6 de septiembre de 2010

En los límites de la libertad

En los límites de la libertad
Jorge Olivera Castillo, Sindical Press

LA HABANA, Cuba, septiembre (www.cubanet.org) - Si los responsables del
portal electrónico WikiLeaks fueran cubanos, otra hubiese sido su
suerte. Desde la primera revelación de documentos confidenciales, en
este caso de la Agencia Central de Inteligencia, la detención y
procesamiento de los implicados en este acto, quizás de graves
consecuencias en relación al tema de la seguridad nacional de los
Estados Unidos, fuera parte de un proceso que terminaría en severas
condenas de cárcel o en el paredón de fusilamiento.

Independientemente de valoraciones favorables o negativas alrededor de
este suceso, siempre condicionadas por sentimientos, filiaciones
ideológicas, entre otras puntuales circunstancias, es oportuno destacar
que sólo en una democracia podrían darse este tipo de escenarios, donde
los ciudadanos pueden correr los límites de la libertad de expresión, en
detrimento de los más sensibles intereses nacionales.

Lo inimaginable, de acuerdo al contenido de los informes secretos
puestos en la palestra pública, es que los protagonistas de las
revelaciones aún puedan adelantar otras desde donde operan la polémica
página electrónica en medio de advertencias, pero sin que medie una
inminente orden de captura.

Es probable que exista una tendencia a sobrevalorar la importancia de lo
publicado hasta ahora por WikiLeaks. En este caso el valor mediático
podría ser muy superior al alcance real del contenido de los textos.

Recientemente, en una parcial reproducción de un cable de la agencia AP,
por parte del periódico Granma, se subraya que el sitio "continuará
publicando documentos secretos de gobiernos alrededor del mundo". De ser
cierto, este anuncio pudiera desatar un caos en materia de política
internacional, e incluso poner en crisis a decenas de gobiernos, con la
posibilidad de que algunos de ellos salieran del poder a partir de la
abierta exposición del material clasificado.

No es gratuita la alegría entre quienes detentan el poder total en Cuba.
Con gusto amplifican lo sucedido en los medios de prensa en aras de
buscar puntos adicionales en una lucha de trasfondo ideológico,
especialmente contra los Estados Unidos, que funciona como instrumento
de legitimización nacional e internacional para una élite anclada en los
puertos de la tiranía.

Atizar la conflictividad bilateral por diversas vías, y sacar el máximo
provecho de los escándalos que se suscitan bajo el paraguas de la
democracia, especialmente a causa de la generosa cobertura en materia de
derechos fundamentales en el vecino del Norte, son dos premisas a
explotar cada vez que se presenta la oportunidad.

Es impensable que en Cuba sucediera algo parecido al fenómeno de
WikiLeaks. El margen para apropiarse de documentos secretos y darlos a
conocer dentro de las fronteras nacionales, es nulo. Nadie se atrevería
a protagonizar semejante locura en un país gobernado por un régimen que
fue capaz de fusilar a tres jóvenes, en abril de 2003, por intentar el
secuestro de una embarcación local con el fin de huir hacia Estados
Unidos.


No importó que en el asalto no se reportaran heridos ni muertes. La
orden de fusilamiento fue inapelable. El trío de asaltantes murió sin
poder defenderse en un juicio justo.

También se recuerda que ese año fueron condenadas a prisión 75 personas
por ejercer su derecho de expresión y asociación, tal y como están
consignadas en la Declaración Universal de Derechos Humanos. Los
encartados carecieron de una defensa creíble. Los contactos con los
abogados se limitaron a 5 minutos antes de iniciarse los respectivos
procesos judiciales.

Si algún día apareciese dentro de Cuba alguien con la voluntad de
emular la osadía de los operadores del controvertido sitio digital,
habría que pronosticar arrestos inmediatos, extraordinarias condenas a
prisión y probables sentencias a muerte en tiempo record.

Una discreta revelación de secretos de Estado en Cuba a la manera de
WikiLeaks, bastaría para que se quebraran importantes columnas del poder
totalitario. No hay dudas de que la nomenclatura tomó desde hace tiempo
las debidas precauciones.

Para eso enseña día a día su arsenal, encabezado por la impunidad y
otras armas no menos eficaces cuando de aplicar el terror se trata.

oliverajorge75@yahoo.com

http://www.cubanet.org/CNews/year2010/sept2010/06_C_2.html

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