27 de abril de 2011

Cuba: el dilema de una revolución

Cuba: el dilema de una revolución

El reto cubano pasa por alejarse del totalitarismo y aproximarse al
autoritarismo burocrático, estableciendo una clara sucesión
Por: Victor M. Mijares

Siguiendo la senda trazada por los proyectos socialistas chino y
vietnamita, el Partido Comunista Cubano culminó su VI Congreso
adelantado cambios económicos que buscan mantener la dominación política
de una influyente, pero agotada gerontocracia. Cuba no escapa del patrón
evolutivo de las revoluciones, en estos fenómenos es posible detectar
cuatro momentos:

1) la irrupción, punto de mayor peligro para la élite emergente, pero
también de mayor entusiasmo, generalmente asociada a un relato épico que
recuerda a los cantares de las gestas heroicas del mundo antiguo. En
Cuba, esta primera etapa ya es materia de los historiadores

2) la transformación, o implantación de cambios, en especial la
sustitución de élites y la conversión de cuadros burocráticos y
militares que se ajustan pragmáticamente al nuevo orden

3) la estabilización, rutinización de la revolución, normalización de
los cambios. En sistemas totalitarios dichos cambios, aunque sean
cosméticos, no terminan nunca, pues siempre hay algo, por absurdo que
sea, que debe cambiar. La prolongación del tercer momento responde en
parte al temor por el último

4) decadencia revolucionaria, la elite envejecida es incapaz de afrontar
con creatividad los nuevos retos. En algunos casos, los recursos propios
o de aliados escasean, y la revolución se hace insostenible (este es el
caso de aquellas que, por principios filosóficos, se aferran a un modelo
económico alejado de la competencia).

Las teorías de la modernización, de gran popularidad en el Occidente
desarrollado, asumen que cambios económicos introducidos en sistemas
cerrados generarán un crecimiento de la clase media y un consecuente
desplazamiento de los grupos de poder. Las reformas de Deng Xiaoping
(que podría ser reconocido como el ideólogo contemporáneo más influyente
a medida que avance el siglo XXI), han burlado hasta el momento el
trazado de la modernización, dado que los cambios económicos, en lugar
de debilitar al poder establecido, lo ha potenciado, e incluso legitimado.

Raúl Castro no ha ocultado su fascinación por el modelo chino, y ha
insistido en llevar a la isla hacia una versión a escala de lo que Deng
y las siguientes generaciones del Partido Comunista Chino han logrado:
modernización económica con férreo control político.

El reto cubano pasa por alejarse del totalitarismo y aproximarse al
autoritarismo burocrático, estableciendo una clara sucesión. Mas ello no
resulta fácilmente trasladable desde el modelo chino, pues aquella
civilización oriental contaba con una milenaria tradición administrativa
imperial cuando la revolución irrumpió.

El dilema de Raúl y los jerarcas cubanos es que, para salvar a la
revolución, deben sacrificar su propio poder progresivamente, una opción
poco atractiva para quienes se han acostumbrado a gobernar sin límites.

http://www.talcualdigital.com/Blogs/Viewer.aspx?id=51721&b=111

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