Las expectativas caen en picada
DDC
Madrid 01-03-2011 - 5:11 am.
Rafael Rojas, Jorge A. Sanguinetty, Elizabeth Burgos y Dagoberto Valdés
valoran los tres años de Raúl Castro al frente del país.
También sobre el raulismo: Carlos Alberto Montaner, Uva de Aragón y
Haroldo Dilla.
Raúl Castro cumple tres años en la presidencia del país. Bajo un orden
político distinto al que existe en Cuba, habría sobrepasado ya la
primera mitad de su mandato como presidente constitucional y sería hora
de recuento. ¿Qué ha sido lo más positivo y lo más negativo de este
período?
Rafael Rojas
Raúl Castro cumple tres años como presidente formal de los Consejos de
Estado y de Ministros de Cuba, pero desde el verano de 2006 está tomando
las decisiones más importantes del gobierno de la Isla. Por lo que, en
la práctica, deberíamos hablar de cinco años al mando y no de tres.
Tiempo más que suficiente para que su idea de los necesarios "cambios
estructurales y de concepto" se hubiera traducido en un paquete de
reformas concretas, que rebasara los limitados ajustes que proponen los
Lineamientos, como reconocen los mejores economistas de la Isla.
Si admitimos que Raúl Castro está interesado en impulsar un proyecto de
reformas, que acerque la economía al modelo vietnamita o chino,
tendríamos entonces que tratar de explicar por qué no lo ha hecho en
cinco años. Mi opinión es que ese proyecto ni siquiera está claro en su
cabeza, aunque la resistencia al mismo sea fuerte y diversa. Una
resistencia que proviene de los sectores más viejos y conservadores de
las élites, pero también de zonas más jóvenes, burocráticas o
ideologizadas, que rechazan cualquier avance al capitalismo. Al menos,
por ahora.
Lo mejor que ha sucedido en los últimos cinco años es el cambio en el
estilo del poder, el debilitamiento y la sectorialización de la batalla
de ideas y una intensificación del debate, que puede constatarse en
publicaciones como Espacio Laical y Temas, donde, dentro de ciertos
límites políticos, se defiende una reforma económica más profunda que la
que podrían propiciar los Lineamientos. En ese debate, sobre todo al
nivel de las bases del partido único, ha habido demandas a favor de los
Lineamientos, tal y como están, y en contra de los mismos, por
insuficientes o por excesivos.
Lo peor que ha sucedido es el incremento de la represión. Es cierto que
casi la totalidad de los 75 opositores pacíficos arrestados en la
primavera de 2003 ha sido liberada. Pero tampoco es menos cierto que en
los últimos cinco años el número de arrestos preventivos y temporales de
líderes opositores ha aumentado, que la práctica del acto de repudio
contra las Damas de Blanco y otros activistas ha vuelto por sus fueros y
que el acoso y la descalificación de periodistas independientes y de
jóvenes blogueros ha llegado a niveles de sistematicidad y sofisticación
que no se conocieron en los momentos de mayor intransigencia revolucionaria.
Hablar de inmovilismo o parálisis en Cuba es distorsionante. Pero la
falta de consenso en torno a las reformas, dentro de las élites,
ralentiza el cambio. La oscilante posición de Raúl Castro sobre el VI
Congreso del Partido y la superficialidad de los Lineamientos son buenos
reflejos de esa falta de consenso. La ciudadanía de la Isla, sin
embargo, podría estar mayoritariamente a favor de las reformas. Si esto
es así, la sociedad estaría acumulando divergencias con los sectores más
ortodoxos del gobierno, pero también con los líderes y organizaciones
que desde la oposición y el exilio descartan que una reforma económica
desde arriba contribuya a la impostergable democratización de Cuba.
Jorge A. Sanguinetty
Desde el punto de vista económico, creo que lo más positivo hecho por
Raúl Castro, pero que es muy poco, es reconocer algunas de las causas de
la situación económica precaria en que se encuentra Cuba. Hace poco
llegó a criticar la costumbre (establecida por Fidel) de echarle la
culpa de la situación económica al embargo de Estados Unidos. Lo más
negativo es precisamente no ir más lejos en reconocer las verdaderas
raíces del problema, ni saber articular un programa de reformas que
saque al país del atolladero.
Elizabeth Burgos
Para contentar esta doble pregunta cabría preguntarse primero qué es lo
que a Raúl Castro le ha sido posible hacer dados los dos
condicionamientos que pesaban de antemano en el cumplimiento de su
misión, teniendo en cuenta que ambos estaban íntimamente relacionados;
lo que significa un dilema casi insoluble.
1 - Emprender medidas para aliviar la insostenible situación económica
de los cubanos.
2 - Preservar el poder de la oligarquía dirigente.
Para realizar cambios es indispensable poseer una entera libertad de
iniciativa, lo que le está negado a Raúl Castro mientras permanezca en
vida su hermano mayor, cuya presencia sigue actuando como el tótem en
las sociedades primitivas. Pero tampoco se puede asegurar que de haber
dispuesto de dicha libertad, Raúl Castro hubiese tomado la iniciativa de
aventurarse más lejos de lo que hasta ahora ha hecho: operar los cambios
que la sociedad cubana esperaba de él, hubiera significado abrir
espacios de libertad, y ello significaba el debilitamiento del poder
absoluto que hasta ahora ha detentado la casta dirigente.
Todas las medidas que ha tomado —liberación de algunos presos a
condición de exilarse, derecho a ejercer oficios subalternos o de
servidumbre— que podrían colocarse en el rubro de lo positivo, se han
dado dentro de los parámetros represivos característicos del régimen.
Para ser consideradas como positivas, estas medidas deberían haber sido
producto de la modificación institucional del sistema, lo que
significaba darle libre curso a la iniciativa individual y eliminar el
sistema represivo instaurado por el régimen desde hace medio siglo.
"Nosotros siempre hemos sabido adaptarnos a los tiempos", declaró Fidel
Castro una vez en una entrevista, aludiendo a la capacidad del régimen
de aceptar algunas condiciones con el objeto de ganar tiempo mientras
pasa la tormenta. En los tres años de gobierno que han transcurrido,
Raúl Castro parece haber estado aplicando ese axioma.
He ahí el dilema del mandato de Raúl Castro: pero tanto va el cántaro a
la fuente que al fin se rompe.
Dagoberto Valdés
En esta mitad del tiempo que tendría cualquier presidente de un país
democrático, el gobierno de Cuba, que lleva 52 años en el poder
ininterrumpidamente, es compartido por Raúl Castro. En mi opinión, sus
principales logros han sido: ganar tiempo para mantener el poder,
desplazar a algunos más jóvenes con posibilidad reformista y levantar
expectativas en sectores que creyeron o creen en la oportunidad que
tendría para transformar el sistema en el supuesto caso de que hubiera
voluntad política de hacerlo.
Este tiempo, suficiente y necesario, no ha servido, sin embargo, para
comenzar esos cambios estructurales y verdaderos. Una exigua lista de
oficios medievales es presentada como la "reforma" anunciada para
"perfeccionar y actualizar" el socialismo "para siempre". Los cinco
primeros Lineamientos que regirían "la puesta al día" de la economía
cubana, se encargan de aferrarse al "día anterior" de cualquier intento
de cambio sustancial. Las expectativas van cayendo en picada, crece la
desconfianza en la posibilidad y eficacia de las medidas cosméticas, y
las únicas reformas duras y puras son: el creciente ejército de
desempleados que llegará a más de un millón de cubanos y cubanas; la
reducción drásticas de los subsidios del Estado creando más pobreza; la
colocación de militares en cargos civiles; y una gran carga tributaria,
en ocasiones con pagos de doble y triple impuesto.
Todo esto hace la combinación "actualizada" de lo peor del capitalismo
con lo peor del socialismo en Cuba. Mientras tanto, algunos, pocos ya,
"creyentes" u oportunistas, todavía quieren ver peras en el olmo, o
mejor, se empeñan en descubrir mangos bajitos en lo más alto de la palma
real.
No obstante, por otros muy diversos caminos, desde abajo y desde el
medio, por todos lados, paso a paso, una firme esperanza crece en la
incipiente sociedad civil cubana, que es y debe ser la principal
protagonista de todo cambio perdurable. Como el comunismo en sí mismo es
irreformable, cualquier pequeña grieta será convertida, por la fuerza
ciudadana de la necesidad, en avenida para el cambio. Así lo vimos en
Europa central y del este, así lo vimos en el extinto imperio soviético,
y así lo estamos viendo en el Oriente medio hoy mismo. ¿Por qué una
bella y prometedora isla caribeña, en el corazón del mundo occidental,
tendría que ser la única irreformable del Universo? Este es otro
"logro", aunque temporal y precario, de los que no quieren cambios y
dicen que "aquí es diferente". Claro que no. Ya está ocurriendo. Habrá
cambios en Cuba, profundos, pacíficos y duraderos… y pronto. El que viva
lo verá.
http://www.diariodecuba.com/cuba/3371-las-expectativas-caen-en-picada
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