El papa y la pobreza
[27-09-2015 23:04:18]
Carlos Alberto Montaner
Escritor, periodista y político
(www.miscelaneasdecuba.net).- Los congresistas norteamericanos invitaron
a almorzar al papa Francisco. Su Santidad prefirió irse a comer con un
grupo de desamparados en una institución caritativa de la Iglesia.
Quería estar con los "excluidos".
Fue una selección predecible. La Iglesia católica valora
extraordinariamente la relación con los pobres y, de alguna manera,
ensalza la pobreza, la austeridad, y castiga el "consumismo". Lo dijo
San Basilio y lo suele repetir el papa: "El dinero es el estiércol del
demonio".
Así es desde que Jesús, que había nacido en una cueva, comenzó a
predicar y eligió a sus apóstoles, una docena de personas de muy escasos
recursos, algunos de ellos pescadores.
Cuando la Iglesia creció y se asentó, esta impronta se mantuvo durante
varios siglos en la veneración por los eremitas que se apartaban del
mundo y se refugiaban en el desierto para agradar a Dios mediante una
vida de privaciones y soledad. Simeón alcanzó la santidad por pasar
muchos años encaramado en una columna a la que fue agregándole altura
hasta alcanzar los 15 peligrosos metros.
A mi juicio, la Iglesia insiste en un discurso contradictorio enquistado
en sus orígenes al servicio de muchedumbres de pobres y enfermos,
situación que tiene una escasa relación con el mundo contemporáneo.
Sin duda, durante milenios, la pobreza era el único horizonte posible de
la mayor parte de la especie. Socorrer a los necesitados era lo
éticamente correcto. El Sermón de la Montaña definía lo que debían hacer
los poderosos por sus semejantes menos felices: dar de comer al
hambriento, de vestir al desnudo, etcétera, etcétera, hasta completar el
modus operandi del asistencialismo.
No obstante, desde hace menos de 300 años ese panorama comenzó a cambiar
a partir de la revolución industrial, de la ampliación y sofisticación
de las redes comerciales y de la aparición de la idea del progreso como
objetivo social. Ya era posible abandonar la pobreza por otros métodos.
Si Jesús predicara de nuevo y quisiera ser efectivo –tras más de dos mil
años de fracaso en la erradicación de la pobreza–, su caballo de batalla
no sería el asistencialismo, sino la educación, la ética de la
responsabilidad individual, la necesidad de innovar, su devoción por el
mercado, el respaldo a los emprendedores y el impulso a las buenas
medidas de gobierno y a un sólido marco institucional.
No es verdad que el capitalismo excluye natural o deliberadamente a las
personas. ¿Por qué habría de hacer algo tan estúpido? Lo que les
interesa a los productores de bienes y servicios es que haya pleno
empleo y todos puedan consumir. La lucha del capital es porque se
expandan el perímetro del mercado y la intensidad del consumo. Es al
revés: lo que constriñe la maquinaria económica es la improductividad y
el no-consumismo.
Le bastaría al papa, o a cualquiera, asomarse al Índice de Desarrollo
Humano que publica anualmente la ONU para advertir que los 25 países más
desarrollados del planeta son democracias liberales en las que la
producción y las transacciones económicas se llevan a cabo dentro de las
normas del mercado y la propiedad privada.
No es verdad que el mercado es ciego y carece de virtudes. El mercado es
la suma de las decisiones racionales de millones de personas que van
modificando constantemente el panorama económico con sus acciones. Es
una expresión natural de la libertad individual. Ese crecimiento u orden
espontáneo del mercado va a depender de muchos factores incontrolables
y, por lo tanto, impredecibles, pero generalmente beneficiosos.
Tampoco es cierto que la competencia es inhumana o expresa una actitud
codiciosa. Se compite para satisfacer a los consumidores y en ese
proceso se depuran y mejoran los productos y los servicios ofertados.
El papa y la Iglesia, para reducir la pobreza, tienen que descubrir,
como entendió Deng Xiaoping, que "enriquecerse es glorioso", pero no
por las ventajas que ello trae para quien lo logra, sino porque en ese
proceso por alcanzar la gloria de la riqueza los emprendedores sacan de
la miseria a numerosas personas. En China, 400 millones han abandonado
sus penas económicas gracias a emprendedores tercamente empeñados en
triunfar.
La experiencia nos ha enseñado que en las sociedades guiadas por el
mercado y no por las decisiones o caprichos de los funcionarios y
comisarios, la producción, la productividad y la complejidad de lo
producido, son mucho mayores y, por ende, los salarios son más altos y
las clases medias resultan absolutamente dominantes. Ese es el "secreto"
de las admiradas sociedades escandinavas y, en general, del primer mundo.
Hace muy bien la Iglesia en practicar la compasión con los necesitados
–Caritas es una institución ejemplar–, pero esa actividad, como la sopa
que se les daba a los mendigos en los conventos, alivia el hambre o las
necesidades inmediatas (lo que no es poca cosa), pero no soluciona el
problema de la pobreza y, con frecuencia, genera una penosa dependencia
y una perversa dinámica asistencialista-clientelista.
¿Es tan difícil entender que la riqueza sólo se crea de manera
permanente en empresas que generan beneficios, ahorran, invierten,
crecen y pagan impuestos? ¿No es obvio que las personas instruidas y con
buenos hábitos laborales benefician a las empresas y, simultáneamente,
se benefician ellas de sus saberes y comportamientos y, en consecuencia,
se beneficia todo el conjunto de la sociedad? ¿No nos explica este
comprobable fenómeno lo que hay que hacer para disminuir la pobreza?
Lo irónico es que la Iglesia Católica se nutre de las exitosas
sociedades capitalistas mientras no deja de condenarlas. Sin los
excedentes que ellas producen y entregan –en el pasado fue el diezmo– no
sería posible sostener una estructura parcialmente improductiva como es
la jerarquía eclesiástica.
No sé si el dinero es el estiércol del diablo, pero estoy seguro de que
sin él ni siquiera existiría un papa instalado en un palacio del Vaticano.
Source: El papa y la pobreza - Misceláneas de Cuba -
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/Article/Index/560859d23a682e14b45779ba#.VgkmcHqqqko
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