Tuesday, August 30, 2011 | Por Frank Correa
LA HABANA, Cuba, agosto (www.cubanet.org) – En Cuba el servicio militar 
que  deben pasar  los jóvenes al llegar a  la mayoría de edad se 
considera un  honroso deber patrio, pero un repaso a su  historia 
muestra que siempre fue visto más bien  como un martirio.
El primer llamado,  en  1967, se recuerda como  de sangre y fuego. Entre 
los sargentos a cargo de implantar el orden interior  en aquellas 
primeras unidades  había  fanáticos del naciente comunismo. Sus excesos 
añadieron  una dosis de aversión a las palabras servicio militar.
Los soldados eran sometidos a entrenamientos duros, dormían a la 
intemperie en hamacas amarradas a los árboles, y eran tratados con 
excesivo rigor. Mangos de Baraguá (División 50) es un nombre que aún 
asusta. Como El jején, en Pinar del Río, donde en cada maniobra moría un 
soldado; o el trabajo de sol a sol en la unidad 1005 de Holguín, muy 
parecida a las tristemente célebres UMAP.
A partir del  decimosegundo llamado mejoraron  las condiciones de vida 
de los reclutas, y se cambió el nombre, de Servicio Militar Obligatorio 
a Servicio Militar General. Entró en vigor la ley 18, que permitía a los 
reclutas licenciados antes de tiempo por buena conducta, iniciar  o 
continuar estudios en la universidad. Y se instauró el sistema de pases 
regulares.
No obstante, todavía cuando un  joven  llega  a los 16 años  y  es 
llamado a filas, se aterra, y, en muchos casos, se inicia la batalla por 
eludir el servicio. Una comisión de expertos realiza un examen  médico 
antes de  alistarlos; muchos fingen diferentes enfermedades durante los 
exámenes médicos para que los declaren no aptos, pero  solamente los de 
pies planos, problemas cardíacos, úlceras y trastornos mentales se 
salvan de subir al camión  y  alejarse de la comodidad  del hogar.
Los médicos casi nunca  se dejan engañar por los inventos de los 
muchachos. Aunque a veces, según dicen, hay trucos que funcionan, como 
el de tragarse un botón en ayunas,  que se ve como una úlcera  en las 
radiografías. Y los pies planos son imposibles de simular, lo mismo que 
los problemas cardíacos.
La locura  casi siempre fue descartada por los sicólogos, ya que las 
actuaciones de los  muchachos generalmente no resultaban creíbles. Hay 
historias famosas, como la del  recluta  de la unidad Vaca muerta, en 
La Habana, que  emplazó un tanque en una loma con el cañón apuntando 
hacia la formación de soldados en  el polígono, amenazando con que 
abriría fuego; u otra, más cómica,  de un recluta de la brigada 
fronteriza, apodado Gelatina, que para evidenciar su locura le agarró 
las nalgas a un coronel. Ninguno de los dos "locos" se salió con la suya.
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