El dilema de los congresistas
Oscar Peña
La propuesta que ha hecho Mario Díaz Balart de reincidir en apretar y
limitar los viajes a Cuba y que estoy seguro –para ser más lamentable la
situación– también tiene el apoyo de sus otros colegas cubanos en el
Congreso pone en evidencia la realidad de una tragedia: los políticos
profesionales no buscan el procedimiento más adecuado de un problema, o
lo que desean las mayorías de los residentes de sus distritos. Ellos
solo enarbolan los pedidos de las pocas personas que les aseguran el
voto y permanencia en el cargo aunque se trate de una minoría que todos
reconocen son personas mayores y decentes pero contaminadas y
confundidas por muchas frustraciones, engaños y desilusiones que le han
sembrado por tácticas y estrategias fallidas y mentirosas para alcanzar
la libertad de Cuba. Estamos ante el talón de Aquiles de la democracia.
Igual sucede cuando se defienden los puntos de vista de los mejores
donantes de dinero para las campañas aunque se trate de abusos a la
población o disparates. Todo ello hace que el político y el país pierdan
el rumbo.
No se trata de negar un abuso. No hay que ser un Pitágoras para calcular
los enormes beneficios en las cuentas del régimen con los viajes a Cuba.
Es cierto que los cubanos siguen pagando pasajes, visas, permisos,
cargos, recargos, llamadas telefónicas extremadamente caras y que no
tenemos derecho a invertir en el país en que nacimos y que un viaje de
una hora de Miami a Holguín vale 515 dólares y que los trámites de
pasaporte, habilitación asciende sobre los 350 dólares, más los pagos de
impuesto de aduana de entrada y salida de Cuba. Agréguese además el 10
por ciento de gravamen al dólar en Cuba y el excesivo costo por alquilar
un automóvil en la Isla. Para el régimen y las agencias de viajes todo
es bonanza económica, pero aun así, los derechos humanos de los cubanos
de la isla no se defienden o alcanzan atropellando los de otros. El
hecho que los dinosaurios de Cuba no los respeten, no debería servir de
excusa para que nosotros acá no los respetemos. Las medidas que ha
implementado el presidente Obama son un derecho civil de los cubanos
libres y sirve para que esa interacción sea un ejemplo. Al limitar a una
persona a visitar su país, su familia, pregunto: ¿no estamos haciendo lo
mismo que hacen ellos y que los denunciamos como violadores de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos? (Artículo 13. Toda
persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en
el territorio de un Estado. Toda persona tiene derecho a salir de
cualquier país, incluso del propio, y a regresar a su país).
Los legisladores de origen cubano en Estados Unidos son inteligentes
pero son presionados por votantes a padecer de la misma enfermedad por
la que acusamos al régimen de La Habana. Es bochornoso que congresistas
del país campeón de la libertad quieran cortar derechos humanos.
Efectivamente, cada dólar que se manda a la familia en Cuba o se deja en
un viaje termina en el bolsillo de los Castro, pero hay otra verdad más
humana: son nuestros padres, hermanos, primos y amigos a quienes les
mandamos algo para que no se mueran de hambre y ese principio
humanitario vale más que todo lo otro. Además, la Unión Soviética y el
resto de los países comunistas no colapsaron por razones económicas,
sino por el déficit de libertad y derechos ciudadanos. Tampoco se
convence a través del hambre y las limitaciones de derechos, se convence
con el ejemplo. Todos quisiéramos un cambio en Cuba pero no a cambio de
ver sufrir más a los nuestros. Si los cubanos tienen que ayudar o
visitar a sus familiares a través de la Cochinchina así lo harán. Y eso
es una virtud del cubano y no un defecto.
Como la mayoría de mis compatriotas deseo que en Cuba tengamos una
primavera de democracia y que se termine el poder dictatorial, pero
estoy en desacuerdo con las restricciones y limitaciones que quieren
retomar los congresistas por las presiones que le hacen algunos
influyentes votantes y donantes. En el pasado ninguna de las leyes
implementadas funcionaron o trajeron democracia a Cuba. Las personas
siguieron viajando y mandando dinero por terceros países. Hay que buscar
otras alternativas más inteligentes. Es increíble que no hayan aprendido
las claras lecciones de la historia y del fracaso de la política de
atrincheramiento y aislamiento. Lo que se impone es seguir con el camino
de interactuar, informar y apoyar decisivamente a esa disfrazada
sociedad cubana. Aumentemos la independencia financiera de los cubanos
para que no dependan para todo del gobierno y puedan ser más libres.
¿Con quien se asesoró el congresista para proponer ese error y falta de
sentido común? Tiene al enemigo a su lado. Debería hacer una encuesta
entre todos los cubanos que viven en Estados Unidos, independientemente
de su status migratorio, y con el pueblo de la isla y verá cómo gana lo
contrario de su enmienda. El congresista Mario Díaz Balart solo ha
logrado dar municiones al régimen de Cuba y desilusionar más al pueblo
cubano con los que –como él– le hemos dicho que son la diferencia.
http://www.elnuevoherald.com/2011/06/30/970823/oscar-pena-el-dilema-de-los-congresistas.html
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