5 de junio de 2013

Euforia, desconsuelo y reconstrucción

Euforia, desconsuelo y reconstrucción
[04-06-2013]
Alberto Medina Médez

(www.miscelaneasdecuba.net).- En tiempos de crecimiento económico,
algunas sociedades suelen pretender ampararse en indicadores para
justificar su entusiasmo. Ciertas estadísticas parecen reflejar
determinados logros, y por eso es que el debate político aprovecha para
apoyarse en esas cifras y demostrar su aparente éxito.

"No todo lo que brilla es oro", dice una frase popular que intenta
advertir a los ingenuos, de que unos pocos datos aislados, presentados
con arrogante ampulosidad, no pueden explicar el presente profundo.

Muchos de estos países están pasando por esa etapa. Una situación
bastante infantil, demasiado ingenua, en la que buena parte de la
comunidad prefiere creer en "espejitos de colores" presumiendo del
supuesto triunfo de sus ideas. Lo concreto es que no tiene sustento real
y solo muestra la superficialidad de ciertos progresos que no explican
con precisión el momento actual.

En ese contexto, los que viven convencidos de estar en el paraíso, hacen
insistentes comparaciones con el pasado, se retratan en él, afirman que
jamás antes vivieron de este modo y dicen no comprender como es posible
que el resto de la sociedad no reconozca las maravillas del presente.

Tal vez exista cierto paralelismo, entre esa descripción cotidiana que
hacen algunos y lo que le suele suceder a aquel que se sumerge en el
infierno de las drogas. En un instante difícil de su vida, elige el
camino más rápido, busca ese atajo a la felicidad que le proponen los
mercaderes del mal. Esos que dicen que consumir sustancias hará que todo
se vea mucho mejor, más que especial, diferente, accediendo así a un
mundo pleno de bienestar.

El relato de los que transitaron por ese abismo, habla de una enorme
sensación de entusiasmo, alegría y placer, que en cada nuevo intento se
disfruta con incomparable satisfacción. Lo que no alcanzan a percibir en
ese trance, es la totalidad de lo que está ocurriendo, que es no solo lo
evidente de la inmediatez, sino lo que sobrevendrá después de esa fase
de delirio, cuando se distinga la oscuridad que tiene preparada el
porvenir y las consecuencias inevitables que pagará por ese instante de
placer.

Los que inducen a estas políticas, son como los distribuidores de
drogas, y se constituyen en los grandes ganadores de este juego. Son
ellos los que disfrutan del resultado y sacan provecho a las decisiones
individuales, los que se enriquecen y sobreviven al proceso.

En la vida en comunidad sucede algo similar. No existe vericueto que
lleve a la dicha, al crecimiento y al desarrollo integral. El progreso,
el despliegue económico, el avance social, la derrota de la pobreza, no
se obtiene con extraños artilugios edificados bajo efímeras
circunstancias positivas.

El éxito sustentable siempre viene de la mano del esfuerzo, del trabajo,
del sacrificio perseverante de una suma de individuos. Creer que con
planes sociales, ayudas económicas, saqueos sistemáticos a los que
producen, se puede lograr una sociedad armónica, es casi tan ilusorio
como suponer que consumiendo sustancias se conquista la felicidad personal.

Las naciones no consiguen un progreso sostenido, una construcción con
mayúsculas, hasta que no comprenden las verdaderas y profundas razones
que explican la prosperidad. No existe magia en esto, nada se obtiene de
modo casual. Las condiciones propicias dilapidadas bajo este esquema de
distribucionismo irresponsable, solo llevan a recorrer un camino que
implica asumir una secuencia interminable de altísimos costos de mediano
plazo.

La inmoralidad de una clase dirigente que compromete a las generaciones
futuras, gastando en el presente recursos que no dispone, para
endeudarse de cara al porvenir, dejándoles así la responsabilidad de
"pagar la fiesta" de la que disfrutaron ellos, a sus hijos y nietos,
muestra la perversidad del régimen y la insensatez de los aplaudidores
contemporáneos.

Ellos insisten en esto de convencer a todos de que lo logrado es
genuino, que los resultados visibles son hechos objetivos y que no hay
nada que temer. Cada vez que alguien describe lo que vendrá, solo atinan
a acusar sistemáticamente de conspiradores y desestabilizadores a
quienes se ocupan de anticiparse a lo inexorable. Ignoran uno a uno los
síntomas que muestran que el régimen apela todos los días a más de la
misma sustancia para sostener la artificialidad de su construcción.

Para cada tropiezo inesperado, se ufanan de tener una explicación
satisfactoria. Cada atropello tiene un asidero en ese relato. Así
avanzan en su fantasía en la que creen vivir, hasta el punto de negar
las consecuencias que pagan ellos mismos por las políticas que defienden
sin sentido.

Inseguridad, corrupción, inflación, abandono de la cultura del trabajo,
degradación moral, y las ya más evidentes, perdidas de la libertad,
ausencia de institucionalidad y debilitamiento de la república, están a
la vista de todos y ya no se pueden ocultar bajo las cándidas
caricaturas que utilizan.

Creer en la existencia de atajos a la felicidad, en materia política, es
desafiar la esencia humana, ya no solo su historia, sino la racionalidad
que ha posibilitado al hombre progresar con creatividad y esfuerzo.

Por ahora, una parte importante de la sociedad prefiere disfrutar de la
fugaz dicha que le propone la ficción, sin percibir los efectos nocivos
de las "sustancias" que consume. La realidad, pronto, se ocupará de
poner las cosas en su lugar, y terminar el cuento de hadas que algunos
creyeron.

Continuarán recorriendo ese árido camino e invitarán a otros a
seguirlos, como sucede en el mundo de las drogas, mientras los políticos
que exaltan al "estado del bienestar" y este falso progresismo
económico, sacan provecho personal de esa novela.

Salir de este enredo no será tarea fácil, pero a veces las caídas
consiguen despertar a todos del letargo para salir con más vigor de esos
errores. Es de esperar que no sea en vano y que el aprendizaje llegue
cuanto antes para convertir esa preocupación en fuerza vital y empezar a
construir un país en serio. Pronto la realidad despabilará a los más,
para pasar de la euforia al desconsuelo, y recién desde allí, emprender
el camino de la reconstrucción.

http://www.miscelaneasdecuba.net/web/Article/Index/51adba1d3a682e02d8919310#.Ua3TfZyKzTo

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