando la muerte a miles de alzados, mayoritariamente negros e
incluso a pacíficos cubanos negros que no habían participado en la
rebelión. Estenoz murió en un enfrentamiento con las fuerzas del general
Monteagudo. Al día siguiente Ivonet fue capturado y mientras era
transportado hacia la ciudad de Santiago de Cuba, un teniente del
ejército, mulato -–ironías de la vida— le aplicó la ley de fuga -–muerto
mientras trataba de escapar--, creación de la Revolución Mexicana.

Ya en 1933, en la República de Militares y Estudiantes resultado del
derrocamiento del general Gerardo Machado, un nuevo grupo tomó el poder
encabezado por Fulgencio Batista, mestizo de blanco chino, taíno y
negro. Sus correligionarios, muchos de ellos negros o mulatos,
ascendieron en la escala tanto económica como social, integrándose en su
mayoría a una nueva realidad nacional al amparo -solamente teórico- de
la Constitución de 1940, la cual prohibía cualquier tipo de
discriminación racial. Ello no quiere decir que después de 1933 no
existieran en la sociedad cubana fuertes rezagos de la discriminación
anterior puesto que en algunos lugares privados ésta se practicaba muy
sutilmente. Incluso es notorio que a Batista, al tratar de entrar como
socio al «Habana Yacht Club», le tiraron la bola negra, o sea, le
vetaron la entrada no obstante su alta posición política y militar.

Estos fuertes rezagos generarían, al pasar de los años, de manera
mecánica y exponencial, el racismo palpable en la Cuba de hoy, en la que
los esquemas estéticos y culturales dominantes, agregados a la realidad
económica de los cubanos negros, conforman una especie de apartheid de
facto, una línea invisible, una comidilla íntima entre gente de buena y
mala compañía, porque el castrismo, por oportunismo político y en su
calidad de promotor de la miseria, actuó como neutralizador del proceso
natural de integración de todos los habitantes de la Isla en una nación
única e indivisible.

En el año 2009, ciudadanos estadounidenses denunciaron la
discriminación racial contra los negros en Cuba y han hecho bien pero
nuestro país no tiene la misma historia que Estados Unidos donde, sin
hablar ya de la Guerra de Independencia, nunca hubo entre 1861 y 1864,
durante la Guerra Civil o de Secesión, entre el norte y el sur, ningún
oficial superior negro o mulato en las fuerzas de la Unión mientras que
en Cuba, después de 1868 hubo generales y oficiales negros y mulatos con
mando y tropas durante las dos guerras de independencia contra España.

Hoy se agita el problema del racismo en Cuba -–cosa que no es algo
nuevo— como el que agita un trapo rojo delante de un toro y resulta que
uno de los impulsores de la campaña es un negro –-de origen
jamaiquino--, Carlos Moore, con una historia de animosidad racial hacia
los «cubanos blancos burgueses» olvidando que sus propias raíces
ideológicas son comunistas con inclinaciones al maoísmo y olvidando
también que sólo vivió en Cuba de 1961 a 1963 cuando se asiló en una
embajada africana, marchó a Egipto donde estudió y luego, en Francia,
colaboró con «Présence Africaine».

Según el historiador Hugh Thomas, Moore fue traductor de Fidel Castro
en el hotel Theresa de Harlem en 1960 antes de ir a Cuba en 1961 como
traductor de Radio Free Dixie, emisora dirigida por el líder negro
Robert Williams que, a la sazón, vivía permanentemente en el Hotel Capri
de La Habana, sufragado por el muy internacionalista gobierno castrista.

Hay unas interrogantes:

-- ¿Por qué esta tardía acusación y condena del racismo en Cuba?

-- ¿Por qué hoy, cuando hasta ayer los llamados «afroamericanos» han
apoyado sin ambages al régimen de Fidel Castro?

-- ¿A qué viene este repentino cambio con pataleo?

-- ¿Estaremos ante motivaciones políticas a largo plazo o ante una
excelente y florentina maniobra del castrismo?

Sea lo que fuere, la doctrina republicana de los cubanos en estos años
en que celebramos el lento pero seguro derrumbe del castrismo, debe ser
la integración nacional por encima del color de la piel, aunque la
nación cubana esté malherida después de medio siglo de traiciones, de
desparpajo colectivo con cobardía y bacanálicas mentiras.

La noción de «afroamericano» es asunto de Estados Unidos. Nosotros no
somos «hispanocubanos» ni «taínocubanos", de modo que la elucubración de
un ente «afrocubano» que muchos enarbolan no corresponde a nuestra
realidad política o sociológica.

Con la misma intensidad, cuando algunos camagüeyanos majaderos hablan
con sorna de la futura «República del Camagüey» --cosa que ni ellos
mismos se creen--, nos cuesta trabajo imaginar que haya gente en Cuba y
fuera de ella aspirando a una Cuba negra con o sin división territorial.
Favor de mirar fugazmente en dirección de Haití y Santo Domingo.

Las estadísticas de las que pudiese brotar una minoría blanca sujeta a
una discriminación al revés tienen como base las cifras y las malas
intenciones pero, como bien sabemos, el papel lo aguanta todo y tanto
más que, siguiendo el pragmatismo del alemán señor de Trier, lo
determinante en Cuba será, como en todas partes, un asunto de los que
tengan la capacidad financiera de obrar. El resto es literatura y
alboroto y, por eso mismo, nuestro país necesita ahorrarse las
crispaciones étnicas, raciales o comunitarias, lo cual, de paso, quitará
leña al fuego que el régimen dictatorial parece estar preparándonos para
el día de después....

Debemos prestar una atención especial a aquello de siempre precisar que
en Cuba solamente hay cubanos porque cuando venga el cambio hacia la
democracia, la realidad económica de las familias cubanas no se ajustará
para nada a las esperanzas legítimas de hoy y ello puede provocar
situaciones nefastas e inesperadas.

En una palabra: nunca ha habido odio racial en Cuba como sí lo hubo y
todavía lo hay en Estados Unidos por lo que, aunque sólo fuere por
honestidad intelectual, no debemos aceptar el paralelismo entre la vida
de los «afronorteamericanos» y los cubanos negros. Son dos historias
fundamentalmente diferentes.

En este asunto potencialmente tan grave, los intelectuales cubanos, los
científicos y las personalidades políticas de la oposición al
castrofascismo fuera y dentro de Cuba tienen una responsabilidad
determinante para evitar que Fidel Castro y su tropa no nos dejen, al
morir, una bomba sin espoleta, es decir, una guerra racial injustificada
e irracional.

Para Cuba actualidad: SIPENS@wanadoo.fr

http://primaveradigital.org/primavera/politica/54-politica/5059-ien-cuba-si-hay-racismo-.html

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