El deshielo: ¿un regalo envenenado al castrismo?
FABIO RAFAEL FIALLO | Ginebra | 22 Dic 2014 - 8:52 am.
EEUU está en condiciones de presionar al régimen castrista a que dé
pasos concretos y significativos en materia de respeto a los derechos
humanos.
Aunque no soy cubano, mi simpatía y adhesión a la causa de la libertad
de la Cuba irredenta es total. No solo porque una parte de mi familia
fue acogida en la patria de Martí y echó raíces allí, sino porque al
haber transcurrido mi infancia bajo una dictadura despiadada, como fue
la de Rafael Trujillo en República Dominicana, y perteneciendo a una
familia de disidentes acosada sistemáticamente por la misma, sé
perfectamente lo que se siente cuando el mundo le da la espalda al
sufrimiento de un pueblo privado de libertad.
Valga este preámbulo personal para enfatizar que comprendo perfectamente
las críticas que tanto figuras del exilio cubano como de la disidencia
interna han formulado al impactante anuncio de la reanudación de
relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y la Cuba castrista.
Pero el hecho de comprender dichas críticas no significa que las
comparto. Pues analizándolo sosegadamente considero que el deshielo en
las relaciones entre EEUU y el régimen castrista ha de destapar una
benéfica caja de Pandora de la que puede surgir la instauración de la
democracia en Cuba.
De entrada cabe destacar que el castrismo no aborda en posición de
fuerza la nueva etapa de sus relaciones con Estados Unidos.
Cuando el presidente Raúl Castro asiente a las demandas del "imperio" y
anuncia la liberación de 53 prisioneros políticos —en vez de gritar la
habitual cantilena de "¡Cuba no se vende!"— es porque su régimen está
exangüe después de haber destrozado, no una, sino dos economías: la de
Cuba primero, la venezolana después.
En efecto, para el castrismo era indispensable que la economía de
Venezuela funcionase correctamente, única manera de perennizar la
astronómica ayuda que recibe de aquel país. Pero en vez de ello, manejó
pésimamente su avasalladora influencia sobre el régimen bolivariano y,
por inercia ideológica, llevó a dicho régimen a cometer los mismos
disparates que hundieron a la economía cubana.
Y ahora, consciente de que la ayuda venezolana no habrá de mantenerse a
los niveles actuales, el régimen castrista no puede rechazar fácilmente
los llamados del Gobierno de EEUU a una apertura política en la Isla a
cambio de un mayor aporte comercial, financiero y tecnológico
proveniente del "imperio".
Supongamos que, a través de su embajada en La Habana, EEUU entable un
diálogo con representantes de la sociedad civil y/o de la disidencia
cubana, o que reclame en foros internacionales el respeto a los derechos
humanos en Cuba, ¿qué haría en ese caso el régimen castrista? ¿Abrir de
nuevo las hostilidades, denunciando una injerencia en los asuntos
internos de Cuba y dañando las perspectivas de sus incipientes
relaciones con Estados Unidos?
Si actuara de esa forma, ¿a qué santo se encomendaría entonces? ¿A una
Venezuela destartalada? ¿A un Brasil tratando de enmendar su economía?
¿A una Rusia enfrentando el espectro de la estanflación? Mucho no
sacará. Queda naturalmente China; pero ya Pekín ha invertido en grandes
proyectos en la Isla, y solo invertiría más si las perspectivas fueran
alentadoras, lo que un nuevo deterioro de las relaciones entre Cuba y
EEUU podría malograr.
El deshielo pone en marcha una dinámica de "toma y daca" entre ambos
países que hará más oneroso para el régimen castrista seguir reprimiendo
la disidencia y amordazando las ansias de libertad y progreso de la
población.
Y si la economía cubana mejora como consecuencia del deshielo, más
difícil le será al régimen castrista prescindir del mismo y dar rienda
suelta a la represión, so pena de retroceder en el plano económico.
Algunos argüirán que el progreso económico no conduce necesariamente a
la instauración de la democracia. La mejor prueba de ello es China. Pero
a ese ejemplo puede contraponerse el caso de Corea del Norte: he ahí un
país cerrado al mundo, productor de hambrunas a repetición, batiendo
récords de miseria, y cuyo régimen sin embargo se sostiene. Dicho de
otro modo, el aislamiento de un régimen totalitario no garantiza el
colapso del mismo.
Es menester analizar el caso cubano a la luz de la especificidad de la
situación de Cuba. Lo que se ve actualmente es un castrismo maltrecho,
vetusto, con las ilusiones perdidas, sin el penacho de un triunfador,
dispuesto a arrimarse al "imperio" con tal de sobrevivir.
Cuba, cabe insistir, tendrá mucho que perder si interrumpe el proceso de
deshielo. De ahí que EEUU esté en condiciones de presionar al régimen
castrista a que dé pasos concretos y significativos en materia de
respeto a los derechos humanos.
El hecho de que el Congreso estadounidense, controlado por el Partido
Republicano, sea hostil al deshielo le ofrece a Obama en bandeja de
plata un espantapájaros que le permitirá pedirle al régimen castrista
una apertura política en la Isla a fin de evitar que el Congreso
endurezca la legislación con respecto a Cuba.
Lo que es más, la elite del poder en Cuba no ignora que el sucesor de
Obama podría adoptar una postura más exigente si el deshielo no produce
una apertura política en la Isla. Un incentivo más, pues, para atender
los reclamos del actual presidente de EEUU.
Que no quepa duda, aunque la democracia en Cuba parezca lejos de ser
ganada, el restablecimiento de relaciones entre el régimen castrista y
EEUU ha abierto perspectivas que medio siglo sin relaciones nunca logró
crear.
Source: El deshielo: ¿un regalo envenenado al castrismo? | Diario de
Cuba - http://www.diariodecuba.com/cuba/1419204458_11947.html
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