Cuba/USA: después de la celebración
Hay muchas razones para saludar el reestablecimiento de relaciones
Haroldo Dilla Alfonso, Santiago de Chile | 22/12/2014 1:02 pm
El restablecimiento de relaciones entre Cuba y Estados Unidos abre un
nuevo capítulo en ese retozo de Eros y Tánatos que ambos países han
sostenido desde hace dos siglos.
Es el tipo de movida política en la que —según los politólogos— todo el
mundo gana. En el corto plazo —ese plazo que alimenta los 15 minutos de
las celebraciones la élite postrevolucionaria cubana ha ganado más que
nadie mostrando músculos en una contienda en la que, se dice, no ha
cedido en nada y ha obtenido todo.
Pero cuando se apaguen las luces y cese el jolgorio, los dirigentes
cubanos seguirán cargando tanto el peso de sus propias incapacidades
como el de una relación geopolítica muy desigual. Y tendrán que afrontar
los desafíos que provienen de lo que fue indudablemente una victoria,
pues en política cada triunfo trae nuevos desafíos debajo del brazo. En
ocasiones más exigentes que el éxito que les precede.
No es el caso de Estados Unidos, para quien el tema del bloqueo/embargo
es absolutamente secundario. Obama sabe que encontrará opositores y
obstáculos para todo —hasta para nombrar un embajador potable— pero
también sabe que tiene a su favor dirigir un país que tiene más clientes
que amigos. Y Cuba puede llegar a ser un buen cliente para las
inversiones y el comercio si se incrementaran las oportunidades de
negocios en la Isla y si su gobierno explicitara en este nuevo contexto
su buena disposición a satisfacer demandas legítimas en torno a las
expropiaciones de los 60. Y mientras tanto Cuba continuaría cooperando
con Estados Unidos en temas sensibles como la migración, el medio
ambiente y el narcotráfico, tal y como ha estado haciendo con notable
eficiencia hasta el momento. En ocasiones con mayor eficiencia que otros
países aliados fronterizos.
Posiblemente de esta diferencia resultaron los contrastes de las dos
comparecencias presidenciales que anunciaron el acuerdo. Obama se mostró
relajado, carismático, argumentativo y proclive a reconocer errores
pasados. Como se dice, suave, muy suave. A diferencia del General
Presidente cubano, que apareció en traje militar de campaña, leyendo un
documento con el mismo tono como se dirige a sus tropas en la plazoleta
de El Cacahual y sin mostrar el menor asomo de querer rectificar nada.
Parecía asustado y seguramente lo estaba pues para Cuba el cambio es
transcendental. Como se dice, duro, muy duro, lo que remató en otro
discurso reciente desempolvando la consigna insignia de una retórica
fatigada: Patria-o-Muerte- Venceremos.
La historia es complicada. El gobierno cubano pudo reírse del
bloqueo/embargo mientras gozó de transferencias externas que le
garantizaban la sobrevivencia. Por eso Fidel Castro —cuya constitución
mental solo reconoce el conflicto como recurso— pudo patear en la cara a
Carter y luego obligar a Clinton a firmar la Ley Helms Burton. Y
sencillamente seguir gobernando atando la economía a subsidios
—soviéticos o venezolanos— y la vida cotidiana a la cartilla de
racionamientos.
Pero si algo demostró el último medio siglo es que el desarrollo de Cuba
no se puede conseguir en un marco de hostilidad con tan descomunal
vecino y sin acceder a su mercado. Lo aprendieron, "en pellejo propio",
los cubanos comunes de todas las latitudes. Los militares cubanos y sus
tecnócratas también lo han entendido. Y por eso los diseños de los
principales planes económicos en los que debe descansar el despegue de
la Isla han basado su viabilidad en esa relación. El complejo económico
en torno al Mariel, y en general toda la habilitación turística de la
franja costera Habana/Matanzas —los pivotes claves de la recuperación
económica— se han hecho mirando al Norte, donde, de paso, reside la
comunidad más activa económica y demográficamente de la sociedad
transnacional cubana: los emigrados. A pesar de su declarado
tercermundismo, La Habana mira insistentemente al Norte.
En resumen, el fin del embargo y la normalización de relaciones con
Estados Unidos no resolverán per se ninguno de los muchos y acuciantes
que hoy afronta la sociedad cubana, en la misma medida en que estos
problemas no se originan —como es usual escuchar en los corrillos
"solidarios"— en el bloqueo. Se originan en escenarios complejos en los
que el diferendo con Estados Unidos tiene un lugar pero determinados
ante todo en la incapacidad manifiesta de la actual élite política para
crear un clima económico dinámico, una distribución social justa y un
sistema político democrático. Pero el la normalización de relaciones sí
creará un escenario más favorable para avanzar en la búsqueda de soluciones.
En el campo político —donde los dirigentes cubanos niegan todo tipo de
cambios políticos en la creencia de que ellos protagonizan el sistema
más democrático del mundo— la normalización de relaciones creará un
contexto diferente a aquel de fortaleza sitiada en que cada disidente
fue considerado un traidor. Y castigado como tal, con la cárcel o el
destierro. El gobierno tendrá que moderar el uso de su último recurso
retórico —el nacionalismo intransigente frente a una imaginada agresión
imperialista— y según se relajen los impedimentos del bloqueo, también
tendrá que buscar en otro lugar las excusas antimperialistas del
descalabro económico. La sociedad cubana tendrá inevitablemente más
acceso a información y contactos. Y el espectro crítico y oposicionista
del sistema, pudiera ganar más oportunidades para opinar y actuar sin
que pueda ser presentado como agente de un enemigo que se desvanece.
Hay muchas razones para saludar el reestablecimiento de relaciones. Es
encomiable que el gobierno americano haya reconocido que la política de
hostilidad fracasó en muchos sentidos y que son necesarios nuevos
enfoques. Y es loable que el General Raúl Castro haya decidido dejar a
un lado las políticas desastrosas de su hermano y haya entendido que la
normalización de relaciones con Estados Unidos es necesaria para el
futuro de la Isla. Vale imaginar —imaginar no cuesta nada— que en esta
nueva coyuntura en que el "peligro imperialista" retrocede algunos
palmos, la élite postrevolucionaria tome conciencia de que la patria es
de todos, y a todos —no importa preferencias ideológicas o adscripciones
políticas— nos toca decidir.
Source: Cuba/USA: después de la celebración - Artículos - Opinión - Cuba
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http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/cuba-usa-despues-de-la-celebracion-321310
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