3 de mayo de 2010

DESAFÍOS DE LA NACIÓN CUBANA

DESAFÍOS DE LA NACIÓN CUBANA
03-05-2010.
Dr. Darsi Ferrer.
Preso de Conciencia.

(www.miscelaneasdecuba.net).- Ahorro o muerte es la frase lapidaria que
enarbolan como consigna los principales dirigentes del gobierno. Los
mismos señores que, a pesar de haber convertido a la nación cubana en
una sociedad fallida y sometido al pueblo a condiciones precarias de
vida, disfrutan de las prerrogativas y privilegios que se reservan por
su condición de élite dominante.

Durante medio siglo en el poder, la política oficial de centralización y
estatización de los recursos del país y de las actividades productivas y
del comercio, logró como resultado la aniquilación de la economía
nacional y hoy los cubanos dependen de modo obligado del mercado negro o
economía subterránea para subsistir. Mientras, irónicamente se le exige
a las personas que se ajusten más el atrincado cinto y muestren
conformidad con el sistema imperante.

El propio Raúl Castro, gobernante actual, reconoció al asumir el control
del poder que los salarios que percibe la clase trabajadora no tienen
valor real, y prometió cambios estructurales y de conceptos. Destacó la
necesidad de erradicar la circulación de varias monedas causante de
enormes diferencias sociales, entre los sectores de la población con
acceso a las divisas y aquellos que malviven del peso nacional. Oratoria
que le valió al menor de los Castro una andanada de elogios por parte de
la prensa internacional, y que le adjudicaran en importantes círculos
políticos la creencia de que constituía un posible Gorbachov tropical,
con pretensiones reformativas, capacidad organizativa y pragmatismo
personal.

Tras el paso de cuatro años de gestión, el nuevo mandatario demuestra
que es más de lo mismo. Con la agravante de que trajo un incremento
notable en la insatisfacción de las necesidades elementales de las
familias cubanas y en la aplicación del método represivo como mecanismo
de control de la sociedad. Para nada se han adoptado soluciones que
traigan alivio a la mesa del cubano y que le garanticen el libre
ejercicio de sus derechos y libertades fundamentales.

A la miseria crónica de la población se le suman ahora las nefastas
consecuencias de las campañas que implementan las autoridades
gubernamentales para suprimir las llamadas ¨gratuidades" y ¨subsidios"
qué se erogan mediante los servicios del Estado. En esa dirección
clausuraron los comedores obreros y retiraron productos alimenticios de
los normados por la libreta de racionamiento, la que pretenden
desaparecer en el corto plazo, aunque es la alternativa de la que
disponen la mayoría de los cubanos para no morir literalmente de hambre.

Los voceros del régimen anuncian con bombos y platillos la aplicación de
medidas ¨salvadoras¨, que están sobradamente probados sus fracasos a
través de la historia y no se ajustan al contexto de la actualidad
mundial globalizada.

La alimentación es uno de los problemas que más golpea a la población.
Hay en todo el territorio del archipiélago una grave carencia de
alimentos y los precios de esos productos son excesivamente caros, al
tomar en cuenta el salario promedio de los trabajadores. Una calabaza o
cuatro plátanos cuestan en el mercado lo que gana un médico en un día de
labor profesional.

En Cuba no hay zona desértica ni nieva en ninguna época del año. Toda la
tierra cultivable del país es productiva, de la que el Estado es el
propietario de cerca del 80 por ciento, y más de la mitad la tiene en
desuso, sin rendir provecho. El gobierno importa más del 70 por ciento
de los productos agroalimentarios que consume la población, y gasta
miles de millones de dólares al año en esas operaciones.
Urge recordar que dentro de las razones que impulsó el derrocamiento del
dictador Fulgencio Batista, en 1959, cuenta la promesa de materializar
una reforma agraria nunca cumplida.

No se requiere de conocimientos especializados para comprender que, tal
y como funciona la agricultura en todas partes, la solución del drama
alimentario surge de la entrega de tierras a los campesinos en título de
propiedad, acompañada de la liberalización de las actividades agrícolas;
entiéndase la producción, distribución y comercialización de los
productos. Está el ejemplo demostrativo de los agricultores privados,
una minoría de apenas un 18 por ciento, que produce alrededor del 80 por
ciento de los alimentos que se obtienen en la agricultura nacional, aún
con las limitaciones que impone el férreo control estatal en todas las
actividades del sector.

Las autoridades del gobierno reconocen entre dientes que el proceso de
entrega de tierras en usufructo que ellos sostienen marcha mal, plagado
de deficiencias y de un burocratismo en extremo perjudicial.

Declaran que en el transcurso de tres años sólo han atendido la mitad de
las solicitudes de tierras ociosas. Son frecuentes las quejas de los
interesados por las irregularidades durante la interminable tramitación.
Además de las protestas y reclamaciones por los casos de violaciones,
ilegalidades y el descontrol en el manejo de los contratos. En esa
actividad la corrupción de los funcionarios estatales está enraizada a
todos los niveles de la estructura burocrática.

Quienes optan por un pedazo de tierra con marabú deben satisfacer
determinados requisitos establecidos de modo tácito, entre ellos, ser
incondicionales al gobierno y preferiblemente militantes del Partido
Comunista y desmovilizados del Ministerio del Interior. Lo que menos
importa es el deseo y la capacidad de los aspirantes de labrar la tierra
y hacerla producir.

Cada solicitante del contrato es evaluado por distintas comisiones
gubernamentales encargadas de dar el visto bueno, como los factores de
la comunidad, el poder popular, la agricultura, el Partido Comunista y
otras asociaciones de masas. A su vez, esas organizaciones tienen
instancias burocráticas en las diferentes zonas, municipios y provincias
de que se trate la solicitud.

Para la nación cubana constituye otra alarmante realidad el acelerado
envejecimiento de la población, con tendencia a progresar. Fenómeno
demográfico que se complica de modo abrumador por el predominio de los
jóvenes entre los miles de cubanos que emigran todos los años, por vías
legales o no. Y agravado, además, por el efecto negativo que ejerce la
marcada disminución del número de nacimientos, hasta hace poco de 1,2
hijos por mujer, que tiene por consecuencia el decrecimiento de la
población total respecto a los años anteriores. La imbricación de esos
factores adversos, aunque no son los únicos, hipotecan el futuro de la
Nación.

En el mediano plazo la carga a soportar por el presupuesto nacional no
es costeable ni siquiera para los países ricos del primer mundo, como
resultado del aumento en el porcentaje de los adultos de la tercera
edad. El gobierno de los Castro tampoco demuestra capacidad para
encontrar alternativas de solución o que, al menos, atenúen dicha
problemática. Situación que no se resuelve con la absurda política que
promueven los dirigentes de ¨ahorrar la miseria compartida¨.

Como es costumbre de la cúpula gobernante, prefieren aferrarse a sus
esquemas obsoletos, en vez de asumir con la responsabilidad esperada la
adopción de medidas que beneficien al pueblo. El pasado año por política
de Estado se extendió la edad de jubilación laboral en cinco años,
cumplidos los 65 los hombres y 60 para las mujeres. Ello no compensa los
efectos del envejecimiento poblacional, en una sociedad donde el índice
de desempleo es muy elevado y la baja productividad de los que trabajan
raya lo inconcebible.

Se necesita que la juventud encuentre incentivos espirituales y
materiales para que no abandone el país, y que se le garantice la
libertad y el derecho de disfrutar de oportunidades de progreso mediante
la realización personal. También la disminución del número de
nacimientos puede revertirse con el subsidio de programas de ayudas
integrales a las parejas en estado fértil, principalmente aquellas que
presentan peores condiciones económicas. En esencia, la resolución de
ese flagelo demográfico depende del combate a la miseria, activando el
crecimiento de la economía, a través de la implementación de medidas
liberadoras que desaten las ataduras de la sociedad.

La desarticulación de la industria azucarera es una clara evidencia del
caos económico en el que la jerarquía del poder ha sumido al país, por
el total fracaso de su modelo estatista. El azúcar no sólo representó el
principal renglón de entrada de divisas desde la época colonial, a
partir del siglo XIX, sino que era la única industria capaz de aportar
la plataforma para desarrollar la industrialización de la nación. No hay
otro sector económico en Cuba con características similares.

Aunque la exportación de níquel pasó a ocupar la primera posición en la
entrada de divisas, y de que las reservas conocidas constituyen las
mayores del mundo, su explotación industrial se focaliza a ese sector
específico y no tiene el impacto de propiciar el desarrollo de otras
industrias colaterales.

En relación a las expectativas que generó la industria turística en la
década del 90, cuando se abrió al mercado mundial, en poco tiempo se
fueron disipando por su falta de competitividad, comparada con el
crecimiento de los polos turísticos internacionales. Este renglón
representa en la actualidad la segunda fuente de captación de divisas,
pero tampoco reúne las condiciones para actuar como locomotora
económica, con capacidad de estimular el desarrollo de otras industrias
nacionales.

A los ingresos económicos que puede ofrecer la producción de azúcar, en
los últimos años con cifras record de los precios por tonelada en el
mercado mundial, se le adicionan los significativos beneficios de los
subproductos agregados de su proceso de terminación. Sobresalen entre
ellos la biomasa, que representa una importante fuente de energía
sustentable. Está la síntesis de enzimas catalizadoras con múltiples
usos en la industria química-orgánica.

También la obtención de alcoholes, fundamentales en la industria de
bebidas y licores. La formación de diversos sustratos que contribuyen en
la alimentación de una variedad de tipos de ganados. Y el aporte
biotecnológico es aplicable en las industrias de fabricación de
medicamentos, biofertilizantes y otra gama amplia de productos. Además,
mediante la zafra azucarera es posible potenciar los esfuerzos de
conservación del medio ambiente, por su positivo impacto ecológico.

Pero las consecuencias económicas no son las únicas provocadas por el
cierre de la mayoría de los centrales azucareros del país. Esa medida
que se aplicó hace pocos años por la cúpula gobernante en nombre de la
necesidad del "Ahorro>", evaporó de la noche a la mañana numerosos
empleos. Cientos de miles de familias perdieron el sustento de sus
vidas, ligado a la zafra azucarera por generaciones. Los asentamientos
poblacionales surgidos en las proximidades de esos centrales, y que
fueron prosperando con el crecimiento de la industria del azúcar,
quedaron convertidos en pueblos fantasmas, donde las condiciones de
miserias son extremas y prevalece la frustración de los pobladores.

Ni siquiera los denominados "logros de la revolución" escapan a la
estela de destrucción nacional. El sistema de salud pública es motivo de
crecientes insatisfacciones en la población, por la mala calidad e
insuficiencias en sus servicios. Muchas de las instalaciones de salud
están en ruinas o con deterioro considerable de sus estructuras
constructivas. Predomina una carencia crónica de profesionales y
recursos de los destinados a brindarle cobertura médica a los
nacionales. El desabastecimiento de medicinas resulta un mal perenne en
los dispensarios y farmacias de todo el país.

De modo diferenciado funciona un subsistema de salud que cuenta con
todas las comodidades y recursos dirigidos a la atención médica de los
extranjeros y de la élite del gobierno y sus familiares; los cubanos de
a pie están excluidos de esos servicios. Mientras, se amplía la política
gubernamental de exportar cientos de miles de galenos, los que se
utilizan como instrumentos políticos para apuntalar la ideología
totalitaria en países como Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Ecuador,
entre otras naciones del tercer mundo.

A consecuencia de esa política, hoy el sistema de salud tiene
abandonados muchos de los programas de prevención de enfermedades e
intervención en la comunidad, por haberse desmembrado prácticamente el
Plan del médico y la enfermera de la familia por falta de personal, que
es la base en la que está diseñada la atención primaria de salud.

Por su parte la educación es de pésima calidad. En todos sus niveles de
enseñanza prima el adoctrinamiento político, por encima del interés de
impartir los conocimientos de las ciencias y la promoción de valores
cívicos, éticos y morales. Aún en la actualidad se practican premisas
excluyentes como la que determina que la Universidad es sólo para
beneficio de los revolucionarios. También en este sector la mayoría de
las instalaciones están deterioradas y carentes de condiciones.

El déficit de profesores ha llevado a la implementación de medidas
desesperadas como la graduación de contingentes de maestros emergentes.
Amparados en esos programas se ponen frente a las aulas a adolescentes
sin ninguna vocación profesional y desprovistos de los conocimientos
básicos para ejercer la labor docente. Además, los educandos presentan
grandes dificultades y limitaciones para disponer de la base material de
estudios y superación individual.

Para conservar el poder a toda costa la élite dominante se parapetó
detrás de una supuesta entrega a la ideología marxista-leninista, aisló
a la sociedad de la comunidad internacional, y consolidó su hegemonía
tomando el control de todos los medios de comunicación y manipulando la
realidad a conveniencia de los intereses políticos del gobierno.
Estrategia que se apoya en un tenebroso aparato represivo, y se
complementa con el dominio absoluto del poder legislativo y el judicial.

Los cubanos de a pie no son más que rehenes de un régimen castrista,
atrapados por la fuerza dentro de la Isla, en su mayoría desprovistos de
referencias cívicas y cultura democrática, y víctimas indefensas de la
violación de sus derechos y libertades elementales.

La nación cubana es una de las excepciones del planeta tierra donde no
se celebran elecciones libres y está proscrita la creación de partidos
políticos. Al pueblo no se le garantiza el derecho de elegir a sus
gobernantes ni de participar en la vida política del país. Por mandato
oficial en el 2002 se modificó la Constitución para estipular el
carácter irrevocable del sistema socialista, lo que constituye una
aberración jurídica que condena a las futuras generaciones de cubanos a
aceptar, sin posibilidad de decidir, las condiciones de organización de
la sociedad impuestas por la cúpula que gobierna actualmente.

Las personas que se manifiestan contrarias a la política establecida por
el partido comunista, son consideradas de apátridas y tildadas de
mercenarios al servicio del imperialismo, lo que implica ser marginados
socialmente y con frecuencia terminan en las cárceles o desterrados del
país.

El despojo de la propiedad privada es otra de las herramientas que
utilizan los gobernantes para someter a la sociedad. Los cubanos no
tienen derecho a disponer de sus escasos bienes personales. La
compra-venta de automóviles o viviendas, o el uso de otros bienes para
obtener algún tipo de beneficio es reconocido por las leyes como delito,
y se sanciona con el decomiso de esas propiedades, entre otras medidas.

En medio de las penurias económicas que sufre la población está
prohibido el ejercicio de las iniciativas privadas y no se permiten los
negocios particulares. Todo esfuerzo por desarrollar la sociedad civil
es ilegal, y a la población no se le reconoce el derecho de crear
asociaciones ni sindicatos independientes. Las únicas organizaciones de
masas autorizadas son prolongaciones del gobierno, que responden a los
intereses de la élite del poder.

En plena era de la informática a los cubanos se les niega el derecho a
navegar por la internet, se les prohíbe el acceso a la televisión
satelital, y los servicios de la telefonía celular se brindan a precios
prohibitivos para la mayoría. Entrar y salir del país requiere de un
permiso especial que otorga el ministerio del interior. Hasta la
circulación por el territorio nacional es motivo de restricciones, que
en ocasiones provoca que las personas sean consideradas ilegales por
residir en lugares distintos a donde están autorizados, al estilo de
Sudáfrica en tiempos del apartheid.

Ni siquiera las distintas denominaciones religiosas disponen de
libertades dentro del entramado social para el ejercicio de su fe y las
prácticas de sus cultos sin interferencias ni restricciones. Sólo les
permiten una mínima labor social, siempre bajo el estricto control de
las autoridades del gobierno.

La lucha cotidiana por la supervivencia en condiciones extremas ha
traído a la sociedad cubana una significativa pérdida de valores éticos
y morales, y la proliferación de conductas sociales degradantes, como el
lastre de la prostitución, el racismo y la intolerancia, la
drogadicción, el alcoholismo, la violencia, entre otras situaciones
lamentables.

La generalidad del pueblo no alberga esperanzas de cambios políticos que
conduzcan a la transformación de la realidad actual, y asumen como
alternativa de progreso la posibilidad de escapar del país. Presos del
miedo a ser víctimas de la represión, el pesimismo reproduce en las
personas la filosofía popular que aboga por no realizar protestas ni
hacer reclamaciones al gobierno para evitarse problemas. Esa actitud
hace que la población esté continuamente saturada de problemas y,
además, que su indiferencia y pasividad constituyan el soporte y la
estructura que aprovecha la élite dominante para perpetuar su Régimen.

En contradicción con las condiciones de miserias que sufre la población,
la casta dirigente vive en la opulencia como grandes capitalistas y
disfrutan de enormes privilegios. Apelan a la hipocresía de extrapolar
al pueblo la responsabilidad por la involución en todas las esferas de
la vida nacional.

Catalogan de "indisciplina social" la resistencia de los cubanos a
obedecer entre rejas, y los culpan de no romper las barreras de
subsistir a merced del Estado, después que les quitaron la capacidad de
dirigir sus destinos. El fracaso del Sistema tratan de ocultarlo con la
justificación omnipresente del embargo americano, al que ellos califican
de bloqueo, a pesar de que los EEUU constituyen el principal mercado de
alimentos y medicinas para Cuba en estos momentos.

Distinto a la imagen que se exhibe, el gobierno no es una estructura
monolítica sino que se compone de facciones con intereses y expectativas
divergentes. Los llamados líderes históricos de la revolución, que
combatieron en la Sierra Maestra y con los que disponen del poder,
constituyen un reducido grupo de ancianos aferrados a no soltar el
mando. Su interés consiste en conservar las riendas del poder en sus
manos sin importar las consecuencias, y están resueltos a sacrificar lo
que sea por lograrlo.

Los dirigentes de segunda línea son los representantes del sector
burocrático, más jóvenes y calificados profesionalmente, lo que les
propicia estar más familiarizados con las reglas que rigen el contexto
actual. Estos personajes ambicionan el poder que se les viene
prometiendo durante décadas, por ser el relevo natural de la
gerontocracia. Hasta ahora han jugado el papel de materializar las
aberraciones que estipulan los de "arriba". Pero en la medida que se
despedaza la Nación, reaccionan poniéndose cada vez más nerviosos por el
peligro de no alcanzar sus aspiraciones.

Ejemplo de ese comportamiento fue el actuar indiscreto de Carlos Lage,
antiguo vicepresidente del Consejo de Estado y secretario del Consejo de
Ministros, Felipe Pérez, el ex canciller y miembro del Comité Central
del Partido Comunista, y demás cuadros intermedios recientemente
purgados al estilo estalinista.

Los generales y militares de alto rango no condicionan su obediencia y
lealtad a una ideología inexistente, sino que responden a los
privilegios y prebendas que disfrutan. Razón por la que a medida que se
agudiza la crisis nacional se les entrega a estos señores los cargos más
importantes de la economía y los puestos estratégicos en el gobierno. La
gerontocracia les teme y opta por comprar su fidelidad. Los castrenses,
que tienen control sobre tropas y no demuestran ningún compromiso con su
pueblo ni los principios democráticos, practican la máxima de venderse
al mejor postor.

El sector de jóvenes arribistas, conocidos como los talibanes, recibió
un duro golpe con la salida del Sr. Fidel Castro del poder. Tanto el
grupo de apoyo como los cuadros afiliados al anterior gobernante
quedaron desplazados por el bando de los Raulistas, que es el que quedó
instalado en las estructuras del gobierno después de la sucesión.

En sentido opuesto a todas esas facciones que dirigen el país, con sus
llamados de "sacrificio y resistir", "ahorro o muerte", andan los
interese y expectativas de los cubanos de a pie, que anhelan vivir en
democracia, con justicia y oportunidades de progreso. La libertad es un
bien individual que cohabita en el interior de cada persona, aunque se
disfruta en colectivo donde es respetada. Comprender esa realidad es un
buen comienzo.

http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=27519

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