Hace dos semanas, mi esposa -la bloguera Yoani Sánchez- fue secuestrada
y agredida por desconocidos mientras participaba en una marcha contra la
violencia en La Habana. Para salvar nuestra dignidad machucada, cité a
un duelo verbal y callejero a uno de sus atacantes. El día fijado, el 20
de noviembre, sólo recibí los golpes de una turba enfurecida. La herida
que más duele es constatar que la intolerancia y el fanatismo, tan
ajenos a nuestra idiosincrasia, se han instalado en esta isla regida
hace 50 años por los Castro.
por: Reinaldo Escobar, desde La Habana
Viendo un documental sobre los últimos días de Franco, una amiga
española me dijo: "Yo estaba en esa demostración y no podía sospechar
entonces que el fin estuviera tan cerca". En la tarde del pasado 20 de
noviembre, mientras decenas (quizás cientos) de simpatizantes con el
régimen cubano me zarandeaban en la vía pública, tuve esa sensación de
asfixia emocional que se sufre al comprobar que la pesadilla no termina,
sino que evidentemente recomienza.
La desazón se había anunciado dos semanas antes. Mi esposa, la blogera
Yoani Sánchez, sufrió un secuestro cuando intentaba participar en una
marcha contra la violencia. La iniciativa había sido de un grupo de
jóvenes artistas y consistía en desfilar por cinco cuadras a lo largo de
la calle 23, la más céntrica de La Habana. Portaban carteles que decían
cosas como "Súmate" y "No a la violencia". Yoani, la blogera Claudia
Cadelo, el escritor Orlando Luis Pardo y otra joven llamada Silvia,
fueron interceptados unos 300 metros antes del punto de encuentro, en la
intersección de 23 y la Avenida de los Presidentes. Un auto negro con
matrícula privada frenó junto a ellos y tres hombres vestidos de civil,
sin identificarse, los conminaron a subir. Empujones, gritos, forcejeo.
Los transeúntes que esperaban un ómnibus y otros que pasaban miraban
atónitos sin atreverse a intervenir. "¡Auxilio, estos hombres nos
secuestran! ¡Avisen a la policía!". Pero nadie hacía nada.
Uno de los secuestradores gritó a los curiosos: "No se metan, que éstos
son unos contrarrevolucionarios". Entonces llegó una patrulla con
policías uniformados. Yoani les pidió auxilio, pero ellos sólo obedecían
las órdenes que les daban los secuestradores. Claudia y Silvia fueron
sacadas de allí por la patrulla policial y Yoani y Orlando Luis metidos
a la fuerza en el auto negro. Golpes, amenazas, más golpes, la cabeza de
los secuestrados en el piso del auto. "Hasta aquí llegaron tus
payasadas, Yoani" y unos minutos después fueron arrojados violentamente
en una calle solitaria.
Cuando finalmente lograron reencontrarse, lo primero que hicieron fue
avisarle al resto de los amigos, que es igual a haberle avisado al resto
del mundo. Una secuencia de llamadas telefónicas, correos electrónicos,
posteos en Twitter, SMS y contactos personales desató la furia de los
medios informativos fuera de la isla. El buque insignia de la blogósfera
alternativa cubana había sido atacado y la solidaridad fue masiva e
inmediata.
Las palabras de Obama
Yo estaba a 500 kilómetros del lugar de los hechos, visitando a mi
familia en la provincia de Camagüey y sólo me pude encontrar con mi
esposa en la noche del sábado. Tenía un pómulo inflamado y casi no podía
caminar por los dolores en las vértebras de la región sacro-lumbar. Un
amigo trajo una muleta y fuimos al policlínico del barrio. Nos estaban
esperando. La doctora de guardia hizo la consulta bajo la supervisión de
un funcionario de la salud pública que todo el tiempo insistía en
minimizar los daños. Evidentemente, ellos temían que la intención fuera
arrancarles un certificado oficial como prueba para una denuncia, pero
nosotros sólo buscábamos atención médica.
Esperé tres días para escribir algo en mi blog. Fue entonces que
publiqué un texto que titulé: "Reto a duelo (verbal)", donde desafiaba a
un tal agente Rodney, que fue el único de los atacantes que pudimos
identificar. Puse su foto y puntualicé que lo esperaba a las cinco de la
tarde del 20 de noviembre, en la misma esquina de 23 y Avenida de los
Presidentes, no para liarme a golpes con él, sino para dialogar, para
escuchar las razones que ellos pudieran esgrimir, para que tuvieran la
oportunidad de negar los hechos o, si lo preferían, para que pidieran
disculpas. Subrayé que no convocaba a nadie, ni a los opositores, ni a
la prensa, ni siquiera a mis amigos, pero que aceptaba la presencia de
testigos.
Parecía que ya no cabrían más acontecimientos en nuestras vidas, pero
sucedió que el miércoles 18 de noviembre Yoani recibió lo que se puede
catalogar de una sorpresa profesional. El señor Barack Obama, presidente
de Estados Unidos, le hizo llegar sus respuestas a siete preguntas que
ella le había enviado semanas antes. Las encabezó con un cordial saludo,
donde la felicita por haber obtenido una mención en el Premio María
Moors Cabot de la Universidad de Columbia y añadía: "Tu blog ofrece al
mundo una ventana particular a las realidades de la vida cotidiana en
Cuba". A lo largo de sus respuestas, Obama ratificaba su predisposición
al diálogo: "Estados Unidos no tiene intención alguna de utilizar fuerza
militar en Cuba". A pesar de ser ésta la primera vez que, al menos en 50
años, un presidente norteamericano responde a un comunicador de la isla,
ni un solo medio oficial cubano ha informado o ha comentado algo sobre
el asunto. El presidente Raúl Castro recibió otras siete preguntas de
Yoani Sánchez, pero ha tenido menos tiempo para responderlas.
La agresión
Faltando siete minutos para que fueran las cinco de la tarde del 20,
puse mis pies junto a la señal de granito que marca la intersección de
la Avenida de los Presidentes y la calle 23, en el capitalino barrio del
Vedado. La noche anterior la televisión cubana había anunciado que ese
viernes, en ese mismo sitio, se realizaría un evento cultural de los
universitarios para celebrar el Día Internacional de los Estudiantes, el
cual ya se había conmemorado en su fecha, el 17 de noviembre.
Festejarían también el cincuenta aniversario del triunfo de la
revolución (con once meses de atraso) y el próximo Congreso de la Unión
de Jóvenes Comunistas, programado para abril de 2010.
Dos kioscos vendiendo libros, un centenar de sillas plásticas frente a
un improvisado escenario por el que pasarían varios trovadores y una
inusual comparsa constituían la evidencia de que allí, desde las cuatro
y media, todavía dentro del horario de clases, los estudiantes harían su
jolgorio. Pero había más. Un crecido número de gente sospechosa de no
ser estudiante merodeaba por el lugar. Hacían fotos, hablaban por
teléfonos celulares y walkie talkies. También estaban mis amigos, gente
de diferentes tendencias y creencias que, sin haber sido convocados,
decidieron ser mis testigos en el duelo que pretendía ejecutar.
A las cinco y quince, como movidos por el mismo resorte, todos los
representantes de la prensa extranjera acreditados en Cuba, la CNN, NBC,
AP, Reuters y otros, me rodearon apuntando hacia mí sus cámaras y
micrófonos. Les señalé hacia donde ya se movía la comparsa (creo que
movida por el mismo resorte que ellos) y a modo de comentario
profesional, entre colegas, les dije que la noticia parecía estar allá,
donde los estudiantes celebraban una fiesta. "Porque lo que yo estoy
haciendo aquí es esperando a un señor", dije. Y entonces les expliqué
sintéticamente, y a viva voz, lo que ya había publicado en mi blog.
Apenas pude terminar la última frase -"y si me pide disculpas, se las
doy"-, cuando un joven talibán saltó al ruedo. ¡Qué buena memoria tenía
ese muchacho! Dijo todas sus consignas con una fidelidad impresionante.
Inmediatamente nos rodearon otras personas, que a coro junto al talibán,
con la excelente pronunciación aprendida en el sistema educacional
cubano y haciendo uso de la vibrante voz que da una salud asegurada
gratuitamente por el Estado, impidieron que la voz de este solista
continuara diciendo cosas que no estaban en el guión oficial de la
actividad programada.
El deporte es otra conquista de este proceso que ya dura 50 años, aunque
si nos atenemos a sus más compartidas reglas lo cierto es que mi
oponente perdió por no presentación. Hay que reconocer que los que
acudieron en su lugar sabían dar golpes. Por suerte, o porque a pesar de
todo es verdad que Dios existe, la mayoría de los impactos cayeron en
los amigos que me rodeaban como una coraza protectora. Era un escudo de
un notable sentido ecuménico: un bloguero, un pastor bautista, un
opositor y una mujer de las que integran el grupo de apoyo a las damas
de blanco, esas incansables madres, esposas e hijas que reclaman sin
reposo la libertad de sus familiares encarcelados por motivos políticos.
Si yo hubiera recibido todo lo que cayó sobre ellos, quizás no podría
ahora estar escribiendo este texto.
La única señal
Ya han pasado los días. Los chichones y hematomas van desapareciendo de
nuestros cuerpos. La herida más difícil de curar es la que me produjo la
constatación en carne propia de los terribles efectos que ha dejado en
una parte de la población cubana el prolongado daño ocasionado. La
intolerancia y el fanatismo siempre fueron ajenos a nuestra
idiosincrasia. Hubiera aceptado un abucheo, una burlona trompetilla,
pero tardaré en recuperarme del odio -ojalá que fingido- de personas
jóvenes que permitieron ser llevadas allí, no como cabras al matadero,
sino como perros de presa frente a un hombre desarmado.
Algunos comentaristas han llegado al extremo de especular que lo
ocurrido ese día fue la respuesta del gobierno cubano a la mano tendida
por Obama. No soy tan vanidoso como para pensar que fui el elegido para
responderle al mandatario norteamericano, pero tengo que esforzar mucho
mi buena voluntad para no ver en este gesto de barbarie una señal, una
rotunda e inequívoca advertencia a todos los que se imaginan que existe
la más mínima posibilidad de dialogar con el poder.
No sería una señal venida de las altas esferas si yo creyera que el
centenar de coristas que me insultaba, me escupía y golpeaba, eran
personas que habían tenido acceso a mi blog (bloqueado dentro del
territorio nacional) y una vez que leyeron mi texto decidieron ir allí a
darme mi merecido para defender al agente Rodney, que en definitiva lo
único que había hecho era ser el jefe de la cuadrilla que magulló a mi
esposa. Para creer eso, tendría que ser más vanidoso todavía.
Me queda la esperanza de que, dentro de un tiempo que debería ser corto,
cuando vuelva a ver los videos de lo ocurrido, comente a los amigos que
yo estaba allí y en ese momento no podía sospechar que todo estaba
terminando.
Una pareja incómoda
Reinaldo Escobar (1947) es periodista de la Universidad de La Habana y
ejerce como independiente. Desde diciembre del 2007 mantiene una página
personal en el portal Desde Cuba, el mismo en el cual escribe su esposa
Yoani Sánchez, quien ha recibido distintos premios -y ha sido reseñada
en medios de todo el mundo- por su popular blog Generación Y. Ambos
viven en la capital cubana, desde donde escriben sus textos críticos.
Desde marzo del 2008, sus blogs están bloqueados en Cuba: desde
entonces, para actualizarlos, deben enviar los textos por e-mail a
amigos en el extranjero, quienes los suben a internet. Cada post recibe
cientos y hasta miles de comentarios.
Qué Pasa - Debate tu futuro...Ahora! (28 November 2009)
http://www.quepasa.cl/articulo/15_1558_9.html
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