Varados en Serbia: el drama de una familia cubana
Retenidos en un centro para refugiados, esperan un milagro que les 
brinde lo que salieron a buscar: una vida libre y digna
Lunes, febrero 20, 2017 |  Ernesto Pérez Chang	
LA HABANA, Cuba.- No responde por su nombre. Ahora es solo el número 
1177 y vive en un campamento en Serbia, casi en medio de la nada. Allí 
debe luchar por una pobre ración de sopa y por mantener el fuego en la 
choza de lona que lo protege de morir congelado.
Ya ha visto cómo el hielo acumulado en los techos de las tiendas vecinas 
casi sepulta a otros retenidos y teme que cualquier noche, mientras se 
rinde al cansancio, suceda una tragedia. No está solo, comparte la 
suerte con su madre, su esposa y el pequeño hijo, de modo que la batalla 
por la sobrevivencia es mucho más complicada.
Duermen a merced de las ratas y las enfermedades. El agua con que calma 
la sed es esa insuficiente que obtiene en los baños donde las 
condiciones higiénicas son deplorables. Pocas cosas pudieran ser más 
aterradoras en su situación. Alemania ha cerrado las fronteras y a él se 
le acaban las opciones. Casi no le quedan esperanzas.
No se trata del protagonista de una de esas tantas películas sobre las 
calamidades del fascismo en Europa. Se llama Nelson Hernández Manfredi y 
es uno de los tantos cubanos de la diáspora que, por estos días, han 
quedado varados en esa enmarañada ruta de escape pero, al mismo tiempo, 
de porvenir incierto.
Su historia no es ficticia. Transcurre en este mismo minuto y es 
dolorosamente tan real como la de los otros diez paisanos que permanecen 
detenidos en el campamento Pricy Poba, en Serbia, a la espera de un 
salvoconducto que les permita alcanzar España o cualquier otro lugar 
donde plantar el hogar definitivo.
Quien conoce a fondo o haya vivido en carne propia el dilema cubano de 
la emigración pudiera no asombrarse al escuchar historias similares a la 
de Nelson y su familia, tampoco le será difícil adivinar cómo fue a 
parar a un lugar tan lejano de la isla donde nació.
La verdad sobre este caso es tan complicada y, al mismo tiempo, 
paradójicamente tan simple como el hecho de que, al ser eliminado el 
flujo migratorio directo hacia los Estados Unidos desde Cuba, se han 
multiplicado las desventuras de quienes, no hallando una solución a sus 
planes de forjarse un futuro de bienestar y libertad en su país, 
decidieron, y aun así deciden, enrolarse en una aventura desesperada.
Pero, ¿quién es Nelson Hernández Manfredi y cómo y por qué decidió 
marchar con su familia a Serbia?
Dueño de un negocio de joyería en La Habana, este joven cubano residente 
en el reparto Lawton, municipio 10 de octubre, afirma haber sido acosado 
sistemáticamente: "la policía quería que trabajara para ellos con la 
condición de dejarme trabajar sin que me molestaran. Todo consistía en 
que delatara a mis compañeros de trabajo, otros de igual profesión (…) 
dónde conseguían las prendas, de dónde las sacaban, a quién se las 
vendían, si fundían el metal para sacarlo del país, como no estuve de 
acuerdo tuve que cambiar varias veces de local debido a muchas multas 
que le ponían (los inspectores) a la dueña del local", describe Nelson 
en una carta donde además describe otros pormenores de su caso.
Por su negativa a colaborar, la situación se fue complicando hasta el 
punto que comenzó a afectar a los demás miembros de su familia. Cuenta 
Nelson que a la esposa, enfermera intensivista, le fueron suspendidas 
las misiones de trabajo en el exterior, mientras que a la madre se le 
agravó la salud debido al estrés: "Al sentir tanta presión sobre mí y mi 
familia (…) decidimos salir de Cuba".
Para ello vendió la casa familiar, el auto y el negocio de joyería. 
Salieron rumbo a Rusia el 27 de septiembre de 2016:
"(…) fuimos a parar a un alquiler donde fuimos estafados (…) pagué 3000 
dólares por cada uno por un supuesto viaje para los Estados Unidos por 
Alaska.  No fue más que una patraña de personas sin escrúpulos que no 
les importó que anduviéramos con un menor, estuvimos casi un mes rodando 
en Rusia, viviendo en un hostal para estudiantes, separado de mi 
familia, hasta que un día nos encontramos en el centro de Moscú con un 
amigo del barrio que nos encaminó, llevándonos a una agencia de viaje 
donde tuvimos que mentir diciendo que queríamos renovar la visa para 
estar más tiempo en Moscú y así poder viajar a Serbia".
Nelson y su familia ahora forman parte de esa decena de cubanos que se 
encuentran varados a solo 100 metros de la frontera con Croacia. Están 
allí desde el 20 de octubre del año pasado y su destino depende de ir 
ascendiendo en un listado que apenas progresa y que a cada segundo se 
agiganta debido al incremento del control fronterizo por la situación de 
guerra en aquellos países de donde proviene la mayor cantidad de refugiados.
Sirios y afganos, así como iraníes, marroquíes y argelinos integran la 
mayoría en Pricy Poba y, al mismo tiempo, son la prioridad para el 
gobierno serbio que, al mantener buenas relaciones diplomáticas con 
Cuba, no considera a los de la isla como un asunto de urgencia.
"Nosotros hemos tenido que hacer nuestras en el monte. Y hasta bañarnos 
con agua fría. ¡Imagínate! Aquí las temperaturas bajan los 0º en muchas 
ocasiones. (…) Calentamos el agua para bañarnos y también la hervimos 
para que el niño pueda tomar. La cabaña la calentamos con fogatas. Una 
vez se armó una pelea entre refugiados de otros países y nos castigaron 
a todos dejándonos sin comer. ¡La mayoría no tenía culpa de aquel 
problema! Nos exigen que no hablemos mal del campamento, o de lo 
contrario no nos darán comida. Pero yo me he decidido a hablar."
Nelson se ha dado cuenta de lo complicado de su situación y ha comenzado 
a temer por las vidas de los suyos más que por la calidad de su destino 
final. Aun así no desea regresar a Cuba y eso dice lo suficiente para 
ponernos a pensar a todos sobre por qué un cubano decide renunciar al 
país natal, abandonar la casa familiar, un estatus de vida aceptable, el 
derecho a la gratuidad de la educación y la salud para correr peor 
suerte que las víctimas de una guerra. ¿Somos una emigración económica o 
política? La pregunta va dirigida a todos, cubanos, norteamericanos, 
gente a favor o en contra de lo que sea, al mundo en general.
"Trabajar, luchar, salir adelante, darle estudios apropiados a mi hijo, 
ya que no pude salir para los Estados Unidos con mi familia que está 
allí y están muy preocupados por nosotros. Ya América es casi imposible 
por las leyes nuevas. (…) pero nada, cualquier país de la comunidad 
europea que me acoja y me permita el paso, no pido nada, solo una vida 
normal de trabajo, tranquila y estable para mí y mi familia, con 
libertad de expresión, sin que nadie me reprima, en fin, un ser humano 
normal como cualquier otro", es el deseo de Nelson y es en lo que más se 
extiende en su correo, no en lamentarse por las calamidades que sufre en 
Pricy Poba ni en lo que pudo haber pasado en Cuba.
Nelson Hernández Manfredi, con su testimonio personal, cuestiona ese 
mito sobre el componente esencialmente "económico" de la emigración 
cubana que esgrimen políticos y académicos de fuera y dentro de la isla.
Un argumento que, a pesar de contradecir las estadísticas e informes 
publicados por diversos organismos internacionales, sirviera a los 
protagonistas en la mesa de diálogo sobre la normalización de las 
relaciones diplomáticas entre los gobiernos de Cuba y los Estados Unidos 
para igualar el fenómeno cubano con el común de la realidad en América 
Latina.
Una tesis defendida con ahínco no solo por quienes, dentro de Cuba, 
intentan enviar un mensaje al mundo sobre normalidad, a la vez que 
resuelven la preocupante falta de mano de obra para los planes de 
desarrollo futuro, sino además, por aquellos que, fuera de Cuba y, nadie 
se haga ilusiones, con muy pocos ánimos de favorecer al gobierno cubano, 
han pensado en acelerar la caída del comunismo aumentando la presión 
interna sobre una multitud de personas enojadas y plena de frustraciones.
Source: Varados en Serbia: el drama de una familia cubana - 
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