Juan Carlos Linares Balmaseda
LA HABANA, Cuba, julio (www.cubanet.org) - En la esquina de mi casa un
niño contrajo el virus del dengue. Es el tercero que ingresan con dengue
en menos de un mes, y a escasos cien metros de distancia, en el barrio
de Luyanó. En consecuencia, directivos locales del Ministerio de Salud
Pública optaron por tomar la temperatura corporal de los vecinos y, en
un área determinada, fumigar con humo.
Es absurdo considerar que Cuba es uno de los países latinoamericanos
donde el dengue no es endémico. Pareciera que el orgullo del gobierno,
que insiste en que la nación es una "potencia médica", se niega a
capitular ante el insecto, y opta por esconder las cifras reales de
contagiados y muertes.
A pesar de que el gobierno alega haber invertido 100 millones de dólares
en el año 2009 en actividad profiláctica, a los trabajadores de la
campaña contra el Aedes Aegypti les faltan lápices, bolígrafos,
linternas y baterías para realizar los controles sanitarios y revisar
los depósitos de agua en los domicilios, y no hay uniformes para todos,
ni medios de protección como guantes y caretas.
La fumigación aérea con insecticida quedó en el pasado, y la que se
realizaba con camiones cada vez es menos frecuente. El abate, esa
arenilla que cuando la larva la ingiere, debido al peso, le impide subir
a la superficie a respirar y hace que se asfixie, es la única sustancia
que se utiliza ahora para combatirla.
En Ciudad de La Habana se acabó la contratación masiva de personal para
la campaña contra el mosquito. Por otra parte, la población sigue
careciendo de recipientes para almacenar agua fresca, y en la mayoría de
los barios el suministro de agua corriente se limita sólo a unas horas
al día.
Cuando se suma a esta incertidumbre de contagiarse con el dengue, la
conjuntivitis, el H1N1 y otras enfermedades desperdigadas por el
territorio nacional; los apagones, la escasez del transporte, la crisis
de vivienda y todas las demás limitaciones materiales y espirituales, se
obtiene un resultado negativo: los cubanos vivimos en un perenne estado
de sitio.
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