Apunte con nombres propios
By RAUL RIVERO
Madrid -- En Madrid, bajo un recado de frío, lluvia y alguna nieve
porfiada que llega a España, puedo saber que la semana pasada se robaron
en La Habana un teléfono público. Y que en la cárcel de Boniato, en
Santiago de Cuba, se ahorcó en su celda de castigo, un muchacho que se
llamaba Lenin Pérez.
Son noticias de una realidad, de una parte del latido de la vida en la
Cuba profunda. Esa existencia que discurre al margen de la crónica de la
televisión oficial en la que aparecen las mismas papas y los plátanos
verdes, salvajes y abundantes, en los planes especiales de utilería como
los discursos, las reuniones y los llamados al combate y a apretarse el
cinturón mientras se cierran, con mano firme, los cinturones de
seguridad de los Mercedes Benz.
Las notas de la calle, las del suicido y el teléfono arrancado de la
pared las escribe la periodista Aini Martín, en el riesgo y la
precariedad del periodismo independiente. La otra es pura crónica social
que paga la gente para que los jefes se crean que los cubanos se lo
creen, cuando unos y otros saben que no se lo cree nadie, pero que si se
deja de fingir que se cree se pueden quedar ciegos los pozos.
Ellos, los reporteros de la sociedad marginada, los cronistas de un país
que estuvo oculto bajo las montañas temblorosas de la propaganda, son
los que le dan a conocer el pulso real del país, por encima de la
información tramitada por unos mecanismos descubiertos ya, y
petrificados en los museos. Observados ahora con el mismo desdén con que
el mundo civilizado conoció los resortes de la gangarria del nazismo.
Son los comunicadores independientes --algunos de los cuales llevan más
de una década en ese trabajo-- quienes permiten que se sepa, día a día,
lo que pasa con la vida de los presos políticos. De allí sale el
inventario de arbitrariedades, el plano general de la ruina del país que
la burocracia local y una cofradía multicolor de extranjeros trata de
disimular, de disfrazar como si el planeta Tierra fuera el mismo que fue
el siglo pasado.
Las decenas de periodistas que informan sin mandatos desde Cuba son
hombres y mujeres que decidieron un día escribir la verdad. No conozco a
ninguno que aspire a ser heroico. Conozco a muchos que se hicieron
libres por cuenta propia y comenzaron a trabajar con modestia y
tenacidad en condiciones muy difíciles y allí están, en las calles, con
sus libretas de notas llenas de apuntes de las pequeñas historias de la
vida.
Hablo de reporteros de toda la nación. De cubanos que informan y opinan,
gente de todas las edades y de origen diverso que escriben en un mundo
en el que hay 136 periodistas en prisión (24 de ellos en Cuba), bajo el
fuego cruzado de los represores y de los insultadores profesionales que
hacen maromas por terrones de azúcar o por el puro placer de la cabriola.
El periodismo independiente --sus profesionales-- con sus reportes y sus
piezas diarias nos ayuda a recordar con respeto y decencia a los
periodistas y escritores que esperarán el año 2010 en las cárceles de
Cuba. Estos son algunos nombres: Ricardo González Alfonso, Normando
Hernández, Rolando Arroyo, Regis Iglesias, Héctor Maseda, Adolfo
Fernández Saíz, Pedro Argüelles Morán y Jorge Luis García Paneque.
os que están presos y los que siguen en las ciudades y en el campo con
la policía a unos metros de sus sombras, sacaron a la superficie --y
mantienen en un plano visible--, la Cuba que necesita enterrar los
discos de los himnos de guerra. Esas piezas se rallaron y suenan fuera
de revolución. Los conflictos verdaderos tienen otros escenarios en
progreso. Y allí ya están acreditados los enviados especiales.
RAUL RIVERO: Apunte con nombres propios - Opinión - ElNuevoHerald.com (3
January 2010)
http://www.elnuevoherald.com/opinion/story/620714.html
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