28-05-2010.
Héctor Julio Cedeño Negrín
Periodista Independiente
(www.miscelaneasdecuba.net).- Las conversaciones de Raúl Castro con la
jerarquía de la Iglesia Católica cubana, es muy probablemente una forma
más de distraer a la opinión pública nacional e internacional de las
verdaderas intenciones de la dictadura castrista y fascista que oprime a
Cuba.
Por mucho que algunos se empeñen en ver un cambio de actitudes, traída
por los pelos y por la fuerza, sigo pensando que el general estrellado
necesita ganar tiempo para de esta manera procurar alguna credibilidad a
su tiranía totalitaria y lograr sobrevivir al colapso, dada la crítica
situación financiera del régimen, su creciente aislamiento mundial y los
problemas internos y progresivos, donde prima sin lugar a dudas la
corrupción galopante que corroe al podrido sistema cubano.
Cuando supere el punto coyuntural y según confían, volverán a lo de
siempre, al crimen, al odio, al atropello, a las amenazas y al
encarcelamiento. Recuerden que Raúl es personalmente responsable de
muchos fusilamientos, ahorcamientos y asesinatos y no soltará el poder
por las buenas. Sus manos, tan manchadas de sangre ajena, poseen un
color diferente al el resto de su cuerpo, yo no creo en su
arrepentimiento y ni siquiera él ha pedido disculpas por la barbarie,
algo muy de moda en el tiempo actual, aunque estreche su mano
excomulgada a la del Cardenal Ortega, ¡qué paradoja!
Las supuestas concesiones que realiza la satrapía imperante, no son tal,
sino obligaciones del Estado para con sus prisioneros y que están
perfectamente consignadas en las "Reglas mínimas para el tratamiento de
los reclusos", documento adoptado por el Primer Congreso de las Naciones
Unidas sobre la Prevención del Delito y el Tratamiento al Delincuente,
celebrado en Ginebra en 1955.
Estas reglas, son una norma para todos los Estados signatarios de las
Naciones Unidas y para los miembros del Consejo de Derechos Humanos al
que pertenece Cuba, en lo referido al cese de los maltratos, el derecho
a la atención médica, la cercanía a su lugar de origen y a sus
familiares, la separación entre presos comunes y políticos, etc.
Al comenzar la negociación en un plano tan bajo se corre el riesgo de
conseguir lo mínimo posible, si acaso. No creo que se deba otorgar
ningún tipo de reconocimiento a una dictadura que lo que pretende es
asesinar, lenta y premeditadamente, a quienes son confinados en sus
ergástulas inmundas, con la intención anularlos para siempre.
Porque las condiciones infrahumanas a las que son sometidos los presos
políticos cubanos, los devuelve a la insegura libertad de la que se
disfruta en Cuba, en tan pésimas condiciones físicas y mentales que ya
no serán jamás lo que fueron. Al salir de las prisiones cubanas, habrán
desarrollado tantas y tales enfermedades, que se convertirán en despojos
humanos, aptos solo para quedar confinados en sus casas o convalecer
precariamente en un exilio, gracias al humanitarismo de alguna nación
amiga, que los acoja piadosamente y los ampare.
Poner en libertad a un grupo de prisioneros políticos, podría darle
cierta notoriedad al tirano de turno, pero si se mantienen idénticas las
condiciones y las mismas leyes arbitrarias con las que fueron
encarcelados, nada cambiará, volverán en su momento a encarcelar a
otros. En otras épocas han liberado miles y luego han rellenado sus
cárceles nuevamente, porque llenas es que resulta una amenaza para sus
opositores. Con todo eso, no han podido acallar los gritos de justicia y
de libertad de los cubanos.
Por ello no debemos conformarnos con nada menos que con el derrocamiento
total y definitivo de la dictadura castrista y su enterramiento para
siempre en el basurero de la historia, tan profundo como sea posible, no
proporcionarle tregua ni respiro, jamás, ni por un minuto, mucho menos
agradecerle un gesto, que el fascismo no gesticula, solo destruye y
mata. Darle, duro y por la cabeza, este siempre ha sido mi lema.
¡Abajo la dictadura, de los hermanos tiranos!
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=28052
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