Alan Gross, 'The New York Times' y los espías
MARIO FÉLIX LLEONART, La Habana | Diciembre 01, 2014
El pasado 4 de noviembre, la Casa Blanca reiteró que el caso del
ciudadano Alan Gross, prisionero en Cuba por ingresar equipos de
comunicación a la Isla, no es comparable al de los espías cubanos
integrados a la Red Avispa y que por tanto no habrá canje.
Esta reafirmación invalida el objetivo principal del secuestro de Gross
por parte del régimen de La Habana y tuvo lugar en medio de una las
intensas campañas de la denominada Jornada Internacional por la Libertad
de los Cinco, que más que la liberación de unos presos tiene por
objetivo hacer ruido y ganar adeptos entre los ingenuos que puedan
quedar en el mundo a favor de un totalitarismo caribeño que se acerca a
sus sesenta años.
De ahí para acá el nombre de Gross ha seguido moviéndose por instancias
que se suman a la propuesta del régimen de que debe cambiársele por los
espías. El Servicio Mundial de Iglesias, por ejemplo, que desde sus
orígenes en 1948 responde a los intereses políticos de las extremas
izquierdas, realizó una visita de tres días a Cuba a principios de
noviembre en la cual dejó claro que Gross es solo su excusa y su
objetivo, la liberación de los espías cubanos.
Entre la saga de editoriales del The New York Times, que hasta el
momento suman seis, dedicados a Cuba, el cuarto, precisamente publicado
a inicios de noviembre, se alineaba con la propuesta de canje contraria
a la reiteración del gobierno norteamericano. Noviembre concluye por
cierto con la visita del editorialista Ernesto Londoño a Cuba y con él,
llega también a la Isla el espíritu de cada editorial.
El apoyo del Servicio Mundial de Iglesias a cada eslogan propagandístico
de la agenda política de La Habana es de esperar, siempre ha sido igual
su trayectoria. Nunca una declaración a favor de las víctimas del
sistema, siempre a favor del victimario. Pero el caso de The New York
Times ha sido diferente, pues en su historial pueden recordarse
posiciones de salir al paso a los desmanes dictatoriales en la Isla,
como ocurrió ante la denominada Primavera Negra de 2003, que le valió
entonces, no las favorables "reflexiones" de Fidel Castro ni la
publicación íntegra de sus editoriales en el Órgano del Partido
Comunista, sino todo lo contrario.
Como aquel artículo en Granma del 24 de abril de 2003 bajo la firma de
Arsenio Rodríguez que nos recordaba Reinaldo Escobar de 14ymedio donde
se declaró: "...sus decisiones editoriales no son ni serias ni
liberales, sino que cumplen obedientemente las órdenes en defensa de los
intereses de los poderes dominantes en esa nación", para concluir: "...
el verdadero papel de The New York Times (sic) fue, es y será,
representar a la esencia del imperio".
Por otro lado The New York Times nunca ha dicho que quien mantiene su
poder político en Cuba sea un buen gobierno, lo que critica son las
posiciones históricamente sostenidas por Estados Unidos, que desde su
punto de vista han resultado ineficaces para conseguir el
desmantelamiento del totalitarismo en la Isla, y para lo cual propone
otra política, de acercamiento, lo que algunos denominan "el abrazo de
la muerte". Si bien no coincido con las tesis de The New York Times, si
espero que tras su presente visita a la Isla, los nuevos editoriales que
se publiquen corrijan un poco su dirección actual. Por ejemplo, en el
caso del referido cuarto editorial tengo la esperanza que Londoño no
solo pueda entrevistar en persona al propio Gross, sino que explore otra
posibilidad de salida para el caso que le preocupa de los espías, más
viable para un canje y que hasta el momento no se ha tenido en cuenta:
la del cambio de otros probables espías por espías.
Se trata de casos como el de Ernesto Borges Pérez, acusado de espiar
para Estados Unidos, ahora confinado en la Prisión Combinado del Este,
en su año 16 de prisión, el mismo tiempo que los tres que se mantienen
presos en Estados Unidos acusados de espiar para Cuba. En acusaciones
similares a la de Borges se encuentran también Rolando Sorráz Trujillo,
condenado a 25 años desde 1995; Claro Fernando Alonso Hernández,
condenado a 30 años desde 1996; del equipo de trabajo de Ricardo
Alarcón, expresidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, Miguel
Álvarez, condenado a 30 años, y Mercedes Arce, condenada a 14; y Eusebio
Conrado Hernández García, cercano a los defenestrados Carlos Lage y
Felipe Pérez Roque, condenado a 20 años que cumple en la prisión de
Guanajay.
Es obvio que el régimen en Cuba no se encuentra interesado en deshacerse
de estos presos que parecen ser objetivo prioritario del general Raúl
Castro, pero habría que ver su reacción si el Gobierno estadounidense
reconoce que la acusación bajo la cual La Habana mantiene en prisión
–con severas penas– a estos cubanos fuera cierta y diese un paso aún más
allá, valorando como más válida la opción de canjear por ellos a los
tres espías cubanos en territorio de Estados Unidos. Tal vez The New
York Times que gusta de buscar la quinta pata a la mesa redirija su
propuesta y exponga esta opción más equiparable. Y que, por supuesto, el
canje de espías por espías se produzca con la previa liberación de Alan
Gross, que evidentemente no espiaba para nadie y se encuentra
injustamente preso en Cuba.
Source: Alan Gross, 'The New York Times' y los espías -
http://www.14ymedio.com/opinion/Alan-Gross-New-York-Times_0_1680431953.html
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