New York Times: otro editorial más sobre Cuba
Acorde con el diario norteamericano los líderes de las más grandes
economías de América Latina, en particular, podrían convertirse en los
principales protectores de los líderes de la oposición cubana durante la
Cumbre de las Américas en Panamá, en abril.
diciembre 28, 2014
El último editorial del The New York Times dedicado a Cuba, ahora sobre
dinámicas para los disidentes en la isla, asegura que las palabras
fueron escritas en grafiti en la calle donde vivía el disidente cubano
Oswaldo Payá, unos pocos años antes de su misteriosa muerte en 2012. "En
una plaza sitiada, la disidencia es traición".
A lo largo de décadas, el autoritario Gobierno cubano ha usado ese
conveniente argumento para ejercer un fuerte control sobre la vida de
sus ciudadanos e impedir que los movimientos de oposición lleguen a
representar una amenaza para el Estado. El mensaje era perfectamente
claro: mientras Estados Unidos insistiera en derrocar a los líderes de
la isla y entrometerse en los asuntos internos del país, los cubanos,
por cuestión de soberanía nacional, tendrían que permanecer unidos.
Pero según el diario la era que comenzó este mes cuando el Presidente
Obama y el Presidente de Cuba, Raúl Castro, anunciaron el fin de más de
medio siglo de enemistad entre sus gobiernos, es un momento clave para
quienes forman parte del diverso y valiente movimiento de oposición en Cuba.
Bajo el mando del Partido Comunista, los cubanos han sido sometidos a la
austeridad, producto de una anémica economía centralmente planificada.
Su acceso al Internet es severamente limitado y censurado. La prensa
oficial de la isla está completamente subyugada a los intereses del
Estado. Fuera de los rígidos mecanismos del Partido Comunista, los
cubanos tienen pocas vías para enfrentar a sus líderes.
En 1998, continúa New York Times, durante el fin de una década de hambre
y privación, propiciada por el colapso de la Unión Soviética, la cual
sirvió como patrón de Cuba por muchos años, Payá dio inicio a una misión
corajuda. Bajo una ley cubana que en teoría permitía que grupos de
10,000 o más votantes sugirieran nuevas leyes, Payá obtuvo, según
algunos cálculos, más de 25,000 firmas de cubanos partidarios de
reformar la Constitución de manera drástica para autorizar elecciones
libres, derecho de asamblea, prensa libre y una economía menos regulada.
En 2002, asegura el diario en su editorial, la Asamblea Nacional de Cuba
respondió a la iniciativa de Payá, conocida como el Proyecto Varela,
enmendando la Constitución para establecer que el sistema unipartidista
socialista de la isla era "irrevocable". El siguiente año, las
autoridades en Cuba encarcelaron a decenas de disidentes y periodistas
independientes durante un período de intensa represión conocido como la
primavera negra. Muchas de las personas detenidas durante ese periodo,
el cual pasó relativamente desapercibido en el ámbito internacional por
coincidir con el principio de la guerra en Irak, pertenecían al
movimiento de Payá.
En 2010, sigue el diario, el Gobierno cubano accedió a poner en libertad
a varios de los presos políticos, mediante un acuerdo negociado con la
Iglesia Católica, con la condición de que debían emigrar a España. En
2012, Payá falleció en un accidente vehicular en Cuba que, según
sospechan muchos activistas, fue orquestado por agentes de seguridad.
Algunos de los presos que fueron puestos en libertad, entre ellos José
Daniel Ferrer, un aliado de Payá conocido por ser de carácter fuerte,
rehusaron abandonar la isla. Ferrer es el líder de la Unión Patriótica
de Cuba, el grupo de oposición más visible y activo. En una reciente
entrevista en La Habana, Ferrer dijo que los ocho años que pasó en
prisión representaron una oportunidad para considerar por qué no
triunfaron los movimientos de disidencia en el pasado y cuál podría ser
la fórmula exitosa en el futuro. Históricamente, dijo, los activistas
han sido percibidos por sus compatriotas como víctimas indefensas de un
Estado opresivo. "Esa gente lo que inspira es lástima, no deseo de
seguirle", dijo. "Tratamos de evitar que a la gente le lleguen discursos
de perdedores".
Ferrer dijo que su objetivo no es propiciar el tipo de cambio de régimen
repentino y dramático por el cual han luchado varios exiliados. Lo que
busca es que el movimiento de oposición llegue a ser lo suficientemente
empoderado para tener voz y voto en el ámbito político. "Hay que ser
suficientemente grande para obligar al régimen a negociar", dijo. "Nadie
quiere apostarle al caballo que va a perder la carrera".
A pesar de décadas de privación económica y represión estatal, según el
diario, la gran mayoría de cubanos no han estado dispuestos a unirse a
movimientos de oposición o apoyarlos abiertamente. Es fácil comprender
por qué. El audaz servicio de inteligencia de la isla ha logrado
penetrar los movimientos de oposición a través de los años, lo cual ha
dificultado que formen alianzas. También ha logrado tildar a los
disidentes como codiciosos agentes de iniciativas de gobiernos
occidentales, una estrategia efectiva en un país nacionalista que
históricamente ha sido objeto de complots estadounidenses.
Apunta The New York Times que después del anuncio de un acercamiento
entre Washington y La Habana este mes, un grupo de prominentes
activistas y miembros de la sociedad civil emitieron un comunicado con
cuatro demandas razonables. Piden la liberación incondicional de presos
políticos. Cuba se comprometió a liberar a 53 presos políticos como
parte del acuerdo que negoció con Washington. Los activistas también
exigen que Cuba acate los principios de la Declaración Universal de
Derechos Humanos, un acuerdo que La Habana ratificó. El comunicado,
firmado por Ferrer y la popular bloguera Yoani Sánchez, entre otras
personas, también pide que el gobierno reconozca a líderes de la
sociedad civil que no están vinculados al Estado. Por último, exigen que
el gobierno esté dispuesto a contemplar reformas constitucionales que
pudieran llevar finalmente a elecciones libres y democráticas.
Concluye el diario estadounidense que si el movimiento de oposición en
Cuba se fortalece a raíz de la mejora de relaciones con Washington, o si
el acercamiento hace que la represión se intensifique, dependerá en
buena medida del apoyo que obtengan los activistas de la comunidad
internacional. A medida que Cuba sea más accesible para los
estadounidenses, particularmente quienes además tienen ciudadanía
cubana, es posible que el gobierno en La Habana, sintiéndose vulnerable
frente a una oleada de inversión, turismo y mayor flujo de información,
aumente sus esfuerzos por reprimir la disidencia.
Durante décadas, los gobiernos latinoamericanos han protegido, o por lo
menos tolerado, al régimen de los Castro porque confrontarlo hubiera
sido interpretado como un respaldo de la política severa de Washington.
Ahora que Obama puso fin a ese dilema, los líderes de países
democráticos tienen la posibilidad de defender los principios por los
que abogan activistas cubanos. Los líderes de las más grandes economías
de América Latina, en particular, podrían convertirse en los principales
protectores de los líderes de la oposición cubana durante la Cumbre de
las Américas en Panamá, en abril.
Source: New York Times: otro editorial más sobre Cuba -
http://www.martinoticias.com/content/new-york-times-cuba-editorial/83180.html
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