Cometa y represión
[20-11-2012]
René Gómez Manzano
Abogado y Periodista Independiente
(www.miscelaneasdecuba.net).- Una vez más ha sido noticia la represión
desatada por los agentes del régimen castrista contra un grupo de
personas de talante contestatario. En este caso, contra hombres y
mujeres que de un modo u otro están relacionados con el proyecto de
intelectuales que —curiosamente— se han dado a conocer por el nombre
técnico de la situación de estrés en que suele encontrarse un actor
antes de salir a escena: Estado de SATS.
Igual que un cometa, que al cabo de un lapso más o menos considerable
vuelve a pasar por un sector determinado del espacio celeste, así
también los represores comunistas, como el alacrán del cuento, no pueden
sustraerse a su vocación de atropellar cada cierto tiempo a los
ciudadanos a quienes se supone que amparen.
Aunque —es necesario aclararlo— el período que suele decursar entre una
y otra arremetida castrista no tiene nada que ver con los decenios que
un cuerpo astral como el cometa Halley demora en acercarse de nuevo a la
Tierra. Las embestidas del régimen cubano, a lo sumo, están separadas
unas de otras apenas por días.
En este caso, lo más alarmante fueron las razones presumibles del
desenfreno oficialista. Y tengo que expresarme en estos términos porque,
en realidad, las autoridades y sus agentes no se dignan explicar el
porqué de su actuar. Al parecer, consideran que el mero hecho de
informar a los afectados los motivos por los que han procedido de un
modo determinado, de alguna manera los menoscaba.
En esto se pone de manifiesto que en la Cuba de hoy no existe un Estado
de Derecho. Uno de los rasgos fundamentales de éste es que la autoridad
y sus agentes son servidores públicos, se deben a la ciudadanía. En un
régimen totalitario —por el contrario— ellos actúan como dueños
absolutos, y consideran al pueblo como un rebaño que debe mostrarse
siempre dócil a las órdenes del amo.
En el caso que nos ocupa, el exceso comenzó por un arresto arbitrario:
Una joven abogada fue detenida cuando llevaba alimentos a su padre
enfermo. Violando la Ley, los motivos por los que se la privaba de
libertad no le fueron informados. Se la condujo —eso sí— al antro
conocido por la intersección de las calzadas que pasan frente a él: 100
y Aldabó.
Se sabe que los torturadores medioevales de la Inquisición, antes de
comenzar a martirizar a alguno de los infelices que caían en sus garras,
estaban obligados a evacuar el trámite de "mostrarle los instrumentos".
Era por ello que exhibían ante los ojos espantados del preso —por
ejemplo— una cabilla al rojo vivo, punzones, tenazas, látigos y otros
objetos nada tranquilizadores.
Así actúan también los agentes de la policía política castrista. A las
víctimas que han escogido para pasarlas a una etapa superior de
represión, antes de enviarlas a los horrores de la prisión política, las
conducen a alguno de esos sitios especiales en los que, para mi
desgracia, he tenido que morar por largas temporadas. Puede ser su
cuartel general instalado en un antiguo colegio católico (conocido por
esa razón como Villa Marista), o el ya mencionado antro de 100 y Aldabó.
Este último es una dependencia de la policía común, lo cual, para los
represores, presenta la indudable ventaja de enmascarar al menos un poco
(igual que una prenda transparente "encubre" el cuerpo de una mujer) el
carácter puramente político de las supuestas ilicitudes realizadas por
la persona detenida.
Allí, el arrestado es obligado a vestir el tosco uniforme del centro y
es encerrado en una celda tapiada de seis metros cuadrados, donde no
penetra la luz del día. En penumbras tiene que permanecer. Como regla,
sus compañías son reos comunes de la peor especie, y no es raro que el
alimento que reciba sea un rancho repulsivo.
Fue así que la abogada Yaremis sufrió "la exhibición de los
instrumentos". ¿Por qué motivos? Lo más probable (tenemos que volver a
la especulación) porque a las autoridades les disgusta el asesoramiento
legal gratuito que ella y algunas amigas brindan a ciudadanos que tienen
roces con el poder.
Lo que quedan son algunas incidencias derivadas de ese comienzo viciado.
Antonio G. Rodiles, líder de Estado de SATS, la destacada bloguera Yoani
Sánchez, la también abogada Laritza Diversent y otros muchos se
dirigieron a distintas dependencias de los cuerpos represivos, al solo
objeto de averiguar una sencillez: saber adónde había sido conducida su
amiga y por qué motivos.
Aquí resalta una vez más la prepotencia de los agentes castristas: los
ciudadanos, que se hubiesen satisfecho con una información simple,
sufrieron empellones, puñetazos, halones, llaves de lucha, cierre de
vías públicas, suspensión del servicio telefónico y nuevos arrestos. Y
esto en diferentes puntos de la geografía habanera, lo que indica
órdenes emanadas de lo alto.
En su infinita torpeza, el régimen mandó a hacer todo esto en presencia
de cámaras y teléfonos celulares, de modo que las imágenes bochornosas
son conocidas por la opinión pública internacional. ¿Y así piensan que
la Unión Europea va a cambiar la Posición Común adoptada con respecto a
Cuba, prevista para ser reexaminada por estas mismas fechas!
Esperemos que los últimos que siguen detenidos —el profesor Rodiles
entre ellos— sean liberados en breve. Cuando esto ocurra, el cometa de
la represión castrista habrá terminado de dar una nueva vuelta más.
http://miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=37732
No hay comentarios:
Publicar un comentario