7 de mayo de 2010

Dos minorías

Dos minorías
Viernes 07 de Mayo de 2010 07:35 Rafael Rojas, México DF

En los tres últimos meses hemos leído a diversos intelectuales y
políticos de la isla enfrentarse con todo tipo de argumentos a lo que
denominan "campaña mediática" o "guerra cultural contra Cuba". Los más
inmovilistas han apelado a la burda criminalización de los opositores:
"lumpens", "delincuentes", "mercenarios", "terroristas", "traidores"…
Los más reformistas han preferido enfatizar la "falta de
representatividad" o escasa base social de la oposición organizada.

Unos y otros coinciden, sin embargo, en que el poco respaldo popular de
la oposición es consecuencia de una mala formulación programática, de un
apego a viejos discursos anticomunistas de la guerra fría o de una
proyección ideológica de su dependencia financiera del exterior. La
oposición, parecen decir, es minoritaria porque ideológicamente es
incapaz de reflejar los deseos de una mayoría "socialista". Su problema
es, pues, ideológico.

No por menos mezquino, dicho enfoque deja de ser tan falaz y totalitario
como el de la criminalización. Los opositores no han logrado un mayor
respaldo por la sencilla razón de que sus posibilidades de contacto con
la ciudadanía de la isla son demasiado reducidas. Sin acceso a los
medios de comunicación y sometidas a una permanente represión policíaca
y estigmatización social, las organizaciones opositoras han alcanzado,
sin embargo, membresías de varios miles.

La diversidad ideológica de esa oposición es evidente: hay
organizaciones y líderes democristianos, liberales, socialdemócratas,
socialistas democráticos y de los más variados nacionalismos. Todas esas
orientaciones ideológicas, asumidas públicamente o no, existen en la
sociedad cubana contemporánea, tanto en la isla como en la diáspora.
Ninguna es ajena a los cubanos del siglo XXI, por lo que, de abrirse la
esfera pública, podrían facilitar la comunicación con la ciudadanía.

Mientras la esfera pública permanezca cerrada y los derechos de
asociación y expresión no se flexibilicen mínimamente, cualquier juicio
sobre la representatividad real de la oposición será impreciso. Algunos
datos nos ayudan, sin embargo, a calcular aproximadamente la
representatividad potencial con que cuentan los opositores cubanos.
Varios observadores de la realidad insular, por ejemplo, no dejaron
pasar inadvertidas las cifras que ofreció la Comisión Electoral Nacional
en las pasadas elecciones de delegados a las asambleas municipales del
Poder Popular.

Según las mismas, el domingo 25 de abril votó el 94.69% del padrón
electoral, por lo que se registró un 5.31% de abstención. En el conteo
preliminar de ese domingo, que no incluyó los resultados de 2.106
distritos en los que hubo empate o ninguno de los candidatos alcanzó el
50% de los votos, se reportó un 4.30% de boletas anuladas y un 4.58% de
boletas en blanco. Aunque abstención no significa oposición, en las
elecciones legislativas cubanas, donde todos —o casi todos— los
candidatos son oficiales, la no intervención del ciudadano adquiere un
sentido crítico.

Si se suman los porcentajes de abstenciones y boletas anuladas o en
blanco se obtiene un 14.19%, el cual representaría más de 1.000.000,
entre los más de ocho millones doscientos mil electores empadronados. La
cantidad de población que reúne esa minoría sería superior a la de todos
los militantes del Partido Comunista de Cuba. Si de minorías se trata
estaríamos en presencia de dos, no de una: la de quienes se identifican
afirmativamente con el sistema político de la isla y la quienes no se
identifican, aunque no expresen su rechazo por medio de la oposición.

La disputa entre ambas minorías es asimétrica. La primera cuenta con
todo el poder; la segunda carece de derechos civiles y políticos
elementales. La primera tiene acceso a la opinión pública nacional y,
también, a la internacional; la segunda, sólo a una parte de esta
última. Pero esa asimetría no hace necesariamente más numerosa y
representativa a la primera ni menos nacional y legítima a la segunda.
Hace mucho tiempo que el pensamiento contemporáneo abandonó el falso
principio de que en política sólo cuentan las mayorías.

Durante medio siglo, el gobierno cubano ha eludido las reglas
elementales del sistema representativo, con el fin de atribuirse el
respaldo de la mayoría social. Sin dudas, ese respaldo fue real en las
primeras décadas de la Revolución, pero a partir de los 90 el mismo ha
ido reduciéndose, en ausencia de mecanismos de opinión pública o
investigación académica (encuestas, sondeos, estadísticas) que permitan
calcular, aproximadamente, su rango demográfico.

Inmovilistas y reformistas insisten en que la mayoría de la población
cubana es "socialista" y "fidelista". Seguramente sigue habiendo un
considerable porcentaje de la población que míticamente se siente
"fidelista" y, tal vez, otro porcentaje, mucho menor, que
pragmáticamente se asume como "raulista". En todo caso, las identidades
"fidelistas" o "raulistas" son más tangibles, por su personalización
política, que la "socialista", que remite al orden conceptual de las
ideologías.

Si esa mayoría se entiende "socialista" o "revolucionaria" porque está
de acuerdo con que el Estado distribuya derechos sociales, garantice la
educación y la salud gratuitas o preserve la soberanía de la isla,
entonces dichos adjetivos adoptan significados que no les son
exclusivos. También los socialdemócratas, los democristianos, los
socialistas democráticos y no pocos liberales están de acuerdo con que
el Estado cubano, luego de una transición democrática, siga cumpliendo
esas funciones.

El perfil ideológico de la mayoría social en Cuba es imposible de trazar
bajo las condiciones de un régimen de partido único, economía de Estado
y control gubernamental de la sociedad civil y los medios de
comunicación. No pocos de los que persisten en definirse como
"socialistas" y marchan el primero de mayo en la Plaza de la Revolución
están de acuerdo con un cambio de ese régimen. Si esa mayoría tuviera la
libertad de expresar lo que entiende por socialismo, probablemente
muchas de sus ideas tendrían más concordancia con la oposición que con
el gobierno.

http://www.diariodecuba.net/opinion/58-opinion/1505-dos-minorias.html

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