Lo que perdemos
Miércoles, 12 de Junio de 2013 03:25
Escrito por Guillermo Ordoñez
Cuba actualidad, Centro Habana, La Habana, (PD) El modo en que los
distintos gobiernos y la llamada raza blanca estigmatizaron nuestras
creencias, centradas en la comunidad de afrodescendientes, la poca
economía necesaria para consagrarse a ellas, la marginalización a que
las sometió durante años el socialismo, jamás nos apartaron de nuestro
respeto a los ancestros, que llevamos en la memoria desde África;
entidades de nuestro panteón que no expiraron ante la religión de los
colonialistas españoles, ni ante el catolicismo impuesto, se
sincretizaron con respeto a la verdadera memoria histórica, adquirieron
personalidad ante los santos católicos mientras prevalecía la esencia de
la comunidad afrocubana, que no dejó morir lo mítico de sus raíces.
Las grandes migraciones a las que fuimos violentamente sometidos, el
desmembramiento de las familias, los linchamientos y remates, no nos
dejaron huérfanos de nuestros dioses. Sincretizamos el panteón religioso
del otro con nuestra identidad, no permitimos que la amnesia nos
prostituyera los valores que nos legaron los abuelos y las costas que se
quedaron escondidas con la historia que nos arrancaron, que nos
ocultaron y nos ocultan.
Su patrón de belleza, la forma sutilmente enajenante con que nos
educaron, arrancaron nuestro orgullo dejándonos como única posibilidad
la búsqueda de la "desnegrización". Fuimos bombardeados desde la primera
edad con un sinfín de príncipes y princesas de belleza europeizada,
tanto que nos convertimos en amantes del patrón impuesto, imitadores de
quien blandía el látigo.
¿Qué y quién ha llevado ahora a los blancos en este país a tomar las
riendas de nuestra religión, que jamás dejamos de compartir?
La respuesta no se hace esperar: las desventajas económicas nos han
obligado a ceder nuestro espacio. El terror de los primeros días de la
Revolución cubana, para conseguir la identificación -en particular de
los negros- con tal proceso, sobre la base del enemigo racista y la
personificación del negro como ente social gracias a la revolución, nos
dejó sin derecho alguno a un exilio que nos salvara del desastre que hoy
es la economía cubana. Más del 90% de los emigrados fueron de la
supuesta raza blanca, los hijos y nietos de colonialistas y
descendientes de la corona.
Seguía el látigo sonando, el negro no tenía protagonismo en su propia
historia, tuvo que aceptar ceder el espacio ganado con sacrificio,
perder sus conquistas y su libertad, agradecer a quien le volvía a atar
las manos a la espalda.
Las sociedades nacionalizadas durante los años 60 fueron negras, jamás
la nacionalización llegó hasta las puertas de una sociedad española,
árabe o de otro tipo. Nuestras religiones fueron las más satanizadas,
volvimos a esconder nuestros ídolos y a esperar, pero ahora con la
desventaja de la dependencia a una economía muerta, sostenida en gran
medida por los cubanos de la diáspora.
El resultado de esto se hace ver: las remesas recibidas desde el
exterior han abierto las puertas de nuestras religiones encarecidas a
quienes pueden practicarlas de un modo bastante lucrativo, la
religiosidad sin fe del cubano ha puesto en venta a nuestros santos e
ídolos, los babalawos, tatas, mocongos y otros empiezan a ser de la raza
blanca. Por supuesto, los precios de la consagración comienzan a ser
astronómicos.
Comenzamos a ser invisibles y a perder de vista la posición de nuestro
panteón; se nos hace más barato el protestantismo que el palo monte.
Sin ánimo de criticar, sin enojo, reflexivamente: ¿no estaremos
perdiendo algo más?
Para Cuba actualidad: lizama1961@gmail.com
http://primaveradigital.org/primavera/economia/51-economia/7708-lo-que-perdemos.html
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