24 de noviembre de 2012

Cardenal Ortega: Los cubanos han sufrido demasiadas limitaciones a la libertad

Cardenal Ortega: Los cubanos han sufrido demasiadas limitaciones a la
libertad
Publicado el Sábado, 24 Noviembre 2012 04:00
Por Redacción CaféFuerte

El Cardenal Jaime Ortega afirmó que Cuba vive actualmente una situación
cambiante en la que la Iglesia Católica se ha convertido en
interlocutora de las expresiones sociales de un país que ha vivido
"demasiadas limitaciones a la libertad y frustración".

Al hablar ante el XI Seminario Internacional XI del Programa de Diálogo
entre Alemania y Cuba, en Eichstätt-Ingolstadt, Ortega dijo que el
diálogo abierto con el gobierno de Raúl Castro en abril del 2010 no sólo
facilitó la liberación de más de 126 presos cubanos, sino que posibilitó
a los obispos hablar con las autoridades gubernamentales de otros temas
de interés para la Iglesia y la sociedad.

"Hemos hablado con las autoridades, no sólo con el presidente Raúl
Castro, sobre la grave situación económica del país, los temores y
demandas ciudadanas, las dudas, los anhelos y las esperanzas de un
sector importante de la población", dijo el prelado durante una
conferencia impartida en la Universidad Católica de
Eichstatt-Ingoldstadt, Alemania.

Señaló que es cierto que ha habido logros sociales importantes en el
país, pero también dolor, carencias y enfrentamientos, demasiadas
limitaciones a la libertad y frustración, por lo que la Iglesia, de
forma pública o privada, ha instado a las autoridades a poner en
práctica cambios necesarios para mejorar la vida de los
cubanos.

El marxismo fue inefectivo

En su intervención, el también Arzobispo de La Habana repasó la historia
del catolicismo en Cuba y la etapa de silencio y acoso que se impuso
para la Iglesia Católica tras el triunfo de la revolución liderada por
Fidel Castro, pero consideró que el país se encuentra en un momento
favorable para la vida eclesial y la exploración de cambios sociales.

También mencionó la inefectividad del marxismo en su aplicación a la
sociedad cubana.

La conferencia de Ortega apareció publicada este viernes en la revista
Espacio Laical, proyecto de comunicación social del Centro Cultural
Padre Félix Varela, bajo los auspicios de la Arquidiócesis de La Habana.

"Hay en realidad una situación cambiante en Cuba, tal vez de contornos
difíciles de definir y con metas poco claras. El cambio parece haber
comenzado, con independencia del ritmo o una hoja de ruta más o menos
clara, y a pesar de algunos que no desean o no reconocen cambio alguno",
manifestó Ortega, que defendió "la independencia de la Iglesia y su
unidad frente al poder político" en la isla.

"Por eso la Iglesia alienta ahora esos cambios que tímidamente tienen
lugar en Cuba y espera que nuevos cambios se introduzcan por el bien del
país y de sus ciudadanos", enfatizó.

En otro momento de su extensa disertación, Ortega se adentró en el
proceso negociador que permitió la excarcelación de 126 prisioneros, en
su mayoría con causas políticas, en el 2010, y lo calificó como "el
gesto más significativo y trascendente con respecto a la Iglesia" en los
últimos cinco años.

"La Iglesia en Cuba nunca había sido reconocida como un interlocutor
válido", acotó el Cardenal.

Perdón y reconciliación

La presencia de Ortega en el evento permitió a la Universidad Católica
de Eichstatt-Ingoldstadt condecorarlo con la Medalla de ese centro
docente en reconocimiento a su quehacer pastoral y "la búsqueda del
diálogo y del encuentro, del perdón y de la reconciliación entre todos
los cubanos".

La Universidad Eichstätt-Ingolstadt es la única universidad católica de
Alemania y figura como el centro universitario privado más grande del país.

El IX Seminario Internacional del Programa de Diálogo con Cuba,
concluye hoy luego de tres días de sesiones bajo el lema La Iglesia
Católica como facilitadora del encuentro y la convivencia social: las
experiencias cubana y alemana.

El foro se realiza con el proposito de profundizar en la comprensión y
la colaboración entre los dos países, según el reporte de Espacio Laical.

Además del Cardenal Ortega, la delegación cubana estuvo integrada por el
padre Yosvany Carvajal Sureda, rector del Centro Cultural Padre Félix
Varela y director de la revista Espacio Laical ; Annia Martínez Pérez,
profesora del Centro Cultural Padre Félix Varela; y Roberto Veiga
González y Lenier González Mederos, editores Espacio Laical.

A continuación reproducimos íntegramente la conferencia dictada por
Jaime Ortega.

CONFERENCIA IMPPORTIDA POR EL CARDENAL JAIME ORTEGA ALAMINO EN EL XI
SEMINARIO INTERNACIONAL DEL PROGRAMA DE DIALOGO ENTRE ALEMANIA Y CUBA,
EISCHTATT, ALEMANIA, NOVIEMBRE DE 2012

Ha sido un tema recurrente el de las relaciones Iglesia-Estado en Cuba,
pero casi siempre el tema está precedido o ambientado por
consideraciones, o a menudo, pinceladas sobre las expresiones, vivencias
o prácticas del pueblo cubano en relación a la fe religiosa.

Aunque es difícil evitar el escollo de la superficialidad, debemos sin
embargo, intentar una aproximación a Cuba sobre este tema desde el punto
de vista antropológico, porque un análisis serio y desde distintos
ángulos, nos permitirá conocer mejor la realidad del hombre y la mujer
cubanos de hoy con respecto a la fe religiosa, mucho más que las
descripciones subjetivas o apresuradas de visitantes foráneos a nuestro
país, o las presentaciones ideologizadas de izquierda o de derecha que
llevan, entre otras cosas, cargas excesivas de pesimismo o de
entusiasmo. Aunque faltará en mi exposición el extremo rigor de los
antropólogos de profesión en una disciplina de tanta importancia, cuando
sus incidencias han sido asimiladas como por ósmosis por quienes las
hemos vivido, con la sensibilidad propia del cristiano, compartiendo y
experimentando existencialmente sus modalidades y retos, la
accesibilidad a este hecho se facilita.

En otras palabras, como Pastor del rebaño de Cristo en Cuba, con más de
treinta años de ministerio episcopal, intentaré describir cuál es la
vivencia de la fe religiosa del pueblo cubano con relación a la Iglesia
Católica.

La fe puesta a prueba

En la primera mitad de la década del 70 comenzó a circular en Cuba una
encuesta muy amplia, en cuanto al número de los encuestados, que
preguntaba sobre la fe religiosa de los hombres y mujeres trabajadores,
empleados, profesionales, etc. ¿Cree usted en Dios?... ¿Cuál es su
religión? Y otras preguntas de ese género. Después de un tiempo bastante
breve la encuesta fue retirada. La razón para hacerlo, según fuentes no
oficiales, pero dignas de crédito, fue que menos del 25 % de los
encuestados estaba respondiendo que era creyente, y los investigadores
de opinión decidieron que la encuesta, aunque escrita, anónima y
secreta, no era fiable, pues en la segunda mitad de la década del 50, en
una amplia encuesta nacional científicamente realizada por la Agrupación
Católica Universitaria, más del 90 % de los encuestados dijo creer en
Dios. No era posible que en algo más de quince años la propaganda atea
hubiera tenido un éxito tan grande.

Mecanismos de defensa, temor a presiones sociales, desconfianza, etc.,
falseaban las respuestas. Al final de la década de los 80 la Academia de
Ciencias de Cuba efectuó otra encuesta de carácter nacional sobre el
mismo tema en diversas capas de la sociedad y arrojó un resultado
cercano a la cifra del 90% de personas que decían creer en Dios. Diez
años después un destacado sociólogo de esa misma Academia me dijo: "si
la encuesta se hiciera hoy la cifra de creyentes llegaría a más del 90 %".

¿Cómo enfocar estos altibajos en respuestas sobre un mismo tema
específico de tanta trascendencia? En un lapso aproximado de 30 o 35
años, la curva de respuestas en relación con la fe en Dios debería tener
un trazo sostenidamente descendente a partir de la segunda mitad de la
década del 60 (como podría lógicamente esperarse ante el ateísmo estatal
inducido), pero hace una profunda inflexión a mitad de la década del 70
para recuperar, a finales de la década del 80 casi el mismo rango que
tenía tres o cuatro años antes del triunfo de la Revolución en 1959. Ya
dijimos que los mismos organismos encuestadores descartaron la validez
de las cifras porcentuales de no creyentes en la década del 70 y
esbozamos una primera consideración sobre las posibles causas
político-sociales que presionaban sobre los encuestados, afectando la
veracidad de sus respuestas. Pero lo que interesa conocer de estos datos
no es tanto la cantidad de cubanos que diga tener algún tipo de fe en
Dios, sino la calidad de esa fe religiosa, su espesura, la consistencia
de la fe del cubano, porque hay una constante en esas tres encuestas
que no se refiere al número de creyentes, sino al modo de abordar la
respuesta: con facilismo en los tres casos, sin compromiso profundo
respecto al "sí creo" y al "no creo".

¿Superficialidad ante el hecho religioso?

¿Se trata de la proverbial superficialidad o ligereza del cubano en
cuanto a la fe religiosa, descrita por autores criollos y foráneos de
épocas pasadas y recientes? En fechas tan tempranas como el 18 de
febrero de 1959, mes y medio después del triunfo de la Revolución, ante
los rumores de una reforma educacional que "unificaría" y "controlaría"
excesivamente la enseñanza, los obispos firmaron todos una circular al
pueblo de Cuba. Se preguntaban si sería cierto que "de espaldas a la
mayoría católica se estaba gestando" aquella reforma. En realidad lo que
estaban intentando los obispos era proteger la enseñanza privada y
propugnaban al mismo tiempo la educación religiosa en la enseñanza
pública. La respuesta a esta carta llegó dos semanas después desde el
periódico Revolución en un texto que afirmaba que "nuestra verdadera
religión (era) una mezcla de catolicismo y santería", y se denigraba la
moral cristiana y "el desvencijado mundo cristiano occidental, incapaz
de competir con los códigos de conducta hindúes, musulmanes y judíos".

Ni la pregunta de los obispos, ni la respuesta de la oficialidad
revolucionaria, fueron planteadas a la luz de los principios de laicidad
que propugnan la separación de la Iglesia y el Estado, con los derechos
y deberes inherentes a uno y otro, sino a partir, por parte de la
Iglesia, de la razón que le daba una dudosa mayoría católica, y por
parte de los elementos radicales revolucionarios, con una furia
anticristiana de la peor especie. El hecho religioso era enfocado en los
inicios de la Revolución como una "mayoría católica" por la Iglesia y
como una mezcla de santería y catolicismo por la Revolución triunfante.
Creo que había superficialidad en ambas partes.

No creo en una especial tendencia del cubano a ser superficial en su fe
religiosa por razones del clima suave y benigno, por la baja calidad de
la población que emigró de España a Cuba o del negro africano traído
como esclavo, o porque el calor tropical aumenta las pasiones y la gente
del trópico se torna más sensual y menos capaz de esfuerzo y la fe
religiosa tomada en serio pide sacrificios, etc. Esta visión es de tipo
aristocrático, casi racista y proviene de un primer mundo rancio, y en
ella puede haber factores accesorios erigidos en causas y esto es
sofismático. Sería necesario investigar qué papel juega en esto la
deficiente evangelización en Cuba, qué responsabilidad correspondió a la
Iglesia, qué influjo terriblemente negativo tuvo en la conciencia
religiosa del criollo la esclavitud, etc. Repito, estos temas necesitan
ser estudiados mucho más y en el período de estos 53 años que nos ocupan
está además, como elemento de importancia capital el hecho realmente
trepidante de la Revolución en Cuba, que no dejó nada en pie.

Ser Iglesia en una nueva realidad social

En abril de 1961, dos años y casi cinco meses después del triunfo de la
Revolución cubana, se declaró públicamente el carácter socialista de la
Revolución, y el propósito de seguir las doctrinas de Marx y Lenin. Hoy
sabemos que fue una definición retardada a voluntad y se nos ha dicho
que se debió precisamente al rechazo popular a esa doctrina, pues "ser
comunista en Cuba era una desgracia", (Cien horas con Fidel.
Conversaciones con Ignacio Ramonet, página 576). Habría sido "riesgoso
plantearlo en medio del océano de prejuicios" sociales contra tales
prédicas en los primeros meses y años de la Revolución.

Ante esta nueva realidad se vio la Iglesia. Pero a medida que el proceso
cubano se fue radicalizando, la brecha en las relaciones
Iglesia-Gobierno se fue ensanchando más y más, incluso porque el hombre
de fe se vio, en no pocas ocasiones, precisado por ambos lados a escoger
entre la fidelidad a la Iglesia y la fidelidad a la Revolución. Y con el
nuevo programa social, el ateísmo y la concepción científica del mundo
fueron los ingredientes propuestos al hombre y la mujer cubanos para
levantar la nueva sociedad.

Este tipo de ateísmo inducido se impuso en Cuba. El Encuentro Nacional
Eclesial Cubano (ENEC) celebrado en 1986 comentaba: "Como sucede siempre
en situaciones tan complejas, otros factores de tipo económico y
político se mezclaban en las declaraciones y refutaciones que se hacían
de ambas partes y oscurecían las motivaciones auténticamente religiosas,
que eran, sin dudas, las fundamentales para la Iglesia".

Surgió así el enfrentamiento y sobrevinieron las dificultades ya
conocidas. Quedaron después el recelo mutuo y las incomprensiones, y,
sobre ese fondo oscuro, se fueron dando algunos pasos para un diálogo
que ha sido muy difícil.

Una sola Iglesia

Así ha sido la historia de la Nación y también la historia de la Iglesia
en estos 50 años signados, en parte, por el contexto socio-político
cubano, pero sin faltar el aliento del Espíritu Santo que obra siempre a
pesar de nosotros mismos y de cualquier empresa humana, revelando a los
católicos cubanos el modo apropiado de vivir la experiencia del
Evangelio en medio de nuestra sociedad al modo de Cristo: unas veces
hablando, otras callando, pero siempre abrazados a la Cruz.

Debemos hacer notar que las observaciones de los autores interesados en
la actitud religiosa del cubano con respecto a las expresiones visibles
de la fe religiosa se refieren ante todo a la asiduidad al culto u otras
manifestaciones sociales de la fe, más que a la postura del hombre
cubano ante Dios, que es lo raigalmente antropológico.

Ahora bien, a pesar de la probable ligereza de las dos encuestas de
fines de los 50 y de fines de los 80, descartando el intento de encuesta
de los 70 por no fiable, si se hace un análisis comparativo de ambas se
pueden colegir algunas consideraciones interesantes:

1º- La fe en Dios se ha mantenido constante en un porcentaje de la
población cubana cercano al 90%.

2º- El ateísmo inducido por el Estado por más de treinta años no caló
hondamente en el cubano en general.

¿A qué me refería entonces al decir que el cubano había respondido con
facilismo a las tres encuestas?

Creo que en la década del 50 era "fácil" responder afirmativamente a una
pregunta sobre la fe en Dios. Hubiera sido contrastante en aquel medio
social una respuesta declarándose ateo. Además, era escaso el número de
ateos.

En la década del 70 era más fácil decir que se era ateo, pues el grado
de aprobación social y política estaba oficialmente a favor del ateísmo
y aquí intervienen el miedo y el disimulo. ¿Qué pasó entonces después?

A finales de la década del 80 el cubano se sintió "autorizado" a
expresar su fe en Dios. La publicación de un libro-entrevista de Frei
Beto (Alberto Libanio Cristo) sobre Fidel y la religión, que logró
vender más de un millón de ejemplares en Cuba, las visitas de cubanos
residentes en el exterior, el turismo, y una mayor tolerancia oficial
hicieron que el tema religioso dejara de ser tabú. Retornan expresiones
populares reprimidas: "Si Dios quiere, gracias a Dios, Dios mediante,
con el favor de Dios, Dios lo bendiga", etc. y muchos sintieron que
"ahora ya se puede decir que creo en Dios".

El cubano promedio ¿aborda, pues, la fe religiosa no con la hondura que
merece el tema de la relación del hombre con Dios, sino con la
superficialidad con que abordaría temas como la moda, el deporte
preferido, etc.? No es fácil la respuesta. Responde sí, si se siente
aprobado socialmente o autorizado oficialmente. Responde no, en caso
contrario, pero reservándose su adhesión profunda, es más bien pecado
contra el 8º mandamiento: no mentirás, que contra el 1º y 2º
mandamiento. Se trata de disimular u ocultar la verdad, considerándola
"su" verdad y no de negarla. No olvidemos que en este caso intervenía
una sanción social que podía afectar sus estudios, sus puestos de
trabajo, su futuro, el de su familia, y en esto trataba el cubano de
hallar razones suficientes para actuar de ese modo.

Para apoyar este aserto traigo a colación otra encuesta, realizada por
la Iglesia entre católicos en el año 2004. Fue muy amplia, se llevó a
cabo en la mayoría de las iglesias parroquiales o no, incluso en los
centros de misión del campo y de la ciudad y en todas las diócesis de
Cuba. Esta encuesta serviría para preparar nuestro plan pastoral
nacional. Me detengo sólo en una pregunta: ¿Cuál es su mayor temor con
respecto a la fe religiosa en Cuba? La respuesta mayoritaria, de cerca
del 80% fue: "Que la Iglesia Católica vuelva a ser presionada o
enfrentada por el gobierno como lo fue en el pasado".

Dos aspectos principales pueden destacarse en esta respuesta dada por
los católicos actuales (muchos de ellos, más del 70% llegados a la
Iglesia en los últimos 15 a 20 años):

1º- Estaban conscientes de que la Iglesia había sido confrontada en el
pasado, aunque por razones generacionales, por posturas políticas o por
autoprotección ellos no vivieran como católicos activos esos momentos.

2º- Pero sentían temor de que esto sucediera de nuevo estando ellos
activamente implicados en la vida eclesial. Estas fueron respuestas
dadas el año 2004, hoy, ocho años después, ese temor ha disminuido
considerablemente.

Aspectos actuales de la fe religiosa en Cuba

De todos modos esta somera aproximación antropológica revela cierta
fragilidad en la fe y nos muestra que no hay ya entre la media de los
católicos cubanos esos hombres y mujeres de larga pertenencia a la
Iglesia, con buena formación religiosa recibida en la escuela, en la
Acción Católica, en la Congregación Mariana u otras asociaciones, con
convicciones profundas y amor comprometido a la Iglesia. La emigración y
la muerte habían transformado el rostro de la Iglesia. Pero es
importante en la vida religiosa de un pueblo tradicionalmente católico,
que la Iglesia de los "practicantes" esté sólidamente formada, pues si
consideramos la Iglesia como un gran estanque lleno de agua, en cuya
superficie se arroja desde lo alto una piedra que produce círculos
concéntricos abriéndose en una gran circunferencia siempre más
desdibujada a medida que se aleja hacia los bordes, la comunidad
católica constituye ese punto focal de impacto. Si es fuerte ese
impacto, se extenderán las ondulaciones a mayor distancia y serán más
marcadas. O sea, si el núcleo de la comunidad católica es fuerte en
convicciones de fe y tiene un serio compromiso cristiano, esto hará
presente a la Iglesia en los ambientes, en los barrios, en la familia, y
su influjo social será mayor. El Papa Benedicto XVI dice que la Iglesia
será cada vez más minoritaria, pero debe ser una minoría significativa.
Esta significatividad no será, pues, numérica, sino cualitativa.

Un impacto débil hace menos perceptibles las ondas y el influjo de la
Iglesia será más reducido. Esto se traduce en una fe más borrada u
opaca. Se produce así un círculo vicioso: desde un centro de emisión
débil llegan ondas débiles y a estímulos débiles corresponden
movimientos débiles de respuesta. Parece así esfumarse la fe. Hay que
constatar que esto, que es muy marcado en Cuba, sucede hoy también en
países de antigua Evangelización.

Por otra parte, no podemos olvidar que el mundo posmoderno en sus nuevas
generaciones está integrado por hombres frágiles, con adhesiones más
débiles a los preceptos establecidos, con menor capacidad de compromiso.
Estamos en la era del pensamiento débil.

Esta mentalidad potencia aquella "superficialidad" del cubano en cuanto
a la religión a que me referí al principio.

En otras palabras, la actitud del cubano actual frente a la religión no
es la misma que la del hombre moderno cubano de antes de 1985. Este
tendrá una aproximación al mundo religioso distinta a la del hombre de
30 años atrás. La modernidad, en sus vertientes liberales o marxistas
había tratado de excluir a Dios basándose en la razón y en la ciencia.
La negación de Dios era necesaria para la exaltación del hombre. Pero
con la "muerte de Dios" se llegó también a la "muerte del hombre". El
vivir sin Dios produce una vaciedad interior, a veces una angustia, un
tipo particular de infelicidad. Esto lo ha experimentado el hombre
cubano con diversos grados de intensidad. El mundo posmoderno reacciona
contra ese materialismo racionalista y pretendidamente científico, y
buscará entonces en las filosofías orientales, en religiones esotéricas,
en los misterios científicos no esclarecidos aún, en religiones y mitos
de África, Asia o de la América Precolombina y en la misma Biblia
(fundamentalismo emotivista), el modo de estructurar una nueva visión
espiritualista de la vida, revalorizando viejos mitos, incorporando
métodos de oración de tipo budista o hinduista. El fracaso existencial
del materialismo de occidente de tipo práctico-capitalista o de tipo
teórico pseudocientífico marxista, lleva al hombre occidental a buscar
en otra parte una respuesta a su inquietud religiosa. Es la nueva era:
"The New Age".

El hombre posmoderno cubano y la fe religiosa

Cuba se convierte en un laboratorio histórico de este proceso. El hombre
cubano ha experimentado la vaciedad del ateísmo ambiental en forma
estremecedora, esa soledad espiritual que produce en el alma humana la
influencia del materialismo.

La Iglesia Católica (y volvemos a los círculos concéntricos del
estanque), era en Cuba el principal punto focal de referencia religiosa.
Al imponerse silencio a la Iglesia, al quedar disminuido drásticamente
el número de sus ministros y personas consagradas, al perder sus
escuelas y centros de enseñanza y asistenciales, y no tener acceso a los
medios de comunicación escritos, radiales o televisivos, se apagó la voz
de la Iglesia que recordaba las fiestas religiosas y los días sagrados,
que proponía los valores cristianos, que cuidaba ancianos, niños y
enfermos, y por medio de todo esto hacía pensar en Dios. Se sumó
entonces a este obligado silencio eclesial sobre Dios la difusión
oficial del ateísmo: "la religión es cosa del pasado, no conviene criar
a los niños con ideas religiosas, pues vivirán después en una sociedad
atea y podrán verse traumatizados", etc. Se produjo así una ausencia de
Dios de las estructuras sociales, del calendario, que no indicaba
ninguna fecha religiosa, y aún de la vida familiar.

Pero en el corazón humano, donde habita siempre el misterio, un tedio
personal y ambiental acompaña de modo habitual la ausencia de Dios. Con
el mismo mecanismo del hombre occidental, el cubano no hizo, porque no
podía hacer, viajes a la India para encontrar algún "gurú", pero se fue
a Guanabacoa (barrio al este de La Habana) para visitar a un babalawo
(especie de sacerdote de la santería).

Es decir, se volvió hacia algo que tiene muy a mano; los sincretismos
afrocubanos, el espiritismo o la santería. De lo que he llamado
"autorización oficial para manifestar su fe", de la necesidad de vencer
el tedio por la ausencia de Dios de las estructuras sociales, de
encontrar algo que dé sentido a la vida y sus pruebas, que no han sido
pocas en Cuba, viene el crecimiento de la Iglesia Católica y otras
confesiones cristianas. Pero en los años difíciles fue más fácil
canalizar la religiosidad en el sincretismo afrocubano que en la Iglesia
Católica o protestante, pues la visibilidad de los cultos sincréticos
afrocubanos es menor, es un culto más privado, no periódico, se acude al
rito cuando se quiere o se puede, no hay exigencias morales grandes y
los elementos mágicos dan tranquilidad o seguridad tan pronto como se
practican, aunque crean después temores y ansiedades. Esto llevó a capas
de la población blanca y con mayor cultura a acercarse a esos cultos.
Después a su difusión ha contribuido la propaganda turística que
presenta esos cultos en sus aspectos folklóricos y se añade el esnobismo
de inclusión de los extranjeros en este otro camino esotérico, todo lo
cual conlleva ganancias económicas para muchos "que viven de la santería".

Es el postmodernismo de la Nueva Era vivido "a la cubana" con los medios
disponibles, con desarrollos indeseables.

Un teólogo francés que enseñó por más de 30 años en el Seminario San
Carlos en Cuba, el padre René David, hoy retirado en Francia, afirmaba
que la religiosidad popular más o menos sincrética había salvado la fe
religiosa del cubano en los momentos más difíciles, incluso llegó a
decir que había que agradecerlo. Pero este tipo de religiosidad se torna
más difícil para el quehacer evangelizador que dirigirse a aquellos que
sin ninguna referencia religiosa hacen un tránsito de la no fe a la fe,
sobre todo cuando ha sido inficionada por elementos ajenos a una
auténtica actitud religiosa.

Significado de la Iglesia Católica en la religiosidad del cubano

El factor exclusivamente religioso que podíamos descubrir como vacío
espiritual y búsqueda de Dios no es lo único que puede movilizar la
conciencia del cubano actual hacia la fe católica. Dentro de un retorno
a la historia de Cuba en busca de nuestras raíces, ha habido un
redescubrimiento del rol histórico de la Iglesia en Cuba, el papel de
pensadores cristianos y de instituciones de la Iglesia en la eclosión de
los sentimientos nacionales cubanos y en las ideas independentistas.

La obra social de la Iglesia en el pasado a favor de ancianos, niños
desvalidos, enfermos, etc. ha sido muy valorada por la población; las
modestas obras actuales de este género de Congregaciones religiosas
masculinas y femeninas, de Caritas Cubana en momentos de desastres
naturales o habitualmente, crean gratitud y respeto.

La simpatía hacia la Iglesia y sus ministros por parte del pueblo ha
sido creciente ante el testimonio de perseverancia en medio de
dificultades económicas y en etapas de presión y aún de acoso. La
independencia de la Iglesia, y su unidad frente al poder político, la
permanencia en su misión propia a pesar de las situaciones adversas,
suscita admiración. Si en medios sociales de otros países se ha sentido
en algunas ocasiones que la Iglesia es una especie de pantalla que nubla
la imagen de Dios, en Cuba es más bien un lugar propicio para el
encuentro con Dios. Al resurgir de la fe católica contribuyó grandemente
la visita del Papa Juan Pablo II.

Todos estos factores históricos y sociales que he enumerado contribuyen
a mantener ese papel focal de la Iglesia Católica por encima de las
búsquedas esotéricas o mágicas del cubano posmoderno. Pero al hombre y
a la mujer de hoy en Cuba no se le puede hacer un anuncio de Cristo del
mismo modo que hace treinta años; se trata de otra generación. Estamos
ante hombres y mujeres "light".

Al hombre "light" posmoderno debemos hacer un anuncio de Dios y de su
Hijo Jesucristo que no sea en nada débil. Esto hace más difícil la
metodología a seguir. Este es el hombre y esta es la nación que vino a
encontrar en Cuba el Papa Benedicto XVI. ¿Cómo enfocaba su presencia en
nuestro país el Santo Padre?

Durante el vuelo hacia México y en el mismo viaje que lo llevaría
después a Cuba a fines de marzo pasado, el Papa Benedicto XVI dijo lo
siguiente a un reportero: "Hoy es evidente que la ideología marxista,
tal como fue concebida, ya no responde a la realidad: así ya no se
puede construir una sociedad; deben encontrarse nuevos modelos, con
paciencia y de manera constructiva". Estas palabras del Papa, dichas
sólo horas antes de ser recibido en Cuba, no causaron ningún rechazo por
parte del gobierno cubano.

Ciertas reformas en el ámbito económico y social sugieren que,
efectivamente, las propuestas socioeconómicas nacidas del marxismo que
se afincaban en una concepción materialista del mundo y del hombre sin
ninguna referencia a la trascendencia, que pone límites insoportables y
contraproducentes a la libertad humana, no han sido efectivas tampoco en
Cuba.

El gesto más significativo y trascendente con respecto a la Iglesia en
estos cinco últimos años fue la respuesta verbal positiva del presidente
Raúl Castro a mi carta de abril de 2010, en la que me anunciaba poner
fin a ataques contra las esposas y familiares de los presos, de lo cual
protestaba yo en dicha carta, y manifestó al mismo tiempo su deseo de
conocer, por la mediación de la Iglesia, las demandas de esos
familiares. Fue un gesto inédito e inesperado, que nos sorprendió a
todos. No era la primera vez que los obispos cubanos acudíamos a las
autoridades para interceder por los presos, en nombre de ellos mismos o
de sus familiares, lo cual es propio de la misión misericordiosa de la
Iglesia, pero casi nunca habíamos tenido respuesta. La Iglesia en Cuba
nunca había sido reconocida como un interlocutor válido.

Se produjo así la excarcelación de los 53 prisioneros que quedaban de
los 75 sancionados en 2003. Fue excarcelado también otro grupode más de
70 y así, entre julio de 2010 y marzo de 2011, más de 126 personas
salieron de las cárceles cubanas. En diciembre de 2011, el gobierno
indultó cerca de tres mil prisioneros comunes, de buen comportamiento y
largas condenas o enfermos, cosa que habíamos pedido también los obispos
cubanos y, según palabras de Raúl Castro, lo hizo con motivo de "la
próxima visita del Papa Benedicto XVI (marzo de 2012) y en atención al
Jubileo por los 400 años de la Virgen de la Caridad, Patrona de Cuba",
que celebramos este año.

Aquella mediación posibilitó un diálogo que permitió también a los
obispos hablar de otros temas de interés para la Iglesia y la sociedad.

Hemos hablado con las autoridades (no sólo con el presidente Raúl
Castro) sobre la grave situación económica del país, los temores y
demandas ciudadanas, las dudas, los anhelos y las esperanzas de un
sector importante de la población, realidades que conocemos a través de
la amplia red de parroquias, iglesias y capillas que atienden nuestros
sacerdotes en todo el país, o por medio de las religiosas y misioneros,
visitadores de enfermos, voluntarios de Cáritas, catequistas y otros
agentes pastorales que están en las ciudades y campos de toda Cuba. Si
el hombre es el camino de la Iglesia, como definiera el Beato Juan Pablo
II, nuestro camino como pastores en Cuba tiene que ser el hombre y la
mujer cubanos, con todos sus sueños y frustraciones, con sus ilusiones y
expectativas, sean estas posibles o poco reales.

Hay en realidad una situación cambiante en Cuba, tal vez de contornos
difíciles de definir y con metas poco claras. El cambio parece haber
comenzado, con independencia del ritmo o una hoja de ruta más o menos
clara, y a pesar de algunos que no desean o no reconocen cambio alguno.
En ese contexto social cambiante, en que las más variadas expresiones
sociales buscan de un modo u otro hacerse escuchar, ha sido posible que
la Iglesia fuera reconocida como interlocutora. No sabemos hasta dónde
puede avanzar el diálogo, ni conocemos su alcance real o sus potenciales
resultados. Pero el diálogo es el único camino que debe seguir la
Iglesia para procurar el bien material y espiritual de la sociedad y de
los cubanos. Esto es también parte esencial de nuestra misión, tanto de
los pastores como de los laicos.

En medio de la profunda crisis económica que afecta al mundo, Cuba vive
su propia crisis. Sin poder escapar de aquella, vivimos también una
crisis espiritual o existencial. El "sueño cubano", que parecía comenzar
a realizarse en enero de 1959, amasado con las intuiciones sencillas y
los anhelos justos de los pobres de esta tierra, no ha sido alcanzado,
al menos no como se esperaba. Es cierto que ha habido logros sociales
importantes, pero también dolor, carencias y enfrentamientos, demasiadas
limitaciones a la libertad y frustración. Por años la Iglesia, de forma
pública o privada, ha instado a las autoridades a poner en práctica
cambios necesarios para mejorar la vida de los cubanos y para que el
país pueda alcanzar su verdadero potencial. Por eso la Iglesia alienta
ahora esos cambios que tímidamente tienen lugar en Cuba y espera que
nuevos cambios se introduzcan por el bien del país y de sus ciudadanos.

"Este proceso (dijo también el Papa Benedicto a bordo del avión que lo
traía a América) exige paciencia y decisión y queremos ayudar con
espíritu de diálogo para evitar traumas". Por esto los obispos cubanos
convocamos a todos a un esfuerzo por la reconciliación y por reverdecer
la esperanza. Sólo podemos acompañar este proceso de transformaciones,
si lo hubiere, desde nuestro compromiso cristiano por el bien común,
porque las cenizas de los sueños no sirven para edificar un futuro
promisorio.

Es necesario transformar los corazones, y esto sólo puede lograrlo una
fe cristiana viva y coherente. He aquí donde entra nuestro papel de
guías de las comunidades cristianas como pastores y la acción del
laicado católico en el mundo.

Durante la peregrinación nacional con la imagen de la Virgen de la
Caridad (agosto 2010-diciembre 2011), millones de cubanos parecían
redescubir su fe, y daban gracias a la Iglesia por llevarles a María y
su Hijo Jesucristo: "¡Qué falta nos hacía esto!", así decían. Porque
necesitamos el pan, pero no sólo de pan vive el hombre. La sed de Dios
que descubrimos en nuestro pueblo, unida a las dificultades presentes,
puede ser ocasión para una renovación nacional en el orden espiritual.
Ese es nuestro campo. La Iglesia, apoyada en el Evangelio, debe sentir
como misión propia estar presente y acompañar a nuestro pueblo en este
nuevo capítulo de la historia cubana en que continúa la desoladora
emigración sobre todo de jóvenes, en que la cultura global se hace ya
presente en el consumo, en los gustos, en las modas, con una verdadera
desarticulación y desmontaje de lo que quedaba de la cultura tradicional
cristiana. Y no podemos mirar ese mundo nuestro como analistas
económicos, sociales o políticos, sino desde la fe. Sólo anclados en la
fe podemos evitar la frustración y el desaliento y lo que es más
importante, hacer posible que el camino misterioso de la gracia de Dios
haga que los que entran en contacto con nosotros, pastores y guías de
nuestros hermanos y con el laicado católico, aprendan a mirar nuestra
realidad eclesial desde
la atalaya de la fe y recobren esperanza.

Y cito de nuevo para terminar al Papa Benedicto XVI: "Las cosas terrenas
van bien sólo cuando no olvidamos las superiores: no podemos perder el
camino justo que distingue al hombre. No podemos mirar sólo hacia abajo;
debemos levantarnos y mirar hacia arriba, sólo entonces viviremos
justamente".

El año de la fe proclamado por el Papa Benedicto XVI es la ocasión para
que la Iglesia en Cuba renueve su opción de fe ante la realidad cubana.

Cortesía de Espacio Laical

http://cafefuerte.com/cuba/noticias-de-cuba/sociedad/2366-cardenal-ortega-los-cubanos-han-sufrido-demasiadas-limitaciones-a-la-libertad

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