EN NUESTRA OPINIÓN: A la muerte de Fidel Castro
AP
La muerte de Fidel Castro el 25 de noviembre, a altas horas de la noche,
marca el fin de una era en la historia cubana.
Castro, uno de los tiranos más longevos de todo el mundo, impuso en Cuba
en 1959 un cambio radical que trastornó la vida económica y política de
la isla y ejerció una fuerte influencia en América Latina y más allá.
Gobernó desde el principio con mano de hierro. Para consolidar una
revolución radical que en pocos años implantó un sistema de corte
comunista en Cuba, ordenó una cantidad brutal de fusilamientos y envió a
prisión a decenas de miles de cubanos.
Fue un dictador implacable, que no tardó en enemistarse con Estados
Unidos y buscó el apoyo de la Unión Soviética para mantenerse en el
poder. Provocó la crisis de los misiles en 1962, que puso al mundo al
borde de la catástrofe nuclear. Se alió con Moscú durante la Guerra
Fría, pero siempre fue un aliado imprevisible y costoso.
Envió soldados cubanos a librar contiendas en lugares lejanos, como
Angola y Etiopía, para adelantar los fines del llamado internacionalismo
proletario, es decir, la expansión mundial del comunismo. Fomentó
guerrillas y movimientos subversivos en América Latina. Apoyó el
gobierno de Hugo Chávez en Venezuela, del cual fue su mentor.
Fracasó prácticamente en todas sus aventuras internacionales, pero su
constante disposición al conflicto y al espionaje lo convirtió en una
espina clavada en el costado de la democracia norteamericana y de los
gobiernos del hemisferio.
Internamente, sus promesas de propiciar el desarrollo económico en Cuba
fueron tan fracasadas como su política exterior. Su modelo de
planificación centralizada arruinó la economía cubana y provocó un
descontento creciente en la población y el éxodo de cientos de miles de
cubanos. Solamente en el puente marítimo del Mariel, en 1980, se fueron
de la isla unas 135,000 personas.
Castro prometió la igualdad social, pero su sistema creó una nueva clase
de dirigentes comunistas acomodados, que disfrutaban de numerosos
privilegios mientras la mayoría de la población afrontaba la escasez de
productos básicos, la falta de libertad y la represión política y policial.
Combatió con tenacidad y terquedad a Estados Unidos, al cual él llamaba
invariablemente "el imperialismo yanqui", pero en sus dos últimos años
de vida presenció –posiblemente contrariado– la reanudación de
relaciones entre Washington y La Habana.
El deshielo de la relación entre ambas naciones significa la derrota de
la retórica estridente que Fidel Castro expresó durante todo su tiempo
en el poder. En el 2008 se retiró de sus funciones al frente del
gobierno, por problemas de salud, y su hermano Raúl asumió el mando. No
obstante, muchos analistas piensan que Fidel siguió siendo un poder
detrás del trono.
Ahora que ya no está, Raúl debe responder una pregunta crucial: ¿será el
reformador que muchos afirman que es, o mantendrá el despotismo impuesto
por su hermano?
La muerte de Fidel es el fin de una era en Cuba, pero el legado del
desaparecido tirano seguirá ejerciendo una influencia en el acontecer
político del angustiado país.
Source: EN NUESTRA OPINIÓN: A la muerte de Fidel Castro | El Nuevo
Herald -
http://www.elnuevoherald.com/opinion-es/en-nuestra-opinion/article117204498.html
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