31 de agosto de 2012

Después de la tormenta

Después de la tormenta
Viernes, Agosto 31, 2012 | Por Alberto Méndez Castelló

PUERTO PADRE, Cuba, agosto, www.cubanet.org – El doctor José Rubiera,
director del centro de pronósticos del Instituto de Meteorología dijo el
sábado 24 que la tormenta Isaac había penetrado en territorio cubano por
Punta de Maisí a las 11 de la mañana y se encontraba a 180 kilómetros de
aquí.

Poco después el Dr. Rubiera rectificaría, especificando que la tormenta
no había entrado a Cuba por Maisí, sino por Imías, perteneciente también
a la provincia de Guantánamo, lo que la acercaba un poco más a Puerto
Padre e incrementaba la posibilidad de su paso sobre nosotros.

Insistía Rubiera en sus pronósticos: "Rachas huracanadas de unos 100
kilómetros y abundantes lluvias capaces de producir inundaciones y
penetraciones del mar tanto en la costa norte como sur".

Ante los vaticinios del meteorólogo más confiable de Cuba, siguiendo
instrucciones de la Defensa Civil nacional, las autoridades de aquí, y
de toda la región oriental, pidieron a la población previsiones
imposibles para el ciudadano común: adquirir velas, faroles y lámparas
en caso de apagones; tener a mano a radios de pilas para mantenerse
informados ante posibles interrupciones de las señales de televisión;
"autoevacuarse" en casa de familiares o amigos…

Esos son solo tres ejemplos, pero resultan más que suficientes.

Alumbrarse en tiempo de tormentas en Cuba constituye toda una odisea.
Una vela útil para acaso dos o tres horas cuesta ocho pesos en los
mercados estatales, una lámpara recargable de luz fluorescente es
inaccesible para la mayoría de los cubanos en las tiendas recaudadoras
de divisas. Recuérdese que en un artículo anterior publicado en Cubanet
informamos que aún los obreros ferrocarrileros encargados de dar paso a
los trenes que abastecen de caña al central Antonio Guiteras –mayor
productor de azúcar de Cuba- carecieron durante toda esta zafra de un
farol en su caseta para cumplir con su trabajo nocturno.

Radios de pilas no existen en Cuba, salvo los que ocasionalmente venden
los comercios que solo aceptan pesos convertibles.

Y "autoevacuarse" en casas de familiares y amigos no siempre es posible
por la aguda crisis que con las viviendas hay en la isla, donde tres y
hasta cuatro generaciones de cubanos suelen habitar hacinados la casa
construida por los bisabuelos.

También, en concordancia con las observaciones del doctor Rubiera, en
previsión de que los vientos hicieran volar los techos de los almacenes
y los aguaceros anunciados empaparan las ya escasas mercancías, las
autoridades permitieron la venta anticipada de la canasta básica, esto
es: un poco de arroz, un puñado de frijoles negros, un kilogramo de sal
y unos mililitros de aceite.

Grandes colas se formaron en las bodegas para comprar la… "canasta
básica" antes de que llegara la tormenta.

El viento apenas soplaba, solo caía de tarde en tarde una fina llovizna
y el calor sofocante hacía pensar en un desenlace fatal, como cuando en
septiembre de 2008 el huracán Ike arrasó con la ciudad.

Pero pasada la media tarde del sábado, el doctor Rubiera estaba otra vez
en las pantallas de los televisores ensalzado por los presentadores, que
parecían estar de fiesta ante la posibilidad de un nuevo combate. ¡Qué
importaba que no fuera una batalla en la ONU contra el "bloqueo" yanqui
o por la libertad de "los cinco héroes prisioneros del imperio"!

Pretendían los presentadores elogiar las grandes dotes de meteorólogo de
Rubiera cuando el doctor los interrumpió. Era aquel un trabajo en equipo
y los radares del Instituto habían perdido a Isaac, pero ahora podían
informar gracias a unos desconocidos meteorólogos orientales, aseguró.

La tormenta ya había salido por la playa Guardalavaca y, distante 50
kilómetros de Puerto Padre, dejaba atrás la isla.

No había soplado aquí ni una racha de viento huracanado, ni tampoco
completamos siquiera una pulgada de lluvia de los torrentes aguaceros
pronosticados. Con toda y esa buena fortuna, acá tenemos una precaución
después de la tormenta: lograr que nos alcance el arroz de septiembre,
el que ya comenzamos a comernos desde agosto por los fallidos
pronósticos de tormenta.

Con esta experiencia es de esperar que las fuerzas armadas vendan
algunos de sus tanques de guerra para que el Instituto de Meteorología
adquiera nuevos radares. Así el doctor Rubiera podrá ser más preciso en
sus pronósticos y los cubanos podremos hacer un uso óptimo de la
cartilla de racionamiento.

http://www.cubanet.org/articulos/despues-de-la-tormenta/

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