2010-01-05.
Pedro Corzo, Escritor, Editor y Periodista
(www.miscelaneasdecuba.net).- Recuerdo que en el ya lejano 1959, en una
modesta casa de la ciudad de Santa Clara nos reunimos un grupo de
estudiantes para ofrecerles una fiesta de despedidas a dos amigos que
partían hacia Estados Unidos.
La mayoría de los jóvenes allí reunidos no considerábamos el festejo
como un acto político porque en nuestra opinión era simplemente una
familia que se disponía a iniciar una nueva vida.
Pero a los pocos minutos más de un centenar de personas nos despertó y
abrimos los ojos ante la nueva realidad que vivía el país. Gritos de
gusanos, váyanse todos, ustedes son basura cargaron el ambiente. De las
ofensivas palabras aquella turba enfurecida pasó a la acción y hubo más
de una cabeza rota al ritmo que marcaban los también destruidos
instrumentos musicales de la banda que había amenizado el festejo.
Con el pasar del tiempo las cosas se complicaron más. No se podía
escuchar música americana, Glenn Miller, era pecado mortal. Una casa de
donde se escaparan los acordes de Bill Halley y sus Cometas, o de Elvis
Presley, era un antro de perdición que tenía que ser exorcizado con el
violento actuar del hombre nuevo.
Hubo que dejar de celebrar las ya frecuentes despedidas ante la
violencia e impunidad con la que actuaban los titulados Jóvenes
Rebeldes, sin embargo a las turbas divinas no le faltaron cabezas que
romper ni pelo que cortar. Su sed justiciera era hábil en descubrir un
enemigo de pelo largo o de un vestir que faltase a las perturbadas
normas de la nueva sociedad.
El tiempo mandó y nuestra generación cumplió el imperativo de diversas
maneras: Clandestinaje y policía política, alzamientos y las milicias,
exilio, cárcel y paredón .El país fue sesgado por la guadaña del odio y
la intolerancia. Muy pocos pudieron agacharse lo suficiente para no ser
advertidos.
Eran los tiempos sagrados de "Con la Revolución todo, Contra la
Revoluciona nada." No había medias tintas, asumían el papel de
Torquemada o Savaranola. Sin remordimientos. Profilácticamente. El que
se iba era un traidor, el que conspirara debía ser ejecutado.
Así fueron marchando las cosas. El egoísmo revolucionario prendió en los
conversos y en los oportunistas. Salvo contadas excepciones la
mentalidad del hombre nuevo se hacía eco de la consigna oficial de
aislar a los descontentos y aplastar a los contrarrevolucionarios. La
unidad familiar sufrió. A mas de uno le escuchamos con pavor "yo no creo
ni en mi madre, si hace contrarrevolución yo mismo la fusilo".
La delación asumió características de epidemia. El preso se convertía en
una no persona que solo podía ser visitado por sus padres, esposas e
hijos. El familiar de un fusilado era un apestado que no merecía ser
asistido porque su pariente había traicionado la Revolución. Los bienes
de los presos eran confiscados. Sus parientes podían ser concentrados en
áreas inhóspitas y remotas con la misión de colonizar esas regiones.
Desde la aurora revolucionaria el término antisocial se uso para
identificar a las personas desafectas a la Revolución. El calificativo
era suficiente para que un individuo fuese purgado y separados de sus
familiares y amigos, como si padeciera una enfermedad contagiosa.
Primero el Servicio Militar Obligatorio, más tarde la Unidad Militar de
Ayuda a la Producción, UMAP, simultáneamente las Brigadas Jhonson o las
Jacqueline, donde según el caso ubicaban a las personas que se suponía
eran contrarias al proceso, o habían presentado documentos para
abandonar el país.
Las cartas que provenían del extranjero no eran contestadas. Un familiar
fuera del país era un lastre en el justo empeño de hacer carrera en la
Revolución. Eran tiempos en que las convicciones o la vileza, según el
caso, primaban sobre los sentimientos. Tener una creencia religiosa o
estar asociado a alguna organización fraternal convertía al individuo en
desafecto de la Revolución y de ahí al infierno, el camino era muy corto.
Han transcurrido cincuenta y un años del castrismo en el poder. La
herencia del totalitarismo es sumamente dolorosa. Primero robó la
esperanza de un futuro mejor de una parte considerable de la población,
mas tarde ejecutó, encarceló y obligó al exilio a un número importante
de ciudadanos.
Después subvirtió el orden político hemisférico causando más muertes y
conflictos. Envió a miles de sus partidarios a la muerte para satisfacer
su voluntad imperial, destruyo la economía del país, pero el daño mas
devastador se ha producido en los valores mores y espirituales de la
nación en su conjunto.
Nuestro ser nacional ha quedado profundamente afectado y la recuperación
va a demandar el mayor de los esfuerzos, mucha solidaridad y
comprensión. La tarea será ardua, difícil, pero no queda otra
alternativa que aceptar el reto y andar juntos con nuestras respectivas
culpas y errores si queremos reconstruir una Cuba en la que todos
tengamos el espacio que podamos merecer.
EL MUNDO NUEVO DEL CASTRISMO - Misceláneas de Cuba (5 January 2010)
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=24980
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