Por Jorge A. Sanguinetty
Diario Las Américas
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Fidel Nuñez
Jefe de Buró
Latinoamérica
Dept. de Investigaciones
La Nueva Cuba
Junio 26, 2009
Ante la parálisis del gobierno, a todas luces debido a la renuencia de 
Fidel Castro de permitirle a su hermano Raúl introducir algunas de las 
reformas que prometió después de convertirse digitalmente en el nuevo 
presidente de Cuba, los cubanos no tienen otra salida que tomar la 
iniciativa para sacar al país de su largo atolladero. No se trata ya de 
una sublime necesidad patriótica, ni de un esfuerzo épico en defensa de 
los derechos humanos, sino que es una cuestión de simple subsistencia. 
No cabe duda de que el documento La Patria es de Todos es un llamado a 
recordar que la patria cubana no es monopolio de nadie, así como que la 
defensa de la Declaración de los Derechos Humanos es un instrumento para 
machacar sobre las violaciones del gobierno cubano, pero la situación 
del país se ha degradado tanto que las necesidades han cobrado un matiz 
de urgencia y de pura sobrevivencia biológica de los cubanos. La 
expectativa de que la revolución de 1959 lograría un mejoramiento de la 
sociedad cubana no solamente se esfumó, sino que el gobierno 
revolucionario no ha sido capaz o no ha tenido el interés de asegurarles 
a los cubanos un modo de vida decoroso. Tampoco les ha permitido las 
libertades mínimas necesarias para que puedan buscar su sustento diario 
legalmente, incluso en cuestiones tan elementales como la alimentación.
¿Qué pueden hacer los cubanos en una situación como ésta? En un país 
comunista o socialista se puede suponer, por lo menos en teoría, que un 
órgano como el partido único o un organismo estatal pudiera hacerse eco 
de las necesidades de la población, aunque sean las más urgentes, pero 
no de una manera casuística, sino sistémica y generalizada. Se supone 
que la revolución cubana se hizo para favorecer al pueblo, para elevar 
sus niveles de vida y alcanzar las metas declaradas en materia de 
libertad y soberanía. Sin embargo, el partido comunista ni ningún órgano 
gubernamental parecen estar preparados o guiados para atender tales 
demandas o necesidades de los ciudadanos. Las encuestas que se hacen en 
Cuba indican que las necesidades de los cubanos van creciendo a medida 
que pasan los años, sin una esperanza de mejoría en el futuro cercano o 
lejano. Así continúan con una vida precaria en cuanto a niveles de 
consumo básico, muy por debajo de lo que pudiera considerarse suntuario, 
en materia de alimentación, vestimenta, transporte, viajes o vivienda. O 
sea, el gobierno, enormemente centralizado en una sola persona, ostenta 
un grado elevado de poder absoluto, mucho más eficaz en impedir que los 
cubanos tomen iniciativas que en gobernar constructivamente. De ahí que 
el aparato socialista de la planificación central ha sido muy 
ineficiente, al igual que las empresas estatales. Las empresas mixtas, 
por el contrario, aquéllas que pertenecen parcialmente a inversionistas 
extranjeros y cuyo régimen de propiedad en Cuba nunca ha sido 
transparente, parecen operar con niveles de eficiencia más elevados. 
Esta condición se debe a que tienen que generar recursos en divisa 
extranjera que van directamente a las cuentas manejadas por los niveles 
más altos del gobierno.
O sea, el ciudadano cubano individual, esté de acuerdo o no con el 
gobierno, no tiene influencia alguna en las cuestiones que lo afectan 
directamente, a él y a su familia. Se ha convertido en una especie de 
invitado indeseable en su propia casa. Se encuentra como en estado de 
ingravidez, sin un rumbo definido, sin dirección. O como una hoja 
suelta, sujeta a los cambios caprichosos del viento. En estas 
condiciones y estando los ciudadanos desposeídos de un poder mínimo o de 
instituciones que los representen, se enfrentan a dos grandes 
alternativas: rendirse a la desesperanza y quedar a expensas de las 
decisiones de los poderosos o percatarse de que Cuba es su país y su 
medio de subsistencia. Cuba es más que patria; es la posibilidad de la 
vida misma para los que moran en ella y nadie debiera funcionar como si 
fuese el amo y dueño absoluto de la misma. Poco a poco el país ha ido 
descendiendo de nación a bodega, peor que una simple finca o plantación. 
Las instituciones que tenía el país en 1959, malheridas pero 
recuperables, han ido desapareciendo para dar lugar a una forma muy 
primitiva de gobierno, donde el ciudadano no parece contar en el mejor 
de los casos, o donde se convierte en un estorbo en el peor de ellos.
¿Qué puede hacerse en condiciones tan adversas? ¿Cómo pueden los cubanos 
recuperar la propiedad de su país, ser dueños de su destino? ¿Cómo 
liberarse de la maldición que los condena a que sean otros los que 
deciden qué van a comer cada día, cuándo podrán comprarle zapatos nuevos 
a sus hijos o si pueden viajar o no cuando lo deseen? El primer paso que 
hay que dar y hay que darlo colectivamente, aunque sea en pequeños 
grupos y con objetivos modestos, es organizarse. La colaboración entre 
los cubanos es imprescindible para producir y comerciar, limpiar el 
barrio, reparar viviendas, ocupar los pequeños espacios no controlados 
por el gobierno donde todos pueden hacer alguna contribución. Esto es 
una labor de todos, incluso de aquellos que parecen estar identificados 
con la política oficial pero añoran cambios secretamente, a muchos 
niveles de la sociedad. Este es el desafío al que se enfrentan hoy los 
cubanos de la isla, todos, para zafarse pacientemente de las cuerdas que 
los amarran.
* Jorge A. Sanguinetty, Economista, especialista en asuntos cubanos y 
presidente de la firma consultora DevTech Systems.
LA NUEVA CUBA (26 June 2009)
http://www.lanuevacuba.com/archivo2009/Jun/jorge-a-sanguinetti-73.htm
 
 
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