Vocación de guerra en la "Zona de Paz"
La izquierda latinoamericana colapsa
Miércoles, mayo 31, 2017 | Miriam Celaya
LA HABANA, Cuba.- Una breve nota publicada por la prensa oficial cubana
informa del encuentro sostenido por "El General de Ejército Raúl Castro
Ruz", con "el Jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de
Colombia-Ejército del Pueblo, Timoleón Jiménez" (FARC-EP), donde el
primero "ratificó la disposición del gobierno cubano de continuar
respaldando el proceso de paz colombiano".
Para un lector no entrenado, la susodicha apostilla no pasaría de ser
una comunicación tan insustancial como cualquier otra de las que tanto
abundan en los medios del monopolio de prensa castrista. Sin embargo,
las máculas saltan a la vista, aun cuando su significado más profundo
permanezca oculto.
De hecho, algunos aspectos resultan provocadores y otros un tanto
incongruentes. Digamos, si las FARC son el "Ejército del Pueblo", ¿de
quién es el ejército constitucional colombiano? ¿Acaso no es el
verdadero y legítimo ejército de todos los ciudadanos de ese país?
Otra cuestión interesante sería entender por qué el gobierno cubano,
quien en este caso se presenta con todos sus atributos guerreros de
"General de Ejército", a pesar de mantener relaciones diplomáticas con
el gobierno democráticamente electo de Colombia, recibe junto a su
flamante canciller, Bruno Rodríguez, al sujeto al que continúa
calificando con el apelativo de "Jefe de las FARC". Es decir, el "Jefe"
de una "fuerza armada" ilegal que, se supone, está actualmente en
proceso de desarme en virtud de los Acuerdos de Paz firmados
precisamente en La Habana con el gobierno legítimo colombiano.
Como suele suceder cuando se reúnen los bribones, algo furtivo se cuece…
y huele mal. En especial cuando Latinoamérica está viviendo un período
signado por la pérdida del poder político de las izquierdas radicales en
varios países aliados del castrismo y cuando el más necio (e importante)
pupilo que hayan tenido los Castro, Nicolás Maduro, trata de sostenerse
como una tabla sobre un mar violento en medio de la mayor crisis
socioeconómica y política que haya sufrido Venezuela.
Todo esto nos conduce directamente al cuestionamiento de la utilidad de
esa ficción regional llamada CELAC (Comunidad de Estados
Latinoamericanos y Caribeños), uno de cuyos más pregonados "logros"
durante su II Cumbre celebrada en La Habana en enero de 2014, fue la
"declaración unánime" de esta Región como Zona de Paz, con el objetivo
de impulsar la cooperación y mantener la paz y la seguridad en todos los
órdenes entre sus países miembros.
Más allá de las intenciones políticas y del (siempre estéril) afán de
consolidar una alianza regional que haga frente a las crisis económicas
e impulse el desarrollo, desde su creación en febrero de 2010 la CELAC
se ha caracterizado por un abultado paquete de intenciones y
declaraciones frente a una magra lista de resultados.
En ese sentido, la declaración de "Zona de Paz" es uno de los ejemplos
más ilustrativos de la anomia de este organismo, en primer lugar por
haber sido una paz invocada en un cónclave cuyo país anfitrión no solo
arropa la más larga dictadura del Hemisferio, que viola sistemáticamente
los derechos humanos de su propio pueblo y aplica la violencia contra
cualquier signo de discrepancia política o inconformidad social, sino
que durante décadas se dedicó a sostener y espolear numerosos conflictos
armados en la región a través del entrenamiento de guerrilleros, así
como del apoyo logístico e incluso el envío de tropas armadas a las
zonas de conflicto.
La intrusión del Palacio de la Revolución en los problemas internos de
varios países del Hemisferio resulta tan común que podría afirmarse que
la mano del castrismo ha intervenido en alguna medida en todos y cada
uno de ellos, ya fuera como títere de la Unión Soviética en los años más
duros de la Guerra Fría, como germen difusor de esa enfermedad llamada
"marxismo-leninismo" que inútilmente intentó de imponer en Latinoamérica
y el Caribe, o más recientemente, como estrategia de sobrevivencia ante
el fracaso del experimento de los gobiernos de izquierdas, aliados del
castrochavismo.
Un recuento breve e incompleto de la presencia (injerencia) cubana en
crisis internas de otras naciones de esta región demuestra que esta
abarca una extensión geográfica inmensamente superior al territorio del
archipiélago bajo el dominio de Castro, e incluye ideologías del más
variopinto color.
Baste recordar la impronta castrista en las guerrillas en Bolivia,
Colombia, El Salvador o Nicaragua; la participación en la crisis chilena
que terminó con la caída del Presidente Salvador Allende; el insólito
apoyo a la Junta Militar encabezada por Leopoldo Galtieri durante la
Crisis de Las Malvinas (1982), zanjada con una apabullante derrota para
Argentina y un alto costo humano y moral para esa nación; la breve y
fracasada aventura de Granada bajo el gobierno de Maurice Bishop; las
estrechas y sospechosas relaciones con el expresidente panameño Manuel
Antonio Noriega, narcotraficante confeso y gran "amigo de Cuba", tras
cuya caída en desgracia no volvió a mencionarse en los medios oficiales
cubanos salvo para anunciar su muerte, este martes 30 de mayo; y ya más
recientemente, desde inicios del siglo XXI, la guinda del pastel:
Venezuela, donde la penetración castrista ha hecho verdadera metástasis
y hoy monitorea y tutela la cruenta represión del régimen de Nicolás
Maduro contra su pueblo.
Pero, pasando por alto los ejemplos históricos, la convulsa realidad
latinoamericana dista mucho de la tan cacareada "paz" regional. El
permanente conflicto entre Bolivia y Chile, el interminable escándalo de
corrupción brasileño que ha salpicado a decenas de políticos de la
región, la violencia del narcotráfico y del tráfico humano que siembran
la inseguridad y el crimen en las fronteras y entre la población, las
tensiones entre Venezuela y Colombia, la persistencia del
paramilitarismo en Colombia a contrapelo de los controvertidos Acuerdos
de Paz entre el Gobierno y las FARC, y la crispación en Venezuela, donde
la represión gubernamental contra las manifestaciones opositoras
callejeras plantea un escenario decisivo donde se dirime la
supervivencia de la democracia o la consolidación final de una dictadura
apoyada desde La Habana.
Y mientras todo este vertiginoso torbellino gira en la "Zona de Paz", el
General-Presidente cubano se mueve blandamente en su remanso tropical,
manejando a una misma vez los cabildeos diplomáticos que le permitan el
reconocimiento del mundo civilizado y las intrigas guerreristas
secretas. Porque la estrategia del raulismo en los nuevos tiempos
consiste en ajustarse un elegante traje de demócrata, aunque bajo este
sigan asomando tenazmente las verdes costuras de sus viejos atavíos de
dictador de herencia guerrillera.
Source: Vocación de guerra en la "Zona de Paz" CubanetCubanet -
https://www.cubanet.org/facebook/vocacion-de-guerra-en-la-zona-de-paz/
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