13 de mayo de 2011

Un crimen de Estado

Opinión
Editorial: Un crimen de Estado
DDC
Madrid 11-05-2011 - 1:37 am.

Validada por Raúl Castro, la violencia estatal convierte las calles en
un escenario peligroso.

El pasado domingo falleció en Santa Clara el disidente Juan Wilfredo
Soto García, víctima de malos tratos policiales que agravaron su salud,
según activistas y testigos, o de una "pancreatitis aguda", según
criterio oficial.

Ninguna de las dos versiones exculpa al régimen de su responsabilidad en
este asunto. Incluso un simple arresto arbitrario, sin golpiza pero con
cierto forcejeo, podría desestabilizar fatalmente a un hombre tan
enfermo. Y la suerte de cualquier detenido es, por supuesto,
responsabilidad del Estado.

Sobran motivos para creer la versión de la oposición, y no sólo por el
récord de detenciones arbitrarias, golpizas y acosos que exhiben las
autoridades de la Isla.

A diferencia de otros episodios de violencia policial, no existen por
ahora pruebas gráficas de éste. Sin embargo, se cuenta con el relato que
diversos testigos hicieran a algunos disidentes y con la confesión del
propio Soto García, camino al hospital, al pastor bautista Mario Félix
Lleonart, autor del blog cubanoconfesante.com.

Este último punto es significativo, porque Lleonart tuiteó acerca de la
golpiza el mismo jueves 5 de mayo, cuando aún vivía Soto. Y salvo que
éste auto-orquestara la "campaña" de violencia y muerte para afectar la
imagen del gobierno (como La Habana argumentara tras el fallecimiento de
Orlando Zapata), los hechos hablan por sí mismos.

Una vez más, la tecnología pone en evidencia al régimen. Las redes
sociales, auténtica vía para la democratización de la información,
constituyen un instrumento sumamente difícil de manipular e inobjetable.

Resulta sintomática la rapidez y contundencia con que las autoridades
han negado los hechos. En muchas partes del mundo ocurren episodios de
violencia policial, pero existen en contraposición justicia, organismos
y medios independientes. La primera reacción del gobierno en cualquier
otro país habría sido el anuncio de una investigación. En Cuba, a
diferencia, se hace innecesario investigar pues la policía tiene de
antemano la razón, los disidentes son considerados delincuentes comunes
y los médicos confirman a pie juntillas la versión que pretenda el gobierno.

Raúl Castro, en el recién celebrado VI Congreso del Partido Comunista,
ratificó la orden de reprimir toda manifestación opositora. Es decir,
confirmó el papel de la violencia policial y paramilitar como política
de Estado. Lo sorprendente entonces es que no se hayan producido más
muertes, luego de actos de repudio tan virulentos como los ordenados
contra Sara Martha Fonseca y las Damas de Blanco, entre muchos otros.

La comunidad internacional debe tomar nota de lo ocurrido, pues la
violencia estatal puede intensificarse en Cuba a corto plazo. Ahora que
las largas condenas han dejado de ser (al menos provisionalmente) el
modus operandi del régimen, la calle se convierte en un escenario peligroso.

http://www.diariodecuba.com/opinion/4654-editorial-un-crimen-de-estado

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