Fernando Ravsberg | 2009-10-29, 10:30
Recién llegado a la isla presencié como dos cubanos hacían un negocio,
acordaron que parte del pago de la deuda sería cancelado mensualmente
durante un año. Esperé que firmaran algún papel pero simplemente se
dieron la mano y ya.
Mi abuelo me vino a la cabeza. Él me hablaba de los tiempos en los que
"el mejor aval era la palabra de un hombre" y me contaba como "en otras
épocas" en mi país se podía vender hasta un campo sin firmar previamente
ningún documento.
Si le hago caso a mi abuelo podría pensar que Cuba es el último reducto
en el mundo en el que aún se cierran tratos sin papeleos, donde basta la
palabra de un hombre o de una mujer como garantía de que se cumplirán
los acuerdos.
El hecho podría ser consecuencia de la política económica del sistema
socialista que rige la vida del país. El asunto es que casi todos los
negocios que se hacen son ilegales, lo que impide que puedan avalarse
jurídicamente.
En la isla se realizan cada año miles de traspasos de motos y
automóviles, la mayoría de los cuales no pueden ser vendidos porque las
leyes lo prohíben. Por lo tanto la venta se realiza sin cambiar el
nombre que figura en la propiedad.
Algunos de estos vehículos han pasado por varios dueños, a pesar de lo
cual cada vez que se debe realizar un trámite legal, como la revisión
anual, hay que buscar al propietario original e ir con él ante las
autoridades policiales.
Por supuesto que existen, como en cualquier país, estafadores o
delincuentes que tratan de aprovecharse de la gente. Esta historia no se
refiere a ellos sino al grueso de los cubanos, entre los que la palabra
aún tiene valor.
En general es raro que ocurran problemas de estafa, es decir que se
venda de palabra una moto y después se pretenda recuperarla sin devolver
el dinero. Pero cuando esto ocurre las consecuencias son muy serias.
Cuentan que un extranjero hace unos años atrás compró un automóvil, se
lo vendió a un cubano y meses después reclamó más dinero aduciendo que
estaba a su nombre. El conflicto terminó con el asesinato del estafador.
Comprar una casa es otra de las actividades prohibidas entre
particulares. En La Habana se inventan permutas sobornando a los
funcionarios de la Dirección de la Vivienda pero en el campo es mucho
más difícil porque todos se conocen.
Los "guajiros" cubanos venden y compran sus casas sin cambiar el nombre
de la propiedad de la vivienda. Increíblemente todos respetan el trato
sellado tan sólo con un apretón de manos y una botella de ron compartida
como amigos.
El caos en algunas provincias es tal que incluso hay propuestas de hacer
un censo para poner todas las propiedades a nombre de los actuales
habitantes de la viviendas. Muchos ni siquiera viven ya en la localidad
en que se ubica la casa.
Para los no cubanos debe ser difícil imaginarse un país como éste, en el
que el dueño de un apartamento lo alquila sin ninguna garantía y en el
que el inquilino acepta mudarse sin que se firme un contrato que lo proteja.
Hasta las ventas en el mercado negro se hacen a pagar "el día del cobro"
y, según me confirmó una vendedora, la absoluta mayoría de las personas
le saldan su deuda el mismo día en que reciben el salario.
A lo mejor, con los cambios económicos que puedan avecinarse, la vida
del país se "normaliza" e, igual que en el resto del mundo, los papeles
empiecen a garantizar las transacciones comerciales entre las personas.
Sin lugar a dudas habrá entonces más orden pero en contrapartida la
"palabra" se devaluará en el mercado de valores sociales, tal y como ha
pasado en el resto del mundo, donde sólo se confía en aquello que sirve
como prueba en los tribunales.
BBC Mundo - Cartas desde Cuba - Gente de palabra (29 October 2009)
http://www.bbc.co.uk/blogs/mundo/cartas_desde_cuba/2009/10/gente_de_palabra.html#more
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