7 de julio de 2010

Hay que cerrar la fábrica de presos

«Hay que cerrar la fábrica de presos»
Miércoles 07 de Julio de 2010 09:30 Michel Suárez, Madrid

A sus 59 años, y tras 33 en el sacerdocio, el padre José Conrado regresa
a su iglesia de Santa Teresita de Jesús, en Santiago de Cuba, después de
recoger el Premio de la Comunidad de Democracias, entregado en Cracovia
por el cardenal Stanislaw Dziwiszex, ex secretario de Juan Pablo II.
Durante su breve estancia en Madrid, Conrado hace un alto para charlar
con DIARIO DE CUBA acerca de los últimos acontecimientos en la Isla, el
papel de la Iglesia en el diálogo con el régimen y la situación de los
presos políticos.

¿Por qué cree usted que el régimen decide justamente en este momento
iniciar un diálogo con la Iglesia?

Yo creo que por una serie de factores. La situación interna del país ha
sido un elemento fundamental. Cuba está en un estado de crisis que, si
estuviéramos hablando en términos de enfermedad, se corresponde con el
de un enfermo terminal. Entonces, es lógico que en un momento como éste
se acuda a la ayuda de personas que se sabe que tienen buena voluntad,
que no tienen otra agenda que el bien del país, y que están dispuestas a
quemarse por el bien de los demás.

La Iglesia no es un enemigo. Nunca ha querido ser enemiga la Iglesia. El
gobierno a veces la ha considerado enemiga, pero la Iglesia no es
enemiga de nadie. Trata de ser un punto de encuentro entre la gente. Por
lo menos en Cuba esa ha sido la función y la misión de la Iglesia.

Otro factor indudable es la constancia de las Damas de Blanco y de los
presos de conciencia en mantener su compromiso por la defensa de la
libertad de sus familiares, por la defensa de los derechos que tienen a
no estar presos. Porque ellos no son otra cosa que prisioneros de
conciencia reconocidos así por todas las organizaciones internacionales.
Es decir, son inocentes presos. Eso es una cosa espantosa. Son personas
honestas que han dicho lo que piensan.

Martí definía la libertad como el derecho de todo hombre tiene a ser
honrado y a pensar y hablar sin hipocresía. Y esta es gente que ha
cumplido con la definición martiana de la libertad. Entonces, no merecen
castigo. Al contrario, merecen honra, merecen honor, y ser honrados por
ser honestos y no tener miedo a decir la verdad. Por lo menos, la verdad
que ellos tienen.

Creo que la unión de estos varios factores ha dado su fruto, y considero
como un signo muy positivo, que le aplaudo al gobierno de Cuba, que haya
decidido dialogar con la Iglesia. Una cosa así no había ocurrido antes,
y ahora está ocurriendo, y creo que eso hay que apoyarlo y hay que
tomarlo en serio.

Alguien me preguntó, un periodista desde Miami, si yo tendría que estar
en esa mesa. Y respondí que yo no, porque me siento muy bien
representado por mi cardenal [Jaime Ortega] y mi arzobispo primado de
Cuba [Dionisio García], además presidente de la Conferencia Episcopal.
Yo no tengo que estar ahí. El mismo periodista me dijo: pero Payá dice
que ese diálogo debe incluir también a la oposición, a las partes
implicadas. Y le dije: ah, pues pienso igual que Payá.

Justamente se le ha cuestionado eso: que para que haya una mediación
tiene que ser una mediación entre dos partes.

Claro. Estoy de acuerdo con ese razonamiento. Lógicamente, la Iglesia ha
comenzado desde donde el gobierno ha querido comenzar, y es normal que
así sea. Yo no objeto que la Iglesia, el cardenal y el arzobispo de
Santiago hayan comenzado de esa manera. Al contrario, estoy convencido
de la buena voluntad que tienen, de la mejor intención que los mueven, y
estoy convencido de que son gente que ama a Cuba y que quieren el bien
del pueblo cubano. De esto a mí no me cabe la menor duda, porque los
conozco muy bien. Pero tengo que decir también lo que pienso sobre esto.
Tengo que considerar que esto es un inicio, y no vamos a pedir que se
logre en un inicio lo que debe lograrse en el final. Hay que hacer un
camino, pero hay que comenzarlo por algún lado. Hay que comenzarlo, y se
ha comenzado.

El camino ha comenzado por lo humanitario, pero para que todo esto se
transforme en una situación de cambio político hay que ir, más bien, a
las bases del sistema, al marco legal que sustenta la represión que, si
no cambia, volverá a haber presos políticos muy pronto. ¿Usted cree que
la Iglesia debe insistir en el tema del marco legal?

Por supuesto. Creo que es una cuestión elemental, que la cuestión no es
sacar a los que están, sino cerrar la fábrica de presos. Y la fábrica de
presos existe a partir de unas leyes que castigan el disentimiento, que
castigan la honestidad. Eso es lo que hay que resolver fundamentalmente.

Ahora, iniciar estos intercambios por una cuestión humanitaria me parece
bien. Sí, efectivamente, yo creo que ha sido un buen comienzo. Y es un
planteamiento con el que todo el mundo está de acuerdo, porque nadie se
ha opuesto, ni dentro ni fuera de Cuba, a que se libere a los presos, y
a que se haga un esfuerzo para lograr un entendimiento en esta situación
que nos afecta a todos y que es un problema para todos.

¿Cómo se siente después de haber recibido el Premio de la Comunidad de
Democracias? ¿Es un reconocimiento al trabajo que ha hecho por promover
una transición en Cuba?

No diría que mi trabajo ha sido el de promover una transición. Mi
trabajo ha consistido en defender a la gente. Realmente, no tengo una
agenda política. Mi agenda es humanitaria, de carácter religioso,
espiritual. Y, en cuanto todo lo que ataca o atañe al ser humano incide
en lo espiritual y lo religioso (porque para mí no hay religión separada
de la justicia, de la verdad y del bien de la gente), yo defiendo a la
gente que está en una situación muy difícil. Creo que ese es mi deber.

Es un premio por el compromiso de muchos años tratando de decir lo que
pienso, tratando de ser honesto, incluso de decirlo a las autoridades
responsables de la situación en la que está el país. Me siento feliz, me
siento conmovido. Sobre todo, por el apoyo que me ha brindado, en primer
lugar, el cardenal Stanislaw Dziwisz (de Cracovia), que fue el
secretario del papa Juan Carlos II, y que ha sido un hombre tan
importante en los últimos treinta o cuarenta años de la vida de la
Iglesia, y que ha sido conmigo como un padre. También Madeleine
Albright, el ministro de Relaciones Exteriores de Polonia, Lech Walessa,
Hillary Clinton, que escuchaba mis palabras con mucha atención.

¿Hay algún peligro de que la Iglesia Católica cubana siga el
comportamiento político que ha tenido el Consejo de Iglesias de Cuba en
los últimos años?

No. La verdad es que no veo a la Iglesia en eso. La Iglesia ha sido muy
celosa de su independencia en Cuba y creo que no hay cambio en eso. El
hecho de que el gobierno haya tomado a la Iglesia Católica como
interlocutora es una señal de que hasta ellos mismos reconocen la
seriedad de la Iglesia.

Déjeme hacerle una pregunta incómoda. Hay quienes piensan que usted
debería ser obispo desde hace tiempo, ¿le ha sido esquivo el nombramiento?

Hum, esa no es mi vocación, yo lo tengo clarísimo. El nuncio de Su
Santidad, Luigi Bonazzi, amigo mío, me dijo hace unos años: "Como usted
comprenderá, padre, nunca lo podremos hacer obispo". Y yo le dije:
"Nunca lo he intentado, ni lo he soñado. No ha estado entre mis
pretensiones".

Los dos nos reímos mucho, y le conté entonces que, cuando yo era
seminarista, unos 45 años atrás (yo estaba en segundo año de seminario y
estaba vivo Pérez Serantes todavía, estamos hablando del año 66),
estábamos preparando en la Catedral una ceremonia a la que iba a ir el
obispo y había que ensayar cómo se le ponía la mitra. El párroco de la
Catedral de entonces me puso la mitra del arzobispo y todo el mundo se
empezó a reír, y el padre José Vicente, que después dejó el ministerio
desgraciadamente, un hombre muy bueno al que yo aprecio mucho, me dijo:
Eres un puro mongol.

Así que la mitra me da cara de mongólico. No es un sombrero que me
siente bien a mí.

http://www.diariodecuba.net/opinion/58-opinion/2299-lhay-que-cerrar-la-fabrica-de-presosr.html

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