Las oportunidades de un cierre en falso
Sorprende que nadie cuestione que quien restablece relaciones
diplomáticas es un gobierno con otro, pero que no hay normalización de
relaciones de un régimen con un pueblo sometido a una situación de
excepción desde hace medio siglo.
Joan Antoni Guerrero Vall
diciembre 19, 2014
El anuncio de un giro de estrategia en Washington hacia el Gobierno de
Raúl Castro supone el triunfo de una hipótesis, a validar o refutar en
el futuro: La que da por hecho que la llegada de la democracia a la Isla
pasa por la irrupción de capital de Estados Unidos al país. La extrema
generosidad de Barack Obama con el régimen solo se puede explicar en la
confianza de que realmente la llegada del capital va a ser como una
especie de tsunami que va a arrancar de cuajo las viejas y desvencijadas
estructuras de un régimen totalitario. En Cuba saltan de alegría, al
final parece que todo era un problema de dinero.
El escenario que se dibuja después del anuncio es que el régimen obtiene
de golpe un levantamiento de sanciones que debe permitirle insuflar sus
cambios económicos de más dinamismo. Se supone que, a partir de este
momento, ya no hay excusas que permitan al régimen seguir escudándose en
el vecino del Norte para hacer que su economía centralizada avance hacia
esa Arcadia tan largamente prometida, en un país donde todo es tan
armónico que incluso ni oposición política es necesaria.
En Europa los medios van llenos de artículos de optimismo desmedido en
los que se habla de "otro muro que ha caído" o de que Cuba y Estados
Unidos "han enterrado sus diferencias". Resulta obvio que hacía tiempo
que había ganas de dedicar a Cuba titulares grandilocuentes, de los que
ocupan las cinco columnas de la portada y dan la oportunidad al
periodista de hablar de cuestiones "históricas". Sorprende que nadie
cuestione que quien restablece relaciones diplomáticas es un Gobierno
con otro, pero que no hay normalización de relaciones de un régimen con
un pueblo sometido a una situación de excepción desde hace medio siglo.
El problema, está claro, sigue en Cuba. Castro no ha restablecido la
normalidad entre los cubanos. Y esto es lo fundamental en este punto.
Las medidas de Estados Unidos son tan solo un movimiento de ficha
unilateral que, además, pone en asombrosa evidencia a un régimen
anticuado, incapaz de dar respuesta a los problemas del país, sin otros
recursos para sobrevivir que recoger el cable que le echa el, hasta hace
48 horas, más peligroso de sus "enemigos".
El festín mediático está servido y probablemente su conclusión será el
haber instalado un happy end a esta historia que alimente la ilusión. En
los últimos años ha habido precedentes en este sentido. La Primavera
Árabe, en la que se vieron barridas varias dictaduras, se presentó como
la llegada de la democracia a un conjunto de países del norte de África.
La realidad, tiempo después, fue otra. De la primavera se pasó al otoño
y hoy, ya en invierno, son pocos los que se acuerdan de esos países y de
lo que se cuece en ellos.
Lejos de cualquier lamento, cualquier demócrata tiene que seguir atenta
a los cambios que habrá en Cuba a partir de este momento. Es
probablemente el momento de aprovechar los resquicios (que seguro habrá)
para ayudar a otros demócratas dentro de la Isla con el fin de dar un
empuje final al autoritarismo cuando se asome al precipicio. Lo de Cuba
no puede cerrarse en falso.
Source: Las oportunidades de un cierre en falso -
http://www.martinoticias.com/content/oportunidades-cierre-en-falso/82626.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario