Jueves, Diciembre 16, 2010 | Por Jorge Olivera Castillo
LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) – A no ser que imiten la
brutalidad del código penal chino respecto a los dirigentes corruptos,
los días de la revolución cubana podrían estar contados. No hay
institución que se salve. Por el número de participantes, directos e
indirectos, es apropiado considerar que se trata de un fenómeno cultural
asociado a políticas incongruentes, en no pocas ocasiones marcadas por
lo bufonesco.
En la medida en que crecieron las pretensiones del Estado de controlar y
prohibir, los resultados han girado en sentido contrario. Los vientos de
la supervivencia han barrido con las normas del comportamiento
civilizado. Robar, sobornar, aparentar, son términos que fijan pautas
dentro de la sociedad. La mayoría apuesta por integrarse a los
mecanismos a través de los cuales evaden una parte de las necesidades
más apremiantes.
Es utópico vivir en Cuba de la manera que han estipulado los dueños del
país, que nos privan de los derechos fundamentales. Suplir con ideología
las insuficiencias materiales y espirituales ha sido un error. Es
posible que desde el comienzo de su trayectoria política, los que
gobiernan creyeran en la idea de articular una sociedad basada en la
sustitución de las leyes económicas y sociales vinculadas al
capitalismo. La historia desmiente esa tesis.
El tráfico de transacciones ilícitas, de arriba abajo, es suficiente
para valorarlo como un asunto de extrema gravedad. Los nudos de las
dificultades se desenredan si se cuenta con los contactos adecuados y la
entrega de dinero exigida por un abogado dispuesto a mover sus
influencias, el gerente de una tienda que saca de algún escondrijo el
producto demandado, o el administrador de un centro de trabajo que
separa las mejores plazas para venderlas a precios de lujo.
Hay detalles a la hora de comprender las dimensiones de una crisis que
va más allá de lo meramente estructural. Los cubanos más corruptos
suelen ser militantes del partido y oficiales de alta graduación de las
fuerzas armadas.
Un amigo comentaba hace unos días que el cambio en Cuba, para que fuera
tan siquiera medianamente exitoso, debería comenzar en el aspecto
político y derivar hacia lo económico. Desafortunadamente no sucederá de
esta manera. La política sigue siendo un espacio vedado. Sólo algunas
reformas en la economía están en discusión.
Esas tibias aperturas que se implementan y otras en perspectiva de
estructurarse, abonarán las nuevas ilegalidades, lo que significaría la
quiebra total del sistema.
No va a ser fácil eliminar la frase que mueve a la sociedad. "Aquí todo
se resuelve".
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