30 de marzo de 2011

Aburrimiento postrevolucionario

Sociedad civil, Cambios

Aburrimiento postrevolucionario

Recordando una advertencia de una lúcida bloguera, no existe un mejor
sistema que aquel en que los compromisos individuales revientan todas
las convocatorias
Haroldo Dilla Alfonso, Santo Domingo | 30/03/2011

Las sociedades post —postindustriales, postcomunistas, postliberales,
etc.— son siempre culturalmente muy confusas pues tienden a definirse
más negando que afirmando. O mejor dicho, se afirman negando.

Y esa confusión sacude hoy a la sociedad cubana, una sociedad
eminentemente postrevolucionaria, cuyas coordenadas culturales e
ideológicas no soportan los registros binarios a los que la polarización
política nos tiene tan acostumbrados. Y diría que uno de los rasgos más
sobresalientes de la sociedad cubana contemporánea —compuesta
básicamente de personas que nacieron y crecieron (como decía una joven
amiga) con la mesa "revolucionaria" ya servida— es su preferencia por la
vivencia cotidiana, su percepción inmanentista del mundo. En
contraposición a todo el discurso trascendentalista que animó al proceso
político que se inició en 1959 y que aún hoy, en su agonía, quiere
sobrevivir en la idea de que con Cuba se salva la humanidad.

Es una manera de cómo el verdadero "hombre nuevo" de la revolución
—agnóstico, instruido, hedonista— pasa la cuenta a su disfraz de
estoicismo plebeyo guevarista.

Esta situación es perceptible en lo que por lo general están produciendo
los jóvenes cubanos (y algunos no tan jóvenes) que están usando el
ciberespacio como medio de expresión, excluyendo, por supuesto, a los
mozuelos de ambas aceras que escriben por encargo acusando de cualquier
cosa y difamando de todas las maneras a quienes piensan diferente. Pero
si descartamos a esta escoria, veríamos con sorpresa que aunque existen
diferencias sustanciales —por ejemplo, el grado de distanciamiento o
cercanía con el régimen político cubano— también similitudes cruciales.
Y estas últimas pudieran ser más importantes que las primeras.

Un ejemplo interesante puede encontrarse en lo que publican cerca de una
docena de jóvenes en una página web llamada Havana Times, una
imprescindible y muy meritoria página web que goza de la fe pluralista y
la profesionalidad de su principal animador, Circles Robinson. Aunque la
mayoría de ellos se identifican como de izquierdas —desde posiciones
políticas, ambientalistas, de derechos sexuales, etc.— y muchos son
miembros del Observatorio Crítico, todos abordan la cotidianeidad con
una agudeza crítica y desprejuiciada que solo he encontrado antes en
algunos blogs de la oposición, como son los casos muy conocidos de
Generación Y, Octavo Cerco y Sin Evasión (todos afortunadamente
conducidos por mujeres), entre otros muy meritorios.

Usualmente estas personas no hablan de alta política y cuando lo hacen
llegan a la alta política desde abajo, desde cuestiones cotidianas, casi
que diría intimistas. Como pueden ser la falta de un bombillo, la
necesidad de un cementerio para mascotas, una charla homofóbica en la
cola de un banco, la vida en un basurero capitalino, la tristeza de un
ingeniero nuclear sin trabajo o la invisibilidad de un comensal cubano
en un restaurant. Un desprejuiciado columnista de HT carga en defensa de
una bloguera "oposicionista", no por alguna razón atinente al derecho
universal a la libre expresión, sino con la misma lógica mundana como
defendería a un vecino en Diez de Octubre. De la misma manera que esta
misma bloguera nos introduce en la denuncia de una detención arbitraria
a partir de sus recuerdos de una barraca de una escuela al campo, los
desechos de bagazo que se desprendían de su litera y el fango en las botas.

Y eso los distingue básicamente de la generación precedente en la que me
ubico, que tendemos a ser más trascendentalistas, a explicar a la Isla
desde arriba, desde la alta política. Sin lugar a dudas porque nos
socializamos en una época en que "lo mega" y las contraposiciones
binarias (y aquí recuerdo al estimado profesor Javier Figueroa) parecían
justificarse en la propia realidad. Quizás también por el hecho de que
aunque mi generación no fue la que sirvió la mesa (recordando la
expresión de mi amiga) sí estuvo allí cuando la sirvieron, como crédulos
espectadores. De cualquier manera uno se siente más obligado a explicar
la ruptura de un compromiso que fue muy fuerte, como lo fue todo en
aquellos primeros tiempos de la difunta revolución cubana. Y tienda a
ver a estos jóvenes como escollos a ser superados por la "historia", o,
recordando una muy infeliz frase de un conocido intelectual oficialista,
"un ciberchancleteo".

Es posible que el factor que unifica a "leales" y "opositores" sea un
aburrimiento generacional, un aburrimiento ante aquello que Kierkegaard
llamaba algo así como la eternidad vacía, sin contenido. Un aburrimiento
ante el largo suplicio de varias décadas, entendido este último
—siguiendo a Foucault— como una técnica dolorosa de normalización, un
ritual resonante que muestra el costo de la disidencia y la utilidad de
la igualación. Un genuino aburrimiento postrevolucionario.

Y si así fuera, estaríamos en presencia de algo más que de una oposición
—dentro o fuera del sistema—, de algo mucho más importante: de una
crítica a un modo de vivir, pensar al mundo y a nosotros mismos. De un
concepto más "presentista" de la buena vida. Y que, por supuesto, se
lleva consigo a un régimen autoritario que ha establecido su propia
dictadura sobre las necesidades de la gente común y dictado la
imprescindibilidad de su receta única para resolverlas. Más allá del
signo político de la República del futuro, no se puede prescindir de
esta propuesta absolutamente revolucionaria.

Ojalá que eso siga. Ojalá que en una Cuba del futuro las normas sociales
sean tan abiertas y convincentes que ridiculicen a quienes hablen
despectivamente de los homosexuales, que exista un cementerio para las
mascotas, que nadie tenga que hurgar en los basureros para ganarse la
vida y que los camareros le pregunten a los cubanos si les gustó el
servicio. Eso es muy importante, tanto como hasta dónde funcionan las
políticas macroeconómicas o hasta dónde es representativo un parlamento.
Finalmente, recordando una advertencia de una lúcida bloguera, no existe
un mejor sistema que aquel en que los compromisos individuales revientan
todas las convocatorias.

http://www.cubaencuentro.com/cuba/articulos/aburrimiento-postrevolucionario-259514

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