Restituyan la soberanía al pueblo si quieren evitar otra revolución
PEDRO CAMPOS Y OTROS AUTORES, La Habana | Julio 25, 2015
Una pandemia de libertad inunda nuestros sentidos.
Juan Carlos Cremata
Pronto hará 62 años desde que un grupo de jóvenes encabezados por Fidel
Castro asaltara el Cuartel Moncada, en Santiago de Cuba, hecho que
catapultó a esa figura a los primeros planos de la política nacional y
que enterró definitivamente la posibilidad de una salida política y
pacífica a la situación creada por el golpe de Estado de Fulgencio
Batista un año antes.
La lucha armada se impuso y logró la salida del tirano de turno. Pero la
forma violenta en la que fue alcanzada marcó hasta hoy los destinos
políticos de Cuba. El Campamento volvía a triunfar sobre la República.
Aquella misma figura que organizó y dirigió aquel asalto y que luego
encabezó un movimiento militar de alzados en la Sierra Maestra
capitalizó el triunfo popular de la Revolución de 1959, hecha y apoyada
por la gran mayoría del pueblo cubano para restaurar el sistema
democrático. Hoy, ya anciana, de alguna manera aquella figura sigue
imponiendo su sello sobre los destinos de Cuba en la persona de su hermano.
El pequeño grupo cercano a Fidel y a Raúl Castro encabeza, ya por más de
medio siglo, un Gobierno autoritario que nunca restableció la
institucionalidad democrática, estructurado sobre las bases de la
"dictadura del proletariado", según los principios del estalinismo, que
no tiene nada que ver con Marx ni con los fundadores del socialismo.
Todo muy bien hecho para mantener el poder del grupito. Todo muy mal
hecho en función de los intereses del pueblo y los trabajadores.
El entuerto hoy todavía reprime abierta y violentamente al pensamiento
diferente, impide a unas pocas mujeres desfilar con flores por una
avenida pidiendo libertad para los presos políticos, impone a su propio
Partido Comunista y a la nación la política económica que ellos deciden
y negocia con el Gobierno de EE UU, a espaldas del pueblo cubano, un
intento de salvar su capitalismo monopolista de Estado con una alianza
con el capital extranjero que podría conducir a la anexión virtual
económica y geopolítica al vecino del norte.
El fracaso del capitalismo monopolista de Estado impuesto en Cuba en
nombre del socialismo, la Revolución y la clase obrera, es más que
evidente en muchos de sus principales resultados:
1-Destruir la economía del país, 2- empobrecer a los trabajadores y a
los cubanos en general, 3- enterrar en el lodo el vocablo socialismo, 4-
dividir y dispersar la familia cubana, 5- desestimular el trabajo en el
pueblo cubano, 6- tergiversar la historia de la nación y desnacionalizar
la nacionalidad cubana y 7- retardar por casi medio siglo el progreso
revolucionario en América Latina con su estímulo a la violencia.
Otro logro reconocido es la solidaridad internacional, que ha sido obra
del pueblo cubano, pero una parte habría que celebrarla, otra discutirla
y mucho que reevaluarla por contraproducente y hasta censurable. La
educación y la salud al alcance de todos, con todas sus deficiencias y
limitaciones, son lo mejorcito que se ha alcanzado, pero ambas fueron
concebidas para la explotación calificada y continua del estatalismo
asalariado.
Eso es lo concreto que tenemos hoy. Lo que pasó antes de 1959 es
historia antigua para las nuevas generaciones, a las que se educa en la
incondicionalidad hacia el poder establecido y reconocido en una
Constitución obsoleta, copiada de la antigua URSS y que el mismo
Gobierno viola todos los días.
La constante violación de los derechos civiles y políticos del pueblo
cubano se constata hoy en los más recientes ataques absurdos del sistema
burocrático a artistas de gran prestigio nacional e internacional como
Tania Bruguera y Juan Carlos Cremata, los cuales constituyen ofensas a
toda la cultura nacional y evidencian que el Campamento no ceja en su
ultraje a la República.
Si las diferentes expresiones del arte y la cultura nacional no pueden
manifestarse libremente, si no pueden representar creativamente nuestra
realidad contemporánea, entonces la vieja consigna "dentro de la
Revolución todo, fuera de la Revolución nada", se ha transformado en: la
"Revolución" ya no es el "todo", más bien es "nada".
Una nación es su cultura y, si no es respetada, no es más que un grupo
de símbolos sin contenido.
Lo más sagrado que tiene el ser humano, lo que le permite vivir,
realizarse y construir una familia, es su trabajo, su capacidad
creadora, sus aptitudes manuales e intelectuales, que se traducen
materialmente en remuneración por sus esfuerzos y resultados.
El derecho al pago por el trabajo es quizás el derecho más importante,
el que permite a su vez la realización de otros derechos.
Y ese derecho viene violándolo el Estado dizque socialista desde que se
apropió y estatizó todas las fábricas, tierras, empresas grandes,
medianas y pequeñas, teatros, cines, parques, playas, centros culturales
y sociales, salones de baile, etcétera, y convirtió a todos, hasta los
artistas, en empleados asalariados del Estado. Hoy reciben sueldos y
pensiones de miseria, iguales a los de hace 50 años pero devaluados 50
veces.
Esa violación del valor del trabajo, principio de base de cualquier
economía, ha destruido las fuerzas productivas de la nación,
especialmente la más importante, la fuerza humana de trabajo, que ha
sido desmoralizada y corrompida por el alto nivel de explotación a la
que es sometida con bajísimos salarios. ¿Cómo pedir a la gente así que
sea productiva, que cuide los medios de producción y se sienta dueña de
ellos?
Si no se respetan la fuerza de trabajo, el arte, ni los derechos civiles
y políticos de los ciudadanos, ¿ante qué estropicio estamos?
Ya le dijimos al General que era la hora de cerrar el Campamento y de
abrir la República. Pero como todos nuestros mensajes al poder, este
tampoco llegó a oídos receptivos. Fue ignorado.
¿Se creen de verdad los actuales regentes que pueden ignorar impunemente
los reclamos de otros revolucionarios y de ciudadanos con pensamiento
diferente? ¿Se creen aquello de que yo me gané esto a tiros y a tiros
hay que quitármelo? ¿Para qué se dispararon aquellos tiros? ¿Para
acceder al poder eternamente o para devolver al pueblo la dignidad y la
soberanía pisoteadas? ¿Para seguir manteniéndose en el poder por vía de
la violencia? ¿Siguen algunos creyendo que es preferible hundir la Isla
en el mar a perder su poder y privilegios?
Tan despacio van que se tornan paralizados. Todo tiene límite. También
la paciencia.
Hoy las acciones represivas contra la oposición pacífica no se detienen
ni al acercarse la visita del papa. En todo caso, aumentan en cantidad
e intensidad en un intento por detener el inevitable proceso de
democratización que demanda casi toda la sociedad cubana, de la cual son
igualmente parte el que está dentro como fuera de Cuba, el trabajador,
el incipiente empresariado privado, el estudiante o el soldado, el
comunista, el indiferente o el opositor. Todos somos partes.
Recientemente, demandé que se detuviera la espiral de violencia,
responsabilidad del Estado represor. La oposición ya no pone bombas ni
hace atentados. Asumió el camino del enfrentamiento pacífico. El mundo
de hoy es distinto al de la Guerra Fría. No percatarse de estos cambios
y continuar con la violencia no es bueno para nadie.
Como reclaman algunos opositores: júzguese a los actores directos de la
represión.
Desde la izquierda democrática lo he advertido muchas veces: si
continúan olvidando los contenidos originales que dieron vida a este
proceso y violando los derechos de los cubanos, el descontento sin
cauces podría desbordarse.
Si no quieren a gente protestando en las calles o donde pueda y como
pueda, hagan bien las cosas: detengan la represión, liberen a los presos
por razones políticas, permitan la libertad de expresión, asociación,
elección y actividades económicas. Inicien un diálogo con todos. Avancen
hacia una nueva Constitución democrática, a un Estado de derecho y una
nueva ley electoral.
Liberen internet a precios módicos. Eliminen las trabas al trabajo por
cuenta propia, al cooperativismo y los monopolios estatales de comercio.
Entreguen las empresas estatales a la administración colectiva de los
trabajadores. Y se liberarán ustedes mismos de tantas culpas.
Sin paz, democracia y libertad, no habrá desarrollo, ni socialismo alguno.
Esta es, una vez más, una solicitud desde fuerzas políticas surgidas del
propio proceso revolucionario. Por gente que entregó los mejores años de
sus vidas a luchar por el socialismo en que creyeron y hoy ven a sus
familias pobres, desgarradas, y sus hijos y nietos arriesgar sus vidas
en el mar o en las selvas buscando bienestar. Llevar a la gente a la
desesperación es la peor política. Eviten que la violencia crezca y se
generalice.
No les exigimos que se rindan ni se entreguen, sino que permitan la
democratización de la sociedad cubana o dejen a otros hacer lo que
ustedes enunciaron y no fueron capaces: alcanzar la felicidad toda del
pueblo cubano íntegro.
Hagan ese último servicio a la Revolución que iniciaron y que hace
tiempo debieron poner en manos del pueblo soberano, y después nadie los
molestará. En todo caso, pasarían a la historia como los que enderezaron
el rumbo extraviado.
Dejen que el pueblo decida, restitúyanle la soberanía. Por eso y para
eso apoyaron esa Revolución que ustedes encabezaron hace ya 62 años. No
provoquen otra.
No digan después que no fueron advertidos.
Source: Restituyan la soberanía al pueblo si quieren evitar otra
revolución -
http://www.14ymedio.com/opinion/Restituyan-soberania-pueblo-quieren-revolucion_0_1821417854.html
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