Friday, April 29, 2011 | Por Gladys Linares
LA HABANA, Cuba, abril (www.cubanet.org) – Después de varios días
aguantando el dolor de muelas (según él, como un caballo), Raydel se
llenó de valor y fue al dentista. Quería también hacerse una prótesis,
pero sabía que antes tendrían que darle las atenciones primarias. Cuando
se sentó en el sillón, estaba muy asustado, pero el trato jovial de la
doctora le hizo perder el miedo. Lo examinó, y luego lo inscribió, pues
el proceso sería largo: había que hacerle una extracción y varios
empastes, pero en la muela del dolor, por el momento, solo se podía
hacer una cura de menor cuantía, pues tenía infección. Además, le recetó
antibióticos y le dijo que sacara un turno para una próxima consulta.
Esa noche, por primera vez en varios días, Raydel pudo dormir.
Al cabo de una semana, el día del turno, se encontró al llegar a la
clínica con que no había agua, así que no le quedó más remedio que
cambiarlo. Volvió a la semana siguiente y se encontró con que no había
corriente. Los días iban pasando y la muelita de marras amenazaba con
dolerle otra vez. No le quedaba otra opción que extraerse la muela en
cualquier sala de urgencias, y así lo hizo.
Raydel no quería perder la oportunidad de lucir una sonrisa con todos
los dientes, aunque no fueran propios, así que siguió yendo a la clínica
con regalos y atenciones. Pero entre la falta de agua, guantes,
medicamentos y electricidad, transcurrió un año.
Por fin terminó con los arreglos, así que ahora solamente le faltaba la
prótesis. Lo apuntaron en la lista y le dijeron que esperara el telegrama.
Pero mientras esperaba su turno para apuntarse, escuchó las experiencias
de varios pacientes. Uno comentó que después de dos años esperando "el
telegrama", menos de dos meses después de tener la prótesis, se le
partió un día comiendo galletas. Una anciana se quejaba de que no era la
primera vez que venía para que le pegaran un diente caído a la prótesis:
"Me cobran 2,50 y tengo que recogerla mañana." Se sorprendió cuando una
mujer que llevaba un año esperando por su telegrama le aseguró que debía
tener paciencia.
Después de escuchar estos truenos, Raydel comprendió por qué hay tantos
cubanos que andan sin dientes. En Cuba, "resolver" una dentadura postiza
es un verdadero dolor de muelas.
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