La fachada del castrismo se desmorona
MARI LUZ ALONSO
Cuba afronta su transición ante los enésimos rumores de la inminente
muerte de Fidel Castro. El comandante ya ha elegido dónde reposará su
cuerpo mientras su hermano Raúl emprende una tímida 'actualización' del
sistema.
Libertad o muerte. Cuba vive en una encrucijada que la obliga a romper
con su bendita paciencia colectiva –esa que ha hecho posible 54 años de
Revolución socialista– y se prepara para una transición que los
ciudadanos del son, el ron y el maní esperan sea sosegada.
Desde que en febrero de 2008 Raúl Castro tomara las riendas del último
reducto mundial del comunismo, el Régimen ha dado tímidos pasos en pro
de la liberalización comercial del país. El ahogamiento económico de la
isla –motivado en parte por el embargo que mantiene Estados Unidos y en
parte por la incapacidad del propio sistema comunista– ha forzado al
heredero de Fidel a iniciar un giro que muchos interpretan en Cuba como
el principio del fin del Régimen.
Recorrerse La Habana desde la plaza de la Revolución, en la que tiempo
atrás el Comandante pronunciaba sus prolongados discursos, hasta el
Malecón, en el que los cubanos siguen reuniéndose para beber ron
mientras los niños comen palomitas de maíz y maní, sin perder de vista
La Habana Vieja, en la que los edificios coloniales sobreviven
apuntalados, es obligado para cualquiera de los más de 150.000 turistas
que cada año entran en la isla –en torno a 7.000 son españoles–. Pero
ese paisaje a partes iguales populoso y deprimente retrata mejor que
cualquier crónica del diario oficial Granma la realidad cubana. En ese
periódico en el que el castrismo difunde su propaganda no confía ya ni
el último de los cubanos que pueblan Sierra Maestra, tierra que elevó a
los altares del comunismo a Fidel Castro. La mención del hasta hace poco
innombrable Comandante en Jefe, al que algunos se referían sólo por
señas indicando su barba, ya no infunde miedo. El pueblo cubano ha
perdido todo respeto por el hombre que ha regido sus designios durante
medio siglo y el relevo en la cúpula del Gobierno de la república ha
acabado por dilapidar el pavor que durante 50 años ha mantenido en
silencio a los cubanos.
Sin derechos humanos
La disidencia ha hecho visible lo que el Régimen se ha esforzado en
ocultar y las últimas crónicas sobre las detenciones arbitrarias
llevadas a cabo por la policía revolucionaria, firmadas por disidentes a
los que Estados Unidos está dando apoyo logístico para que tengan acceso
a las redes sociales que el castrismo capa de forma sistemática, son la
mejor prueba de la transición que vive Cuba. Cuentan los opositores que
cada día son más los ciudadanos que dejan de mirar detrás de la cortina
de sus ventanas los arrestos y salen a la calle para impedir las
detenciones. A pesar de todo, según la Comisión Cubana de Derechos
Humanos, sólo en el mes de octubre el Régimen castrista arrestó al menos
a 520 ciudadanos por motivos políticos y en los primeros 10 meses de
este año ya son más de 5.600 los cubanos que han dormido más de una
noche en el calabozo por no esconder su malestar con las políticas del
Gobierno de la república.
Pese a la dolorosa realidad de libreta de racionamiento, o canasta
familiar, en la que ya no se incluyen productos tan básicos para una
alimentación de subsistencia como las patatas, los cubanos siguen
manteniendo la serenidad como rasgo principal de su carácter. Elizardo,
guía turístico, admite que ese caricaturizado rasgo del pueblo cubano es
tan real como desesperanzador y a él culpa este funcionario de la
desidia en la que vive la sociedad habanera, que inventa mil fórmulas
para engatusar a incautos turistas y sacarles el dinero, pero se niega a
levantarse contra el Régimen que ha logrado cortar todas sus aspiraciones.
Precisamente la llegada masiva de extranjeros, que crece cada año, está
sirviendo de bombona de oxígeno para la economía de la región. La
implantación de la doble moneda –los nacionales pagan en pesos cubanos
mientras que los extranjeros lo hacen en pesos convertibles– ha supuesto
una importante inyección de divisas en el país. Tanto es así que el
Gobierno cubano busca a la desesperada alianzas con agencias turísticas
especializadas en cruceros por el Caribe. El problema, esgrimen en la
isla, es el bloqueo estadounidense que impide que un barco recale en un
puerto norteamericano en los 180 días posteriores a su llegada a Cuba.
Si EE UU eliminara esta restricción –dicen las autoridades cubanas–, un
millón de visitantes llegarían a la isla en barco de crucero. Por
contra, el castrismo sí cuenta con el apoyo incondicional de China, que
suministra a la compañía nacional de turismo cubana flamantes autobuses
en los que transportar a los turistas.
Las guagas destartaladas que circulan por la isla son sólo para los
locales, pero la leve apertura del Gobierno de Raúl Castro ha permitido
la proliferación de unas bici-taxis que recorren, gracias al sudor de la
frente de sus conductores, las poco higiénicas calles de La Habana Vieja
entre los desconchones de las fachadas, las zanjas, el cableado
eléctrico, la suciedad de las exiguas aceras y la vegetación que florece
en las decoradas terrazas de los palacetes coloniales que hace más de un
siglo levantaron los españoles.
Pero, para comprender el cambio que está experimentando la sociedad
cubana y que ha derribado por fin la fachada ilusoria que el comunismo
logró levantar, es necesario hacer un repaso por las tímidas medidas de
actualización del sistema –así denomina el Régimen el proceso de
transición económica– que está llevando a cabo el Gobierno de Raúl
Castro, en el que el heredero de Fidel introdujo hace algunos años a
militares de su confianza en detrimento del equipo económico de su hermano.
La última de sus decisiones, aprobada en octubre, es quizá una de las
más esperadas. Se trata de la modificación de la ley migratoria gracias
a la cual los cubanos dejarán de tener restringida la salida del país. A
partir de 2013, se eliminará el permiso de salida y las denominadas
cartas de invitación, hasta ahora imprescindibles para volar fuera de la
isla. Además, los cubanos podrán permanecer en el extranjero 24 meses y
no 11 como hasta ahora. Eso sí, la libertad no será real hasta que no se
eliminen las barreras que lleva aparejadas la normativa y que pasan por
impedir la salida a los disidentes –para evitar que informen fuera de la
situación existente en la república otrora colonia española–, así como
la de los profesionales más reputados, pues el Régimen quiere evitar una
fuga de cerebros. Por tanto, tener el derecho a viajar al extranjero
seguirá dependiendo del criterio discrecional de la Administración
castrista, que, sin duda, tal y como reconocen los cubanos, abrirá la
mano porque necesita las remesas de dinero que los que se vayan enviarán
a la isla.
El sueño del balsero
Ese sueño de volar en busca de un futuro en el que el deseo de prosperar
no se vea cercenado es el que llevó al hijo de Ernesto, enterrador del
cementerio de Colón de La Habana, a morir en una balsa. El dolor
producido por el fallecimiento de su hijo mientras intentaba alcanzar
las costas estadounidenses sólo es superado por el ansia de ver a sus
nietos progresar en una sociedad que sepa valorar el esfuerzo. Él se ha
convertido en el padre forzoso de una niña de 12 años que a buen seguro
formará parte de la primera generación de cubanos que no tenga que
volver a rezar frente a la estatua de la Virgen de los Balseros en el
cementerio de Colón.
El motor actual del crecimiento de la isla tiene también mucho que ver
con otro cambio normativo que ha dado luz verde a la venta de inmuebles,
algo hasta ahora prohibido. En ese mundo feliz dibujado por el comunismo
y retratado por el escritor británico Aldous Huxley, en el que el Estado
es el dueño de todo y los ciudadanos reciben casa y alimentos, pero
tienen impedidas todas sus aspiraciones, cohabitan los cubanos que han
visto desmoronarse los palacetes de los que la Revolución echó a la
oligarquía que apoyaba al general Batista. Para limpiar de mugre la
fachada de esos edificios que muestra el paso del comunismo por la isla,
Raúl Castro ha decidido permitir la venta de materiales de construcción
a la población, de modo que los cubanos comienzan a remozar las fachadas
de las casas en las que viven, al igual que el Régimen intenta hacerlo
con la arquitectura del Malecón, una labor de rehabilitación en la que
colabora la Unesco.
Menos funcionarios
Como en Europa, Raúl ha amenazado a su población con suprimir un millón
de empleos estatales para hacer más eficiente la Administración, que
apenas paga el equivalente a 20 euros al mes a sus funcionarios, poco
más si estos son maestros o médicos. Lo hará de forma progresiva porque
sabe que la industria del país es tan exigua que sería incapaz de
absorber esa mano de obra. Lo que sí ha comenzado a desarrollar es un
programa por el cual los empleados públicos cobrarán en función de su
producción. Eso significa que el Régimen está dispuesto a poner fin a 54
años de laboriosa lobotomía consistente en capar el mérito y el esfuerzo
en pro de una igualdad comunista.
En ese marco se encuadra también el permiso para la emisión de nuevas
licencias de taxis privados, que han crecido como la espuma y se agolpan
a la vera de la plaza del Capitolio –réplica del estadounidense, pero
tres centímetros más alto, como recuerdan los taxistas–, que estaban
prohibidas desde 1999. También se pueden abrir nuevas barberías y
peluquerías, cuyo control hasta ahora estaba en manos de la
Administración. En ese tipo de negocios y especialmente en los empleos
derivados del turismo se basa actualmente la economía nacional. Además
del trabajo mejor pagado de lo habitual que se oferta en los complejos
hoteleros de zonas como Varadero, en La Habana proliferan los paladares,
otrora casas particulares de comida clandestinas. En la casa Don
Lorenzo, en La Habana Vieja, comer el tradicional arroz con fréjoles y
pollo al lado de una familia cubana ha dejado de ser algo impensable.
El problema de los emprendedores que están dispuestos a luchar por
construirse un futuro que no esté tutelado por el Estado son los altos
impuestos que tienen que pagar. Oswaldo, conductor de una bici-taxi,
afirma que los cambios que ha experimentado la sociedad cubana en los
últimos cuatros años han sido muy importantes, pero queda demasiado por
hacer y el ansia recaudatoria de la Administración le obliga a entregar
la mitad de lo que gana al Estado.
Guajiros y teléfonos móviles
Algo similar le ocurre a los guajiros, como se denomina a los campesinos
cubanos. El viejo lema que dice que la tierra es para quien la trabaja
nunca ha tenido sentido en Cuba y los productores de tabaco han sufrido
la obligatoriedad de entregar su trabajo al fondo perdido del castrismo.
Ahora, los guajiros venden al Estado su producción, al precio que la
Administración dicta, pero pueden quedarse con un 10% para consumir o,
lo que es más habitual, revender en el floreciente mercado negro, del
que ahora han desaparecido los teléfonos móviles que ya pueden obtenerse
de forma legal.
Hasta hace poco tener un móvil, un ordenador o un reproductor de DVD era
poco menos que una sentencia que tachaba al propietario de disidente
político. La liberalización de la venta de estos dispositivos, a los que
a pesar de todo, solo puede acceder una ínfima parte de la población, es
otro de esos pasos adelante a los que en ocasiones siguen dos pasos
atrás. El ahogamiento económico mundial, que ha derivado en un recorte
brutal de los recursos que algunos países dedican a la cooperación al
desarrollo, afecta de forma directa a Cuba, pues uno de los principales
suministradores de ayuda a la isla es España. Esa es la clave de otra de
las medidas: la ampliación de 50 a 99 años los derechos de usufructo de
las tierras para proyectos de turismo. Esta decisión busca a la
desesperada atraer inversión extranjera, pues el castrismo ya no tiene
ni miseria que gestionar.
La estrecha relación que el castrismo mantiene con sus vecinos
venezolanos y en menor medida con la Administración de Cristina
Fernández de Kirchner es la base del sostenimiento económico del
sistema. La televisión cubana emite de forma constante propaganda
recordando los beneficios de ese modelo político en el que solo existe
un partido, el Comunista, pero que aseguran es plural como ningún otro
sistema en el mundo.
La represión que ha degenerado en desidia social sigue existiendo, pero
la pequeña liberalización que se respira en la isla está dando lugar al
germen de una nueva sociedad dispuesta a luchar por un futuro tan
incierto como esperanzador, en el que el primer escalón será sin duda el
adiós definitivo a la era Fidel Castro. El Comandante ya tiene su hueco
en un mausoleo dedicado a las fuerzas revolucionarias en el cementerio
de Colón de La Habana. Su tumba quizá pueda verla desde su residencia
Raúl Castro, cuya vivienda de estilo soviético se levanta a la espalda
del famoso camposanto. Mientras eso ocurre, los cubanos siguen
subsistiendo entre la lectura obligada de los discursos de Fidel Castro,
la añoranza de la utopía que sigue representando el Che, las apreturas
de la falta de alimentos y jabón y el ansia de libertad que pasa
irremediablemente por el derrocamiento de un Régimen que ya dura medio
siglo. Los cubanos lo tienen claro: libertad o muerte.
http://www.intereconomia.com/noticias-gaceta/internacional/fachada-castrismo-se-desmorona-20121124
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