diciembre 30, 2011
Dariela Aquique
HAVANA TIMES, 30 dic — Salgo a la calle y en la bodega, en parada de las
guaguas, en la cola de Coppelia, en el agromercado, en los parques, en
la casa de los amigos, sentada a la mesa tomándome un café con un
desconocido (con el que tienes que compartir tu espacio, anulando así tu
derecho a la privacidad), en cualquiera de estos sitios a una sola voz,
un texto se torna recurrente: ..esto no da más…
Ninguna manifestación de indignados en el mundo es comparable con el
estado de indignación que experimenta el pueblo. Ya es insostenible el
nivel de vida lastimero en el que está sumido el cubano de pie.
Sin embargo el daño antropológico, esa locución que tanto emplea mi
amigo Alfredo, para explicar el miedo a la libre expresión de la gente,
casi asumiendo que no es un principio ciudadano, sino una manera de
buscarse problemas o perder el puesto de trabajo o hasta la libertad,
según el caso.
Ese pánico visceral a la palabra, ese no tener consciente que asisten
todas las potestades constitucionales a disentir, y que sí no se nos
está permitido, vale la opción de luchar porque así sea, es esa la razón
por la que no hemos visto aún a los cubanos lanzados a las calles en
irrevocable muestra de protesta, exigiendo cambios, pero no cambios
parciales, sino generales.
Algo ya no se puede disfrazar, las generaciones más nuevas, la
intermedia, las más viejas, todas en una inmensa mayoría ha despertado
al estado de hipnosis colectiva en que estuvo o aparentó estar inmersa
estos 52 años.
Una población que se siente estafada, donde la promesa "de los humildes,
con los humildes y para los humildes," suena igual que el término de
moda: "obselencia programada."
Así es el sistema político-social que se nos ha impuesto, obsoleto,
caduca con los años, está diseñado para aupar a las masas solo por un
periodo de tiempo, pero después se extingue.
Solo que no es un fenómeno programado como el de las tecnologías de
punta, sino que es un mal congénito de estos regímenes que solo parecen
funcionar en la teoría y los que en la praxis queda demostrado su
ineficacia.
En hecho es que algo está cambiando, los materiales de Estado de Sats, o
Razones ciudadanas, los blogueros, o las fotos y las publicaciones en
sitios no oficiales, las declaraciones de un artista o de un intelectual
en cualquier espacio satanizado, o la simples frases de un hombre o una
mujer ante una descabellada situación cotidiana.
Las evidencias de corrupción y de la vida pomposa que lleva la
militarocracia y la dirigencia comunista a su más alto nivel expuestas
por ex militares exiliados en las televisoras de Miami. Todo nos lleva a
una sola alternativa, estamos mudando de aires.
Es inminente el cambio en nuestra isla, ¿cómo será esa transición?, es
la pregunta que todos se hacen y el temor a que sea de la peor de las
formas es lo que debemos evitar.
Un conflicto civil no debe ser el modo, una intervención extranjera
mucho menos, pero un cese inmediato de la política imperante es apremiante.
Son insuficientes e infructíferos las nuevas tácticas de resoluciones y
proyectos de leyes, que no son más que migajas, como poder vender o
comprar un auto o una vivienda o entrar a un hotel o tener un móvil y
con las que el gobierno pretende contentar a la ciudadanía, no siendo
más que alternativas efectistas para ganar tiempo en la ola de
impopularidad en la que se saben sumergidos.
Escribir es mi manera de aportar un granito de arena a ese cambio, cada
día son más los que se suman a este punto de vista. Ya estamos pasando
la página en Cuba y ahora sí no hay vuelta atrás.
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