Aleaga Pesant
MANZANILLO, Cuba, enero (www.cubanet.org) - Era un día de feria, soleado
y fresco, algo poco usual en la húmeda y calurosa Manzanillo. Colatel
durmió a pierna suelta, al costado del edificio del Tribunal Municipal,
donde tenía un cartón que le servía de cama, sofá y asiento a la vez. Un
discreto techo lo protegía de la canícula, la lluvia y el sereno.
En sus días de cordura demostró talento y ganó un asiento en la
Asociación Hermanos Sainz, la organización de los artistas jóvenes
fieles al gobierno. Eso es tiempo pasado. Ahora es uno más entre los
locos que deambulan por la ciudad.
Como era sábado de feria, se dirigió al malecón para disfrutar de la
gente, los niños que tanto le gustan y tratar de llevarse algo a la
boca. Es cierto que no venden muchas cosas y que la gente se pone
agresiva en la puja por comprar algunos de los pocos productos que hay a
la mano, y por el consumo de alcohol, tan común entre los hombres,
aunque sea de mañana.
En su caminata mañanera pasó junto a la estatua del Benny Moré en la
avenida. ¡Qué bien cantaba ese hombre de sombrero y bastón! –pensó,
mientras sus pies descalzos pisaban el asfalto fresco de la mañana, y su
torso desnudo recibía los rayos de sol. Pidió una moneda a una señora
que lo ignoró, y a otro señor que lo miro compasivo e introdujo su mano
en el bolsillo. "El día es hermoso, las personas son buenas", se dijo.
Varios jóvenes organizaban en el Paseo actividades deportivas, y
conversaban animadamente cuando él pasó, y recibió las expresiones de
burla de los hombres, a las que sonrió, porque era un día hermoso,
fresco y las personas son buenas.
Aparecieron nubes oscuras en el horizonte, más allá de los cayos que
adornan el mar en la ciudad. Los jóvenes, descontentos con la
cordialidad del descamisado, subieron el tono de la burla y empezaron a
azuzarlo entre chanzas e improperios.
Era loco, no cobarde, trató de mantener el control porque las personas
–estaba convencido- son buenas. Pero el asunto pasaba de castaño
oscuro. No quería agredir a nadie.
Por eso les daría una lección. Con la agilidad propia de los de su
estirpe tomó algunos implementos deportivos: un par de suizas, una
pelota de baloncesto, y las lanzó al mar.
La risa se convirtió en sorpresa, luego en indignación y furia. Los
jóvenes ahora humillados por el descamisado, lo ataron a una palma que
se levantaba en la avenida, con una de las sogas que tenían lista para
jugar.
Allí quedo amarrado aquel hombre, ante la indiferencia de los presentes,
un día de feria, soleado y fresco, algo poco usual en la húmeda y
calurosa ciudad de Manzanillo.
Noticias/Cuba El día que amarraron al loco (19 January 2010)
http://www.cubanet.org/CNews/y2010/19_C_5.html
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