Dirigentes, Reformas, Represión
Las murallas del régimen político cubano
El problema que afrontan los dirigentes cubanos es que ha cambiado no
solo la sociedad sino también el sistema político
Haroldo Dilla Alfonso, Santo Domingo | 24/06/2013 10:53 am
Existe una similitud entre la manera como las fortalezas organizaban sus
defensas y como lo hacen los regímenes políticos[1].
Las fortalezas tendían a delimitar una zona defensiva que llamaban
glacis, y que generalmente se definían por el alcance de un tiro de
cañón. El glacis era una zona de exclusión más o menos severa, donde
nunca se permitían construcciones perdurables, y eventualmente se
proscribían merodeadores. Los regímenes políticos también lo hacen, y en
sus glacis simbólicos controlan y reprimen.
Obviamente las viejas fortalezas siempre estaban obligadas a redefinir
sus zonas de exclusión, asediadas por las sociedades que crecían y se
diversificaban, y por eso los glacis se iban acortando, y pasaban desde
una medida convencional de 1200 varas a un par de centenares. Hasta que
los muros terminaban derrumbándose, transformando los glacis en temas
inmobiliarios y con el tiempo a los castillos en atractivos para
turistas encantados. Cuando los regímenes políticos son flexibles y
creativos, hacen lo mismo, y terminan redefiniendo sus glacis, acortando
exclusiones e integrando disidentes, aunque siempre mantengan una zona
defensiva detrás de la cual está el diluvio.
Evidentemente el régimen político cubano no clasifica en esa última
distinción. Tiene muy poco de flexible, y como tozudos administradores
de viejas fortalezas, los dirigentes cubanos siguen cazando como conejos
a los que merodean su dilatado glacis. En otras palabras, a pesar de que
la sociedad cubana cambia dramáticamente, quieren seguir gobernando como
lo hicieron antes de los 90, cuando controlaban la movilidad social y la
comunicación política hasta en sus detalles. No quieren renunciar a su
vocación totalitaria a pesar de la que sociedad ya no admite esa
subordinación, y que ellos mismos no pueden ejercerla.
El problema que afrontan los dirigentes cubanos es que ha cambiado no
solo la sociedad sino también el sistema político. No es simplemente que
se extienda la inconformidad social ante la mediocridad política y
económica y que se exprese en un descontento desestructurado que se
lleva al extranjero a buena parte de lo mejor. Tampoco se limita a que
aparezcan espacios de propiedad privada. El problema es que han cambiado
las coordenadas de poder social y la disposición de los espacios
políticos, y que hay una parte de la sociedad que no se va a ir, y que
espera un cambio político que de cuenta de sus aspiraciones legítimas.
La sociedad cubana está cruzada por variables de acciones públicas y
privadas impensables hace dos décadas. Y todo esto, en sentido laxo, es
política. Hay una oposición militante —en los espacios públicos reales o
virtuales— que a todas luces llegó para quedarse. Hay espacios críticos
más moderados respecto al régimen político, pero muy innovadores en
términos culturales, y que se expresan regularmente en una serie de
demandas gremiales ante el propio Estado. Y finalmente todo aquello que
Granma llamó "situaciones inusuales" a la luz de los ripios de la "moral
revolucionaria" y que van desde las suntuosas noches de glamour del jet
set de los nuevos ricos hasta las alucinaciones del pastor que se
atrinchera con su rebaño en un templo esperando la llegada del mesías.
El reto de los dirigentes cubanos está en mover el régimen político,
gradual pero consistentemente hacia un sistema pluralista sin
exclusiones. De lo contrario la sociedad cubana seguirá viviendo esa
situación morbosa de ser sometida a un régimen de subordinación
incompatible con su calificación educativa y política, menos aún con el
mundo en que todos vivimos. Seguirá sufriendo su dramática condición de
una sociedad flagelada por los extremismos, las polarizaciones, las
exclusiones y los disidentes trocados en traidores. Y la Isla continuará
despoblándose, y la apatía y el cinismo político seguirán siendo las
monedas fuertes del mercado político.
Pero me temo que para hacer esto, los dirigentes cubanos requerirían
algo de que carecen: una visión estratégica de nación que señalice hacia
donde ir de manera realista y consensuada. Y mientras no lo tengan van a
seguir parapetados tras los muros, escudriñando el glacis, prohibiendo
construcciones y reprimiendo merodeadores independientes.
[1] Entiendo aquí (convencionalmente) por régimen político al entramado
duro (normativo e institucional) que sustenta a un sistema político.
Este último, en cambio, incluye otras dimensiones como valores,
creencias, movimientos sociales y en general espacios de poder y acción
que no se circunscriben a la institucionalidad formal.
Source: "Las murallas del régimen político cubano - Artículos - Opinión
- Cuba Encuentro" -
http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/las-murallas-del-regimen-politico-cubano-285235
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