El cable, ¿qué cable?
Marta Santos
La Habana 28-01-2011 - 10:12 am.
Más tráfico, más usuarios. La sencilla fórmula del mundo digital no vale
en Cuba.
Una línea de boyas marca la instalación del cable de fibra óptica que
llegará a Cuba desde Venezuela. (REUTERS)
Con sonrisa mercantil, Y. reparte tarjetas en la Rampa.
Son satinadas y anuncian ofertas de bodas, quinces, disfraces,
fotografía y video. Es sábado y a más de dos mil kilómetros de la
ventosa esquina habanera donde fomenta su negocio, un cable de fibra
óptica, resistente a cetáceos, sismos y colisiones, emprende su viaje
submarino de Venezuela a Cuba.
La promoción de Y. incluye la dirección, días y horario, teléfono móvil
y correo electrónico. Nada novedoso en La Habana de hoy. Todavía falta
un peldaño para llegar a la meca de la publicidad.
"Más adelante pensamos poner una página o aviso en la internet", avanza
esta cuentapropista. "Eso vale", advierte.
Por lo pronto, sus aspiraciones no pasan de ser eso: aspiraciones. Al
igual que miles de nuevos empresarios cubanos de bolsillo, Y. intentará
clavar su bandera en un territorio casi virgen para la incipiente
iniciativa privada en la Isla: el ciberespacio.
Ciberpolítica y poder
El gobierno entiende tal escenario no ya como un flanco del campo de
batalla política con Occidente, sino como su frente principal, y no
suelta prenda. El propio Fidel Castro no demoró en mudar sus iniciales
comentarios políticos de Granma al portal Cubadebate, ahora enzarzado en
una pelea con Youtube, donde fue cerrado su canal de descargas.
Internet es una "herramienta de exterminio global" que debe ser
"controlada". Es una frase que suele atribuirse al ex titular del
Ministerio de Informática y Telecomunicaciones (MIC) y uno de los
hombres fuerte del gobierno, Ramiro Valdés, recién investido con
superpoderes ministeriales.
Sin embargo, el control es poroso. En las páginas mercantiles cubanas de
la red, montadas en servidores fuera de la Isla, son cada vez más
frecuentes los anuncios de programadores que extienden servicios de
diseño informático para lanzar negocios en línea.
"Depende de lo que quieras, así te cuesta. Si es algo convencional, un
paladar o un hospedaje, tal vez salga en menos de cien (CUC ). Ahora, si
eres artista, como un pintor o un músico, y tienes plata, entonces la
cosa es más sofisticada y seguramente encarece", explica un webmaster
que lleva años en el giro de los "trabajos particulares", al tiempo que
labora en una empresa estatal de diseño.
Puzzle argumental
Aunque el gobierno nunca achacó totalmente la escasa conectividad
doméstica a internet a los aprietos tecnológicos, tal hecho fue una
sugerencia espléndida para explicar los privilegios del uso social en
detrimento del privado y de paso esquivar las críticas internacionales
por supuestas prácticas discriminatorias.
En mayo de 2008, el viceministro primero del MIC, Ramón Linares, dijo
que por los problemas de "conectividad" y "las restricciones, no se
puede pensar que se va ni a abaratar (...) ni a hacer más fácil el
acceso a internet".
"Seguirá existiendo la falta de recursos para hacer el servicio más
amplio", enfatizó entonces, alegando además la poca densidad telefónica
del país —poco más de diez aparatos por cada 100 habitantes— y una
rezagada plataforma local de informática que no soportaría una avalancha
de conectividad.
Boris Moreno, otro alto cargo del MIC, entró en el debate en febrero de
2009 con un contradiscurso liberal: "No nos interesa restringir el uso
de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones, sino
todo lo contrario".
En declaraciones al diario Juventud Redelde, rechazó "ataques contra el
país" en materia de telecomunicaciones, que "se basan en la falsa e
injusta apreciación de que se intenta coartar el derecho de los
ciudadanos a recibir información".
Según sus propias cifras, hace dos años en Cuba usaban algún servicio de
internet 1.400.000 personas, incluyendo las que utilizaban sólo el
correo electrónico nacional o internacional. La mayoría de los accesos,
59 por ciento, se originaron desde los centros de trabajo, 16 por
ciento desde el lugar de estudio y 14 por ciento desde los hogares.
Un escritor como Leonardo Padura asegura que el libre acceso a internet
puede acabar con "el silencio practicado con frecuencia por la prensa
cubana". Actualmente en La Habana los cubanos pueden lograrlo en los
cibercafés de ciertos hoteles, pero las tarifas son prohibitivas. Una
hora de navegación a cinco CUC es la más barata. Hotel Palco, para más
señas.
El gran salto
Oficialmente Cuba se enchufó a Internet en 1996 mediante una lerda
conexión satelital, pues Estados Unidos negó el enlace por cable
submarino, el más cercano de los cuales pasa a poco más de 30 kilómetros
al norte de La Habana.
Con la puesta en función del cable venezolano, previsto para el segundo
semestre de este año, Cuba multiplicará por 3.000 la capacidad de
transmisión y recepción con el resto del mundo, sin tener que renunciar
al nexo satelital. Sin embargo, el salto exponencial que ello supone, no
significará "que en agosto haya internet en todas las casas", adelantó
el viceministro Moreno.
En 2007, al menos trece países, entre ellos Cuba, fueron señalados como
censores de internet de acuerdo con una investigación del periódico Le
Monde. La lista negra incluyó además a Siria, Bielorussia,
Turkmenistán, Uzbekistán, China, Túnez, Egipto, Arabia Saudita, Irán,
Birmania, Vietnam y Corea del Norte.
"La ola de internet no es fácil de contener y los internautas son a
menudo muy hábiles", predijo entonces el diario francés sin conocer a
tipos como TL., quien vende accesos tarifados por tiempo.
"La hora a peso" (un CUC), dice como gancho y pregona con aires de
sabelotodo: "Es una ganga".
Tal vez el destino no demore mucho un vínculo entre TL. y Y. Sin
estadísticas en mano, ella supone que su negocio podría ser visto en la
red por segmentos de la burocracia empresarial, algunos profesionales y
una miscelánea solvente del mercado informal que a la hora de festejar
tiran la casa por la ventana.
"¡A qué niño no le gusta disfrazarse! ¡A qué novia no le gusta verse
estupenda! Eso lo hacemos nosotros", explica a una oficinista uniformada
que se ha interesado por el servicio. Suenan a eslóganes y lo son. El
método promocional de entregar tarjetas en la calle funciona, pero "si
muchos tuvieran internet, a lo mejor yo no estuviera parada en esta
esquina", confiesa.
"Ahora con el cable, tal vez la cosa mejore", la alienta su
interlocutora. "¿Qué cable, señora?, responde, intrigada, Y.
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