¿Se mueve la política en Cuba?
Una carta firmada por 74 opositores cubanos al senado norteamericano ha 
levantado numerosas reacciones entre los cubanos emigrados, unos favor y 
otros en contra. ¿Qué está sucediendo en la mayor de las Antillas?
La reciente carta firmada por 74 opositores que viven en la isla, y que 
solicita al Congreso de los Estados Unidos el levantamiento de las 
prohibiciones que impiden a los norteamericanos visitar a Cuba, es uno 
de los dos acontecimientos recientes más importantes del escenario 
político cubano. El otro sería la negociación del general/presidente 
Raúl Castro con la jerarquía católica nacional encabezada por el 
cardenal Jaime Ortega. Pudiera ser que entre ambos acontecimientos 
existiera una relación –el tipo de relación más importante en la 
política: la que no se ve- y si así fuera creo que ese escenario estaría 
cambiando cualitativamente.
Ante todo, la carta de los 74 ha sido una declaración reveladora. No 
importa ahora si los congresistas americanos la tomarán en cuenta o no, 
o si los redactores se equivocan en una u otra argumentación. Lo 
importante realmente es que por primera vez ocurre un pronunciamiento 
público de un segmento muy importante de la oposición en contra de un 
aspecto del bloqueo/embargo. Y al hacerlo esa oposición se posiciona de 
manera muy provechosa para el futuro.
Ante todo, yo creo que a las objeciones regulares que se han hecho al 
bloqueo/embargo –su ineficacia, su costo humano, la pérdida de 
oportunidades políticas que implica al reducir las áreas de contactos 
con la población cubana, el tributo que ello paga al discurso 
apocalíptico del Clan Castro, etc.- hay que agregar una objeción mayor: 
quienes apoyan hoy el embargo (no importa por cuales razones) están 
hipotecando un pedazo del futuro por las urgencias del presente. 
Sencillamente porque están otorgando a los Estados Unidos el derecho a 
decidir sobre nuestro futuro, a condicionar rumbos políticos y por 
tanto, a usar cuotas de soberanía que la nación cubana (de manera 
soberana) no ha decidido conceder.
Y por ello los 74 crecen como actores políticos, y – este es otro 
aspecto que quiero resaltar-  pudieran ganar un mayor espacio en la 
sociedad cubana que intuyo es mayoritariamente opuesta al bloqueo. Si lo 
hacen, los 74 estarían produciendo un intento de conversar con esa 
sociedad que, por supuesto, no se consigue cuando se adereza el lenguaje 
político para ganar favores en los círculos políticos americanos o de la 
derecha europea. Y conversar con la sociedad cubana, ser reconocida por 
ella como interlocutores, es la urgencia mayor que tiene la oposición 
cubana.
La otra cuestión es cómo se relaciona esto con los coqueteos del 
General/Presidente con el Cardenal. Un paso interesante, que no evalúo 
en los términos emotivos que plantea el dilema de aplaudir o rechazar. 
Invito a verlo con toda la frialdad que la política exige.
Se trata ante todo de una maniobra muy poco usual en Cuba 
postrevolucionaria,  en que el Jefe de Estado decide conversar con una 
institución nacional no gubernamental sobre temas políticos internos y 
hacer concesiones, aún cuando éstas sean pequeñas, lentas y se enuncien 
como humanitarias. Una manera muy poco usual de reaccionar frente a un 
pico de la actividad oposicionista, y baste recordar que hace 7 años, 
cuando el Proyecto Varela  señalizaba ese pico, la reacción 
gubernamental fue convocar a un ridículo plebiscito sobre el carácter 
eterno del régimen político y encarcelar de un golpe a 75 activistas.
Me interesa destacar que estas conversaciones tienen lugar en un 
escenario que, del lado gubernamental, tendría tres características 
principales:
1. Raúl Castro ha logrado recomponer a la élite con personas de su 
entera confianza, que incluye verdaderos dinosaurios de la vieja guardia 
y nuevos cuadros provenientes del aparato económico del ejército. Esto 
le permite mayor independencia de Fidel Castro que probablemente ya esté 
en una fase de agotamiento biológico, solo apto para rituales y 
predicciones futbolísticas;
2. Afronta una aguda crisis económica que lo está obligando a adoptar 
medidas restrictivas del consumo popular y del proteccionismo 
clientelista, y a abrir espacios a la actividad del mercado privado, 
todo lo cual erosiona los mecanismos más sutiles de control político e 
ideológico de la población. La probabilidad de un nuevo maleconazo sin 
el recurso político de Fidel Castro es algo que aterroriza a los 
dirigentes cubanos, y de ahí el sentido contrainsurgente dado a las 
maniobras Bastión del 2009;
3. Está atravesando por un escenario político muy complejo. Si bien es 
cierto que en lo fundamental la gobernabilidad autoritaria no está 
siendo retada en términos políticos por una masa crítica de la 
población, el desencadenamiento de sucesos desde la muerte de Orlando 
Zapata ha colocado al gobierno en una pésima situación internacional que 
erosiona los avances alcanzados en esta esfera desde el 2008. Y que de 
paso sitúa al gobierno cubano demasiado cerca para todos los fines del 
impredecible Hugo Chávez.
En otras palabras, que la élite postrevolucionaria está obligada a mover 
sus fichas para ampliar sus apoyos si quiere consolidar y reproducir su 
propio poder. Y es en ese contexto que se inscribe la conversación con 
la jerarquía clerical. Un proceso de toma y daca en que Raúl Castro 
trata de conseguir la venia de una institución de alcance nacional, 
conservadora y nacionalista, que, al menos de inmediato, no le va a 
exigir el poder político ni el establecimiento de la democracia. Y es 
así porque la iglesia misma no es una institución democrática y porque a 
pesar de su fuerza relativa, la iglesia cubana es débil desde que en el 
siglo XIX los sacarócratas cubanos convirtieron a curas y parroquias en 
activos empresariales. La jerarquía católica, por su parte ha desplegado 
toda la sabiduría y la paciencia de dos milenios, y ha obtenido un 
salvoconducto que la coloca en la zona de goal de la política nacional.
Recalco –antes que algún combativo lector me lo recuerde- que esto es 
una movida del Clan Castro para ganar tiempo y espacio. Ninguna élite se 
suicida o comparte su poder motu proprio y la cubana no sufre presiones 
particulares para hacerlo. No se trata del inicio de un proceso de 
democratización o de cambio de régimen político. Solo digo que es una 
movida auspiciosa poco usual, que abre espacios para otras movidas de 
fichas, como ha sido, por ejemplo, el pronunciamiento de los 74. Como 
también pudo ser la propuesta de un grupo de Damas de Blanco acerca de 
limitar provisionalmente sus actividades en espera de mayores 
resultados, que finalmente no sé como concluyó. Y como pudiera ser 
cualquier acción que, sin aplaudir o agradecer, reconozca la importancia 
de las movidas y haga las suyas para lograr lo que tiene que ser la 
principal razón de la oposición: llegar con el mensaje adecuado y en el 
momento adecuado a la población cubana. Justo lo que las Damas de Blanco 
han logrado hacer crispando los nervios de los aparatos represivos.
Precisamente lo que un opositor, Reynaldo Escobar, argumentaba en un 
artículo que cerraba con una afirmación que vale la pena recordar: 
"Habrá que prescindir de la unidad si queremos avanzar en aquello que 
estamos de acuerdo".
Por eso creo que el pronunciamiento de los 74 es inteligente e 
innovador. Y creo que sería muy oportuno que ese pronunciamiento pudiera 
romper la cortina de censura que existe en Cuba, para que la gente común 
pueda conocer que la oposición antigubernamental es diversa, como 
diverso y pluralista debe ser el sistema político del futuro. Y, por 
supuesto, que conozcan que el futuro no se reparte entre la opción 
autoritaria y represiva que encarna el Clan Castro en nombre de una 
revolución que hace mucho tiempo se extinguió y un socialismo que nunca 
existió, y la derecha neoliberal y atrasada que apoya el bloqueo/embargo 
hipotecando el futuro de la República, paradójicamente en nombre de ua 
democracia que su propia vocación haría imposible.
Y mover fichas, que, al final, eso es la política.
Haroldo Dilla Alfonso"
 
 
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