Régimen cubano redobla su acoso al sector privado
19 de febrero de 2017 - 19:02  - Por IVÁN GARCÍA
Tras 10 años de ensayos fallidos, el Gobierno autoritario de Raúl Castro 
no logra encaminar la sociedad ni la economía del país a pesar de sus 
promesas de cambios
  zar de las reformas económicas en Cuba, un cebado ministro con amplios 
poderes, pasó de sentarse en primera fila, junto a la plana mayor de una 
longeva revolución gobernada por un exclusivo club de ancianos, que en 
su conjunto suman casi quinientos años, a ocupar una butaca en la 
tercera hilera, lejos de los focos y las cámaras.
En sociedades cerradas, donde los rumores son más veraces que la 
información ofrecida por la prensa estatal, hay que aprender a leer 
entre líneas. A falta de una oficina gubernamental que ofrezca 
información pública a sus ciudadanos, los académicos, periodistas y 
politólogos deben hurgar con lupa las señales más insignificantes.
Aquella mañana de diciembre de 2015, cuando el autócrata Raúl Castro 
fingió indignación ante los más de 600 diputados del monocorde 
parlamento nacional, por los precios abusivos de productos agrícolas, 
fue el comienzo del fin para Marino Murillo.
Castro II pidió que se aplicaran medidas. Y no muy conforme, alegando la 
ley de oferta y demanda que regía en los mercados agrícolas, Murillo 
masculló que implementaría diferentes normativas para intentar frenar el 
alza de precios.
Al parecer no fue suficiente. El otrora superministro cayó en desgracia 
y ahora ni su foto aparece en los medios oficiales, aunque teóricamente, 
sigue al frente de la agenda encargada de implementar los lineamientos 
económicos, una especie de decálogo que a paso de tortuga y con 
incumplimientos a granel: según el último parte, en seis años solo se 
habrían implementado poco más del 20% de las directrices.
Más errores
Con la retirada en fade del gordo Murillo, la dinámica de las tímidas 
reformas económicas -un conjunto de aperturas a la talanquera obsesiva 
de Fidel Castro, que transformó a los cubanos en ciudadanos de tercera 
clase-, el juego comenzó a ser dirigido por lo más rancio y conservador 
del liderazgo militar.
Era imprescindible abrirse al mundo y derogar el feudal permiso de 
salida para viajar al extranjero, permitir a los cubanos rentar 
habitaciones en hoteles y comprar o vender casas, entre otras 
regulaciones normales en cualquier país del siglo XXI.
No hay dudas que fue un salto hacia adelante. Con barreras, precios 
absurdos y ojeriza a que la gente haga dinero. Sí, en Cuba se venden 
automóviles, pero un Peugeot 508 vale más que un Ferrari y se debe pagar 
al contado.
Internet y la telefonía móvil ya no son herramientas de ciencia ficción, 
pero el precio por sus servicios son descabellados para un país donde el 
salario promedio es de 25 dólares mensuales.
¿Reformas?
Las supuestas reformas siempre fueron incompletas. Se quedaron a medias. 
Los nacidos en Cuba no pueden invertir en grandes negocios, sus 
profesionales no tienen autorización para trabajar por cuenta propia y 
el Estado se abroga el derecho de establecer una ridícula lista de 
labores que son o no permitidas.
De los 201 oficios autorizados, hay al menos 10 o 15 emprendimientos 
que, con creatividad y esfuerzo, se puede hacer grandes sumas de dinero, 
siempre teniendo en cuenta el contexto cubano donde consideran 'rico' a 
quien gane 10 mil pesos al mes. Esto en un país donde hace casi sesenta 
años el ciudadano medio es patrocinado por el Estado.
Claro, las normativas, gravámenes excedidos, acosos de inspectores 
estatales y un acápite mortal en la biblia económica del Gobierno que 
prohíbe a personas o grupos acumular sumas cuantiosas de capital, lastra 
la prosperidad y el auge del trabajo privado.
En una nación donde el Gobierno ha sido el encargado de "vestir, calzar 
y premiar" o castigar a sus ciudadanos, un margen de liberalismo, por 
pequeño que sea, era un oasis para medio millón de emprendedores que 
ahora mismo viven al margen del Estado.
El pistoletazo de arrancada que permitiría tirar del freno de mano a las 
reformas llegó el 17 de diciembre de 2014, cuando el presidente 
estadounidense Barack Obama y el general Raúl Castro, de mutuo acuerdo, 
pusieron fin a la inverosímil Guerra Fría entre Cuba y Estados Unidos.
Luego de salir de las trincheras, Obama comenzó a lanzar paquetes de 
medidas con la marcada intención de favorecer a los trabajadores 
particulares. Eso no le gustó al régimen.
El Gobierno cubano quería negocios con los gringos, pero con sus 
empresas, no potenciando las privadas. Entonces, progresivamente, la 
autocracia castrista comenzó a ralentizar el dinámico sector, 
probablemente el único que crece en la Isla, que paga salarios de tres a 
cinco veces mayor que el Estado y da empleo a un 20% de la masa laboral.
Ya para el otoño de 2015 comenzó una dinámica negativa. Actualmente solo 
funciona un 30% de los mercados agropecuarios de oferta y demanda, el 
Estado acosa y penaliza a los carretilleros de viandas, frutas y 
hortalizas, que han descendido en un 50%, cerró el marcado mayorista 
agropecuario del Trigal, al sur de La Habana, y el rodillo talibán 
pretende aumentar con regulaciones y fiscalizaciones todos los negocios 
boyantes en gastronomía, transporte y hostelería.
Nueva táctica
¿Por qué esta nueva 'ofensiva revolucionaria'? No creo que tenga el 
alcance de las confiscaciones de puestos de fritas y cajones de 
limpiabotas de 1968 o las contrarreformas por ciertas aperturas en los 
años 80 y 90.
Pero es innegable que el régimen no quiere que el tren se le descarrile. 
Actualmente hay un pequeño segmento de cubanos, entre 60 y 100 mil 
personas, que ha amasado pequeñas fortunas gracias a su olfato y talento 
para los negocios.
Estamos hablando de 100 mil dólares en adelante, cifra poco 
significativa en cualquier país del Primer Mundo, pero extraordinaria en 
un país empobrecido por la mala gestión de los hermanos Castro.
Además de placer y estatus social, el dinero engendra poder. Mientras en 
Cuba funcione el castrismo, las empresas privadas no podrán prosperar. 
De ahí el freno contra los llamados cuentapropistas.
Un consejo al régimen verde olivo: cuidado con los excesos. En diciembre 
de 2010, una multa abusiva al dueño de un puesto de comida, Mohammed 
Buazisi, que por rebeldía se inmoló a lo bonzo, puso punto final a la 
dictadura tunecina de Ben Ali y desencadenó la Primavera Árabe.
En su actual ofensiva contra los taxistas privados, las autoridades 
cubanas no debieran olvidar lo ocurrido en Túnez hace poco más de seis 
años. En las sociedades de ordeno y mando, el diablo suele estar en los 
detalles.
Source: Régimen cubano redobla su acoso al sector privado | Cuba, 
Acercamiento EEUU-Cuba - 
http://www.diariolasamericas.com/america-latina/regimen-cubano-redobla-su-acoso-al-sector-privado-n4115327
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