Del familiar al ciudadano
Lo que busca el presidente Barack Obama es sentar las bases para que el
cubano residente en la Isla se independice no solo del Estado sino
también de la familia en el exilio
Alejandro Armengol, Miami | 22/12/2014 12:49 pm
Para los que llevamos décadas viviendo en este país, la elección al
salir de Cuba fue fácil y difícil al mismo tiempo: empezar de nuevo. De
una forma u otra todos lo hicimos. El restablecimiento de relaciones
entre Cuba y Estados Unidos cambia esta ecuación.
Puede que no tanto en lo personal, y seguramente no en muchos recuerdos.
Hace poco, una miniserie de televisión alemana me recordó a Cuba. En una
escena de Unsere Mütter, Unsere Väter una mujer recibe una visita
inesperada y desagradable en su nuevo apartamento. Una muchacha llega
preguntando por quienes vivían allí antes. Contesta altiva y acusadora.
Quién es esa que se interesa por los judíos que ella nunca vio, pero a
los que despojaron de la vivienda donde ahora sobrevive con varios
hijos, mientras su marido se encuentra en el frente. La escena se repite
luego tras la caída de Berlín, solo que quien viene ahora es el hijo de
esos judíos que seguramente murieron en un campo de concentración. De
amenazadora, la mujer ha pasado a estar temerosa, a ignorar cualquier
conocimiento del pasado. De interrogadora pasa a ser interrogada. Y no
responde. Simplemente niega
Todo el que vivió en Cuba y tuvo que dejar su casa, sus muebles, hasta
sus platos y cubiertos sin esperanza de recuperarlos, conoce bien las
dos escenas.
No se repetirán ahora en la Isla, pero surgirán temores. Luego de la
euforia inicial, que parece vivirse en Cuba ante la falsa ilusión de que
un anhelado levantamiento del embargo/bloqueo resolverá todos los
problemas, vendrá la realidad: surgirán otros y saldrán a relucir
algunos que por años han acechado o casi desaparecido.
No, no es lo mismo, La Habana no ha "caído". El esperado inicio de
conversaciones para restablecer vínculos diplomáticos se producirá con
el mismo gobierno que tomó el poder el 1ro. de enero de 1959 y con igual
sistema imperante a 90 millas en esa fecha. No es un encuentro entre
nuevos amigos, sino entre viejos enemigos, quizá ya cansados y también
transmutados. Y así y todo, nada será igual.
En primer lugar porque se pasará del ámbito familiar al ciudadano. Hasta
ahora ha sido la familia el factor que viene definiendo esa porosidad
fronteriza, que ha convertido a Miami en una especie de puesto de
abastecimiento para la Isla, donde el exilio —en su caracterización
ideológica— se ha estado diluyendo, tiende a desaparecer, aunque
perduran tanto las causas que les dieron razón de ser como las que hacen
que en la actualidad continúe.
Entre ese existir —y el aprovecharse de las leyes y medidas que lo
facilitan aquí en Estados Unidos— y la desvirtualización de sus
supuestos objetivos primarios se define este instante aquí y en Cuba.
Lo más socorrido es decir entonces que se ha producido una
transformación, en la que más que hablar de un exilio activo hay que
mencionar que se trata de una emigración.
Añadir que esta emigración cada vez más se asemeja a la que por muchas
décadas han realizado quienes llegan a este país en busca de una mejor
vida, no importa si desde México, Centroamérica u otro país. No se debe
condenar a nadie que intente mejorar su vida, sobre todo si uno hizo lo
mismo antes.
Pero esta explicación adolece de un problema, y es que enmascara el
hecho de que el éxodo cubano continúa respondiendo a razones políticas.
Al igual que La Habana, Washington actúa de acuerdo a sus intereses:
mantener una estabilidad social y política, forzada en ambas costas.
En este punto todos, cubanos de aquí y de allá, han optado en común por
la válvula de escape, como solución a los problemas cotidianos. En la
Isla se prefiere pedir ayuda a los parientes antes que enfrentar
cualquier protesta, simple pero no exenta de consecuencias. En el exilio
se vuelve, pero no se regresa.
Lo que busca el presidente Barack Obama es cambiar en cierto sentido esa
ecuación, no en el ámbito político sino social y económico. Permitir que
la ayuda para el establecimiento de ese pequeño negocio familiar, o la
forma en que puedan lograrse los medios para ejercer un oficio no
dependan solo de la familia —aunque en buena medida seguirá siendo así
en cuanto al aporte de capital inicial— sino de la propia iniciativa
ciudadana. Sentar las bases para que el individuo se independice no solo
del Estado sino también de la familia. Es un esfuerzo saludable y que
merece todo el apoyo, porque en la medida que la persona sea
independiente de la familia, también esta en el exterior dejará de ser
rehén del gobierno cubano, como hasta ahora.
Una normalización de relaciones traerá cambios —más o menos rápidos— que
ni siquiera se comienzan a vislumbrar de momento.
El más importante e inmediato de estos cambios es que —cuando comience a
marchar el proceso— uno de los temas a debatir será el de la
repatriación de miles de cubanos residentes en Estados Unidos, que en
estos momentos no pueden ser deportados, ya que el gobierno cubano se
niega a admitirlos, salvo en algunos casos.
Otros cambios, entre muchos, tendrán que ver con el establecimiento de
normas —de cumplimiento obligatorio por ambos países— que tienen que ver
con cuestiones que van desde los derechos de autor hasta el refugio. No
más piratería de películas en ambas costas, pero también: ¿hasta cuándo
sobrevivirá la Ley de Ajuste Cubano?
A todas esas interrogantes se une la necesidad de conversaciones entre
los dos países, para definir los derechos en la Isla de quienes nacieron
en Cuba, pero hoy son ciudadanos estadounidenses.
Se dirá que este es un problema que atañe solo a la parte cubana. A
partir de que el país no admite la doble ciudadanía y continúa
considerando cubanos a todos los que nacieron allí.
Es cierto, es un problema del gobierno cubano, que de momento no ha
mostrado la menor intención de resolver. En un mundo cada vez más
globalizado, el régimen de La Habana se encierra en un concepto de
nacionalismo decimonónico, propio a su conveniencia.
El nacer en Cuba implica una serie de responsabilidades —dicen desde
Cuba y repite aquí su coro de seguidores—, y bajo el mantra de la
"patria" hay que defender, respetar y contribuir en favor de algo que no
es patria ni Estado, sino simplemente gobierno y en última instancia un
apellido: Castro.
Al igual que el gobierno cubano lleva años aprovechándose de la
priorización de los valores familiares entre sus residentes aquí y allá
—en un cambio a conveniencia del rechazo inicial de la familia frente al
Estado, por otro en que la familia debe colocarse en beneficio de este y
no a la inversa— ha convertido a la patria en una especie de madre o
padre a la que siempre hay que servir, obedecer y ayudar, por deber
elemental filial, no importa las boberías que diga, más si se ha
deteriorado con el inevitable paso de los años.
Solo que quienes ahora son estadounidenses por adopción, no se
caracterizan simplemente como hijos de Cuba, aunque la nación de origen
aparezca en el pasaporte, sino son ciudadanos con plenos derechos. Y el
deber del país de adopción es reclamar por esos derechos.
Ese reclamo corresponde a Washington. Va más allá de la decisión
personal que se adopte, ya sea no visitar Cuba con un pasaporte cubano
—porque ya no se es cubano a los efectos legales en cualquier parte del
mundo— o pasar por alto ese "detalle", porque otros factores pesan más:
desde deseos hasta necesidades familiares.
En este sentido, y como ciudadano norteamericano, las obligaciones y
derechos son otros. Cuba no debe ser una excepción, porque es un derecho
como estadounidense y no un deber por haber nacido en la Isla.
Lo que llama la atención es que este tipo de reclamo no se formule en el
exilio, donde aún se vive bajo el encierro de la arcadia del pasado; en
esa dicotomía anti-pro que cada vez define menos. Si realmente se ha
iniciado una nueva era y ha caído el último reducto de la guerra fría en
el Hemisferio, el futuro tiene que establecerse también por los
derechos, no solo de los cubanos. sino también de los que ahora son
norteamericanos. Simplemente para tenerlos, ni siquiera para usarlos.
Source: Del familiar al ciudadano - Artículos - Opinión - Cuba Encuentro
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http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/del-familiar-al-ciudadano-321307
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