Oswaldo Payá tres años después
GINA MONTANER
El tiempo vuela. Ya han transcurrido tres años desde que los disidentes
cubanos Oswaldo Payá y Harold Cepero murieran en circunstancias extrañas
cuando el auto en el que viajaban por el Oriente de Cuba se estrelló
contra un árbol. Aparentemente el político español Ángel Carromero, que
conducía el automóvil junto al sueco Aaron Modig, perdió el control al
ser embestidos por un vehículo de la policía política. De aquel
siniestro los dos extranjeros sufrieron heridas leves mientras que Payá
y Cepero fallecieron sin que a sus familiares se les permitiera realizar
una investigación independiente.
Desde entonces Rosa María Payá, hija del desaparecido líder del
Movimiento Cristiano de Liberación, no descansa con el objeto de que el
régimen castrista pague por lo que ella, ahora apoyada por un informe de
Human Rights Foundation que avala esta hipótesis, asegura fue un crimen
dirigido desde el gobierno. La intención de la Seguridad del Estado era
la de eliminar de una vez a un opositor con proyección internacional y
empeñado en que se hiciera una consulta popular con el fin de que los
cubanos, y no los Castro, eligieran su propio destino.
Ya han pasado tres años y todos los que quedan por delante sin la
posibilidad de resucitar a Payá y a Cepero. Sin embargo, en medio de las
celebraciones por las aperturas de embajadas y el entusiasmo de quienes
ven oportunidades de negocios con la Isla, es de rigor recordar en este
aniversario y los venideros la memoria de quienes se han quedado en el
camino de una dictadura longeva que no tiene reparos en aplastar a
quienes se atreven a reivindicar, como decía Payá, "el derecho de los
cubanos a tener derechos".
Rosa María, que no se arredra frente a los verdugos de su padre, se
asoma a las rejas de la recién estrenada embajada cubana con la misión
de entregar una carta en la que exige se esclarezcan los trágicos
acontecimientos del 22 de julio de 2012. Y en la sede diplomática, donde
hoy en su barra Hemingway se cierran tratos con mojitos, nadie le abre
la puerta.
La hija de Payá tampoco tiene suerte en el Departamento de Estado, donde
la posibilidad de que pudiera formularle una pregunta al canciller
cubano causa una aprensión inexplicable, si se tiene en cuenta que su
interpelación habría sido muy razonable: ¿por qué motivo las autoridades
cubanas le impiden a ella y su familia llevar adelante una investigación
independiente? El gobierno de Obama perdió la ocasión de darle una
lección de pluralidad a su contraparte cubana, poco habituada a lidiar
con la libertad de expresión.
Pero oportunidades hay muchas y si se quisiera abrazar plenamente la
premisa de que esta política de acercamiento pretende impulsar cambios
en Cuba, la Administración está a tiempo de sumar a Rosa María al
escogido grupo de cubanoamericanos que podría acompañar al secretario de
Estado John Kerry a la ceremonia de inauguración de su embajada en La
Habana el próximo 14 de agosto. Sería un modo de rendir homenaje y
otorgarles voz a quienes, como Payá y Cepero, han consagrado y han dado
sus vidas por la libertad. La propia ex embajadora en la ONU y ex
secretaria de Estado Madeleine Albright ha dicho que está convencida de
que Payá fue asesinado por el régimen y opina que "no se debe dejar de
hablar" de asuntos como éste.
Si el coronel de García Márquez no tenía quien le escribiera, Rosa María
Payá no tiene a quien entregarle esa carta que lleva consigo a todas
partes y que simboliza la cruzada en la que se ha convertido su
existencia. Ella, más que nadie, defiende un cambio verdadero para su
país. Ya han pasado tres años desde la muerte de Oswaldo Payá y Harold
Cepero. El tiempo vuela. Y a veces parece eterno.
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Source: Oswaldo Payá tres años después | El Nuevo Herald -
http://www.elnuevoherald.com/opinion-es/opin-col-blogs/opinion-sobre-cuba/article28613383.html
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