24 de mayo de 2010

Entre cubanos

Publicado el lunes, 05.24.10
Entre cubanos
By ALEJANDRO ARMENGOL

Cualquier pedido de liberación de los opositores pacíficos presos en
Cuba no está libre de un rubor de vergüenza. Más que pedir, se debe
exigir su liberación. Estos cubanos cumplen largas condenas sólo por el
``delito'' de divulgar la verdad y buscar cambios no violentos en la
isla. Recalcar el carácter pacifista de su lucha no tiene otro objetivo
que establecer el contraste que existe entre las sentencias drásticas
que les han sido impuestas y una actividad sosegada.

La realidad, sin embargo, obliga a los matices. También a la adopción de
caminos más amplios para conseguir un objetivo loable: la puesta en
libertad de los encarcelados. Por otra parte, abogar en favor de la
liberación de los disidentes por razones humanitarias no reduce los
méritos de quienes sufren sanciones injustas. Todo lo contrario.
Enfatiza los sufrimientos a que están sometidos quienes buscan un futuro
mejor para la isla.

No basta con resaltar la importancia del proceso de diálogo que han
abierto el gobierno de La Habana y la Iglesia Católica cubana, en
especial en lo que se refiere a los presos políticos. Hay que apoyarlo y
hacer lo posible para que los extremistas de ambos lados del estrecho de
la Florida no logren entorpecerlo; estar preparados para rechazar
cualquier provocación dirigida desde Miami y enfatizar que este esfuerzo
debe realizarse al margen de factores externos, que sólo buscan el
mantenimiento del statu quo con fines propios, ajenos a una solución
negociada de los problemas que en general afectan a Cuba.

Restarle méritos a la actitud del gobierno cubano --que ha emprendido
conversaciones serias con la jerarquía católica-- es encerrarse en el
rencor y la derrota. Rechazar la gestión del cardenal Jaime Ortega y
Alamino, o condenarla con palabras apresuradas y oportunistas, es
limitarse a una política de barricada en una ciudad donde el único
parapeto que se construye es para impedirles el paso a los ladrones o al
perro del vecino. Vil el preferir el sufrimiento de otros con tal de
mantener la preponderancia de un punto de vista. Una actitud muy fácil
de mantener desde la comodidad de un lugar limpio y bien iluminado.

La llamada ``línea dura'' del exilio ha criticado al cardernal Ortega en
diversas ocasiones. Para quienes lo ven todo en blanco y negro,
cualquier matiz es una herejía.

Destacar el papel del arzobispo de La Habana es simplemente una labor de
justicia. Más si se tiene en cuenta el énfasis de que la relación
establecida es entre el Gobierno y la Iglesia ``de Cuba''.

El prelado también aclaró que las conversaciones no están relacionadas
con la visita en junio del ``canciller'' del Vaticano, Dominique
Mamberti, a la isla ni con cualquier otro factor internacional.

Por supuesto que no se puede negar que alrededor de este diálogo, apenas
iniciado, hay un conjunto de factores y potencias internacionales, que
no excluyen al Vaticano. Pero el énfasis de Ortega tiene que ver con la
mediación en sí, y no se limita a las circunstancias que han llevado a
la reunión: si el gobierno cubano realmente va a transitar el camino de
un entendimiento nacional más o menos amplio, su primera premisa es
establecerlo a partir de un diálogo entre cubanos.

Este diálogo nacional sería a la vez justificación y pretexto --ingenuo
sería negar esta alternativa-- para dejar fuera o limitar el tema de los
derechos humanos en una conversación con Europa o Estados Unidos.

Claro que aún La Habana debe demostrar una voluntad real para que
también en la isla se deje a un lado la retórica inútil, el argumento de
plaza sitiada como justificación de los abusos y el recurrir al embargo
a la hora de explicar cualquier fracaso. Hasta el momento, sólo en el
planteamiento de los problemas que afectan al sector económico se ha
visto la voluntad del gobierno cubano de superar las actitudes del pasado.

Para el arzobispo de La Habana, la reunión con Castro supone también el
``reconocimiento'' del papel de la Iglesia cubana como ``interlocutor''
con el Gobierno y permite superar ``agravios'' ocurridos en el pasado.
De momento, extender esa actitud a otros sectores del espectro cubano,
como el exilio de Miami, no deja de ser una ilusión.

Uno de los aspectos más esperanzadores dentro de este proceso es la
presencia de un pensamiento riguroso en el análisis de las
circunstancias y alternativas que se brindan para el futuro de Cuba.
Buen ejemplo de ello es la publicación Espacio Laical, precisamente de
la Arquidiócesis de La Habana, un vínculo que no impide ni limita la
presentación de editoriales y análisis objetivos sobre lo que está
ocurriendo en la isla.

Por ejemplo, en el editorial correspondiente a la revista 2-2010,
Espacio Laical reconoce que en la decisión de permitirles a las Damas de
Blanco su tradicional caminata, el Gobierno podría estar buscando que
éstas lleguen a convertirse en un grupo más amplio y con una agenda
mucho más política. ``No obstante, nadie puede negar que esto sea una
preocupación real para las autoridades y que a cambio ofrecen licencias
sustanciales. Esto último, hay que reconocerlo, es un acto inteligente
que muestra una posible voluntad de encontrar una manera nueva y
armónica de relacionarse con quienes se le oponen'', expresa Espacio Laical.

Adoptar un tipo de óptica similar no abunda en Miami, donde el
improperio y el calificativo fácil sustituyen al razonamiento. Pero lo
fundamental es que renace la esperanza de que al menos se imponga un
poco de cordura en Cuba y los presos sean liberados. Y esto es realmente
lo importante.

aarmengol@herald.com

http://www.elnuevoherald.com/2010/05/24/v-fullstory/726485/alejandro-armengol-entre-cubanos.html

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