Luces y sombras de 'Cuba dice'
RAÚL LÓPEZ | La Habana | 24 Jun 2014 - 9:44 am.
El segmento informativo de la televisión nacional dedicado a los
problemas locales hace evidentes los límites del periodismo oficial.
Viernes, 8:00 PM. Hacia el final del Noticiero Nacional de Televisión,
una sección acapara el interés de la audiencia. La siempre compleja
situación internacional y los avances sociales alcanzados dan paso a un
segmento informativo que aborda problemas locales, más cercanos a la
vida de la gente común, con un formato donde la interactividad y la
representación popular buscan ser protagonistas.
La sección Cuba dice irrumpió con fuerza en el espectro informativo
cubano, arropada por uno de los objetivos de trabajo del Partido
Comunista, enunciados en su Primera Conferencia Nacional de enero de
2012: "Lograr que los medios de comunicación masiva […] supriman los
vacíos informativos y las manifestaciones del secretismo, y tengan en
cuenta las necesidades e intereses de la población".
Cuba dice contaba además con la periodista Talía González, quien con
anterioridad había comenzado a llamar la atención de la teleaudiencia
capitalina con un programa similar en el Canal Habana.
Ahora, en las "ligas mayores" de la TV Nacional, la exitosa periodista
lidera un equipo de reporteros casi siempre completado por sus colegas
Boris Fuentes y Maray Suárez. Con retransmisión los sábados y saliendo
¿también? los martes (es impredecible), este espacio televisivo revisa,
durante unos 10 minutos, el funcionamiento de servicios abiertos
recientemente o el estado crítico de otros.
La presentación habitual y minutos iniciales "enganchan", pues prometen
un programa ágil y democrático, con la gente común como protagonista. Se
marca una impronta de inmediatez, de "estar en la calle", y hasta ahí
muy bien, Cuba dice transmite ilusión y consigue la complicidad del
espectador.
Otra cosa es el desarrollo. El comienzo trepidante recoge velas, y
empiezan las intervenciones demasiado extensas, las reiteraciones de
tópicos de uno a otro entrevistado y, a veces, los problemas de foco en
cuanto al tema tratado.
Se malgastan o se rellenan minutos por no tener claro a dónde debe ir el
programa, y en ocasiones el manejo de antecedentes y datos de contexto
también deja que desear: problemas fuertemente arraigados, o que
irrumpen con gran impacto en la sociedad, se presentan sin las
necesarias referencias para el espectador neófito.
También se maquilla la ausencia de fuentes de alto rango saliendo a
entrevistar a funcionarios provinciales o municipales. Así, la búsqueda
de representatividad geográfica —objetivo más que loable del programa—
deviene arma de doble filo, pues al querer romper con el proverbial
"habanismo" de la televisión nacional, se desemboca en una especie de
rendición de cuentas donde causas y explicaciones se repiten de una
provincia a otra, sin aportar datos y aburriendo o acabando en
silogismos al estilo de: el deporte es muy importante para la salud y
por eso debemos cuidar las instalaciones deportivas, pues es demasiado
caro remozarlas.
Con todo, Cuba dice cumple mejor con lo de la agilidad que con lo de la
democracia. La saturación de funcionarios de nivel medio apenas deja
espacio para los ciudadanos de a pie. Aunque en varios programas "la
población" tiene un protagonismo aceptable, en ocasiones el asunto se
salda con un par de intervenciones o hasta ninguna.
Más allá, son las narrativas subterráneas de Cuba dice el verdadero
"vacilón" del programa, al reproducir éste muchos de los tópicos más
manoseados por la retórica oficialista para narrar la Cuba post 59.
La culpa es del "bloqueo" o de funcionarios de bajo rango
"La empresa no ha realizado una labor efectiva en la gestión de este
nuevo servicio, pero […] no se pueden perder de vista las problemáticas
a las que se enfrenta nuestro país", nos dice una funcionaria para
justificar que su empresa no pudo prever la magnitud de la demanda ante
la apertura de un nuevo servicio.
No se sabe de quién es la culpa
Asentado en el imaginario popular, en Cuba pervive un "ellos" borroso e
innombrable que está por encima de la realidad. Son "ellos" quienes
"mandan" pollo a la bodega, "bajan" orientaciones, "van" a poner
internet en las casas. Para no tener que subir hasta ahí, los
periodistas no indagan en las causas de los problemas, lo cual sería
buscar a sus máximos responsables. Así, cuestiones que según la propia
Talía González se repiten a gran escala, como la falta de gestión, de
sentido de pertenencia y de "sensibilidad", parecen brotar por sí solas
en condiciones climáticas propicias.
El pueblo siempre es culpable
En el resumen de un programa: "[Debemos] rescatar las instalaciones
deportivas del maltrato a que son sometidas en muchos lugares". Por la
población, se entiende. Que el Estado —su dueño de facto— no las repare
durante 20 años parece que no clasifica como maltrato.
Y en otro: "la necesidad de espacio para una numerosa familia no
justifica apropiarnos de espacios públicos" para construir viviendas.
Claro está, pero se nos privó de conocer qué piensan al respecto esos
inconscientes transgresores de la ley.
El dinero es malo
Quienes imponen giros postales de elevada cuantía le crean un problema a
Correos de Cuba. Este servicio no está diseñado para "sumas cuantiosas".
Así, desde su pedestal de periodista, Boris Fuentes, en quien se perdió
un excelente fiscal, cuestiona a vendedores y administradores sobre los
precios finales de algunos alimentos. El problema es que se quieren
obtener "demasiadas" ganancias.
La empresa está haciendo todo lo posible
Cuba dice no escapa de esa manía tan... revolucionaria, de ceñirse a
exponer solamente los problemas, como si las vías de solución no fueran
lo más importante.
Repartir equitativamente
La lógica del igualitarismo a ultranza también aflora en el programa.
Nos enteramos de que los recursos para el mantenimiento de las
instalaciones deportivas se distribuyen equitativamente, de manera que
le corresponda lo mismo "a todo el mundo". O sea, que a todo el mundo le
corresponda caerse a pedazos.
Por el camino vamos viendo cómo funciona
Los estudios de mercado son superficiales y recuerdan aquello de que el
mayor drama del subdesarrollo no es tanto la escasez de recursos como su
errática distribución.
ETECSA no pudo prever la avalancha de usuarios interesados en contratar
el nuevo servicio de correo electrónico en el móvil, y las oficinas de
correos más céntricas se quedan frecuentemente sin sellos para legalizar
documentos. Las asignaciones obviamente no se corresponden con la demanda.
El Estado y "el pueblo", juntos pero no revueltos
En materia de violaciones urbanísticas, las personas asumen que
resuelven sus problemas pagando las multas correspondientes. Un
arquitecto pone el dedo en la llaga: "la noción de espacio público,
espacio común, compartido, está en quiebra".
Los miembros de las nuevas cooperativas no agropecuarias citan como una
de las ventajas de esta nueva forma de gestión no estatal que los
trabajadores son dueños del negocio; por eso "ya aquí nadie roba, porque
ahora el negocio es de todos". O sea, que bajo el modelo centralizado de
economía lo natural es robar.
No saque usted sus propias conclusiones
También, cómo no, Cuba dice es una clase magistral del papel del
periodista en la sociedad cubana actual y su posicionamiento frente a
las fuentes.
Con minutos libres —por falta de acceso a directivos de alto rango o
porque la prudencia lo aconseja—, es fácil derivar hacia lo anecdótico o
lo detectivesco. ¿Qué sentido tiene, si no, en un programa de audiencia
nacional, ponerse a hablar de horarios y ofertas de tal o más cual
agromercado de La Habana?
También son desconcertantes esos trillos medio policíacos por los que a
veces discurre Cuba dice. Por ejemplo, cuando la Directora Económica de
una empresa llama de incógnito a la delegación de un municipio oriental,
haciéndose pasar por una cliente. Uno casi se imagina a Talía
indicándonos silencio con el dedito índice sobre la boca, al tiempo que
nos hace un guiño de complicidad, para entre todos a capturar al
infractor con las manos en la masa.
Es cuando menos curioso ese rol de justicieros vengadores que a estas
alturas arrastran muchos periodistas en Cuba. Mentalidad vertical que
quiere masticarle al televidente todo lo que debe ser masticado, que
trata de no dejarle nada más allá del rol de consumidor pasivo. El
programa cierra con la satisfacción del deber cumplido y Talía, la
estrella, sonríe satisfecha por haber demostrado su punto. Los
infractores —el trabajador común, el inspector, el director municipal si
acaso— han sido desenmascarados. ¿Nos damos cuenta, compañeras y
compañeros, de que la principal causa de nuestros problemas son algunos
individuos inescrupulosos que no se conforman con sus 20 CUC al mes?
En fin, buen intento. Cuba dice no llena pero entretiene, y ahí se
resume lo mejor y lo peor de este proyecto: cinco o diez años atrás no
se podía imaginar ese tipo de periodismo en Cuba; al mismo tiempo, está
claro que esos "vacíos informativos" antes citados apenas encuentran
atisbos de solución en enfoques como este.
Por ahí habrá quienes sostengan que Cuba dice es al menos un paso de
avance, y quienes aludan que se trata de un simulacro de democracia para
almas crédulas. Ambas opiniones tienen parte de razón: por supuesto que
en la TV todo sigue bajo control, pero quizás el Gran Emisor ha tenido
que molestarse en pensar cómo teatraliza una apertura de la información,
y por ende, cómo vigila que su propio teatro no se le vaya de las manos.
Source: Luces y sombras de 'Cuba dice' | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1403595856_9195.html
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